*Teresa Donovan*Estaba ayudando a Eleonora a cargar las cajas en la pequeña mini van. Rosas rojas y blancas decoraban la parte trasera del vehículo. Steve y Bob terminaban de envolver más ramos e introducirlos en cajas de madera. Se siente como si estuviésemos transportando el vino más caro o la cosa más exclusiva que existe.
Bob y Esteve suben a la minivan, y antes de poder cerrar las puertas traseras, guiño en dirección a Bob, quien gruñe en respuesta.
Que encantador, todo un amargado. Siempre me gusta molestar a uno de los ayudantes de Eleonora por lo increíblemente irritable que es. Steve es todo lo opuesto. Caballeroso, cordial, amigable.
Son el dúo perfecto. Y son increíblemente gays.
Sonrió mientras subo a la camioneta en el asiento pasajero y suspiro en el silencio. Casi puedo escuchar el sonido de su sesión romántica desde aquí. Es demasiado obvio. No sé si Eleonora lo sabe, y tampoco se lo he mencionado. Siento que es algo bastante privado y entiendo el hecho de no querer demostrarlo en público.
La manera en la que se miran me dice que están increíblemente enamorados.
Eleonora escala al asiento delantero a mi lado. Me sonríe con sus voluminosos labios que ahora están pintados en un rosado oscuro, y hace rodar las llaves del vehículo en una de sus manos.
—Hace años que no saco esta cosa. —Dice con entusiasmo. Yo rio.
—Puedo notarlo.
Eleonora está vibrando de emoción. Nunca abandona el invernadero. Muy pocas veces sale de casa.
Me pregunto por qué.
La anticipación de todo crece dentro de mi vientre. Sé que solo es un simple recado. Quizás ni siquiera entre a la mansión, pero no fingiré en decir que estoy entusiasmada en visitar por primera vez la mansión de los Dankworth. Un estupido almuerzo del que todos hablan desde que Daisy Dankworth—personalmente—invitara a todo el pueblo.
Todos hablan de esto en la escuela. Ahora finalmente nadie tendrá dudas de cómo es la mansión Dankworth por dentro. Eleonora enciende la minivan, y en silencio, conducimos hacia la temible propiedad.
—Gracias por ayudarme hoy, Teresa. —Habla Eleonora.
Mi atención es arrastrada desde la ventana hacia ella. Me sonríe con gusto, y no puedo evitar hacerlo yo también.
—Lamento si tenías planes. Puedo imaginarme todas las cosas interesantes que puede estar haciendo una adolescente un sábado por la tarde.
Uh, si ella supiera...
—Creeme, de todas maneras no tengo nada mejor que hacer. Además, no me molesta.
—¿Estás diciendo que te gusta mi compañía? —Dice ella con un tono pícaro.
Sonrío para mí misma.
—Claro que no.
Sé el momento en el que llegamos a la mansión, ya que frente a nosotras hay dos portones de hierro negro que se abren lentamente, y dejan ver un camino de rocas blancas. Eleonora murmura algo que no llego a entender, ya que estoy demasiado distraída con la vista frente a mi como para querer recalrcarlo. Conducimos por el amplio camino mientras la mansión Dankworth se vuelve más que una mancha negra, una monstruosa edificación de dos pisos. Toda una mansión gótica.
Demasiado cliché.
Bufo ante la estructura. Ventanales amplios estilo renacentista la decoran. La mansión tiene un aura anticuada, y parece más un castillo debido a las torres que se adueñan de los puntos más altos de la estructura. Es simplemente arte. Nunca había visto un lugar parecido. Frente a la mansión hay una fuente, y decenas de automóviles estacionados a un costado. Los jardines están perfectamente cortados, pero algunos árboles, están marchitos.

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Moonlight
Genç KurguUna serie de sucesos extraños perturban a los habitantes del pequeño pueblo de Darkhill, justo cuando una antigua familia decide regresar a este.