*Charlotte Walker*Si quisiera desear olvidar lo que había sucedido anoche, quizás, lo hubiera hecho. ¿Podría actuar como si nunca hubiera pasado? Seguro. ¿Algún día en verdad podría olvidarlo...?
No. Jamás.
Nunca podría olvidar lo que sentí. La manera en la que temí.
La manera en la que intentaba cazarnos, la sensación de ser perseguida y de estar a unos centímetros de la muerte, sin duda serían sentimientos que nunca podré sacudirme. ¿Lo peor? Ni siquiera se siente real. Esta mañana desperté, con el corazón al borde del colapso, mi mente aún no quería escapar de aquel momento. Y aún sumergida en mi sueño, me abrace para tratar de ahuyentar cualquier atisbo de anoche. Lo cual me fue imposible porque, ¿olvidar?
Yo jamás podría hacerlo.
Pero, podía distraerme. Así que, desperté muy temprano esta mañana —no es como si hubiera podido dormir algo de todas maneras— para buscar la mejor maldita receta de panqueques de moras. Llevo al menos dos docenas de panqueques, y todavía hay mucha harina, huevos, y emociones por drenar.
Incluso intenté tejer, pero requería más concentración a diferencia de los panqueques, así que, aquí estoy.
Desde hace 3 horas.
Mis brazos están expuestos, y no soy muy fan de la sensación. Los tengo enrollados alrededor del tazón con mezcla de panqueques, están sudorosos y con cada paso al batir la mezcla, siento como la piel cuelga y se batea. Aprieto los ojos con frustración y dejo el tazón a un lado sobre el mesón. Si pudiera decir que parte de mi misma odio más, serían mis brazos. Casi puedo sentir como las rayas en ellos se queman en mi piel. Se expanden. Cicatrices. O estrías. Cómo quieras llamarlo. Pero lo odio. Lo odio tanto, que con toda la angustia que mi cuerpo gigante posee, camino hacia el perchero al lado de la puerta y tomo un delgado abrigo color azul cielo.
Lo deslizo por mis brazos y de inmediato mi cuerpo se siente reconfortado por la tela. Suspiro con alivio, y vuelvo a la cocina.
Escucho pasos craquear contra la madera, y mi corazón se dispara. Suelto con brusquedad el tazón, volteo salvajemente hacia atrás, todos los mesones están ocupados por algún utensilio sucio. Los panqueques están amontonados en una pila, y el olor a moras tostadas infestan el ambiente.
Maldición.
Los pasos continuaron hacia la escalera, hasta que la figura de papá apareció debajo del umbral de la puerta. Tenía el rostro un poco hinchado, estaba restregando sus ojos los cuales parecían estar en malestar debido a la luz.
Lo mire con una sonrisa nerviosa y dije dulcemente:
—Buenos días.
Papá produjo un bostezo y sacudió su cabeza con efusividad para tratar de ahuyentar el sueño. Me miró con una mueca somnolienta y no sabía si era confusión o curiosidad. O quizás, si estaba demasiado adormilado como para sentir algo más.
—Que rayos haces despierta. —Dijo al cabo de unos minutos de mirar hacia la nada.
—Eh...
—¿A caso...? —Murmuró. Ahora sí lucía confundido. Ladeó la cabeza y pregunto con algo de desconcierto: —¿Qué estás haciendo, Char?
Levanté ambas manos, en señal de rendición. En una de ellas aún sostenía el batidor.
—Panqueques de moras.
Él levantó las cejas con incredulidad y miró a mi alrededor, desconcertado.
—¿Para todo el pueblo?
ESTÁS LEYENDO
Moonlight
Подростковая литератураUna serie de sucesos extraños perturban a los habitantes del pequeño pueblo de Darkhill, justo cuando una antigua familia decide regresar a este.