1. El VIP del Ecliptic Chateau

1.1K 84 74
                                    

Diana estaba especialmente contenta aquella noche, y lo cierto es que tenía mucho para festejar: acababa de presentar la tesis de su carrera y ya podía considerarse una sage licenciada en psicología.

Se había vestido con tacones altos, un pantalón ajustado de color negro y un top de puntilla rosa pálido que le había tejido Tanya. Llevaba el pelo suelto sobre la espalda, como una cascada dorada que le llegaba hasta la cintura. La máscara de pestañas resaltaba sus ojos azules, y el burdeos en los labios enfatizaba la exquisita curva de su sonrisa. Y no podía dejar de sonreír, no aquella noche.

Tanya, Lore, Carlos y Nico (sus mejores amigos), bailaban con ella mientras los vasos de vodka pasaban de una mano a otra hasta llegar a los hielos. Las luces de colores giraban entre los bailarines, tiñendo la música con sinuosas formas cambiantes. La atmósfera en el Ecliptic Chateau (el pub de moda en la urbe de Córdoba), no podía ser más adecuada para la ocasión.

Eran ya las cuatro de la mañana cuando, esforzándose por no tambalearse sobre los tacones, se separó de sus amigos para dirigirse a la barra a pedir una ronda de toc-toc.

Había demasiada gente ordenando bebidas, y las bartender parecían tener ojos solo para los chicos. Luego de recibir dos codazos y un pisotón, se alejó de la barra y observó el panorama intentando encontrar algún hueco libre.

Sus ojos se posaron entonces en una barra que estaba prácticamente vacía, a excepción de dos o tres personas, y cuyas bartender aguardaban sin mucho más que hacer.

—¡Genial! —exclamó y, sin pensárselo dos veces, se dirigió hacia allí.

Pero no tardó en darse cuenta, disgustada, de que había una cadena que le impedía continuar.

—Mierda, es la barra del VIP —comprendió.

Pero Diana no se rendía fácilmente, y menos aún teniendo en cuenta el alcohol que corría ya por sus venas (desde la tarde, cuando había salido de la facultad).

Miró a ambos lados para corroborar que ninguno de los vigilantes la estuviera observando y, sin pensarlo demasiado, se deslizó bajo la barrera, colándose al sector VIP. Avanzó hasta la barra, rogando que nadie notara que no debía estar allí e, inclinándose sobre ella, llamó la atención de una de las bartenders.

—¡Cinco toc-toc, porfa! —le pidió, regalándole una sonrisa.

—Marchando —respondió la chica.

Colocó los cinco vasos de chupito frente a ella y comenzó a llenarlos con tequila.

Diana rebuscó en el bolsillo de su pantalón para sacar el dinero. Cuando levantó la vista para pagar se dio cuenta de que no había pensado en cómo haría para llevar esos cinco vasitos, más el limón y la sal, hasta el otro lado de la barrera del VIP. Los miró, y luego a la muchedumbre de bailarines donde se encontraban sus amigos, intentando idear un nuevo plan.

—Mierda... Mal pensado, Diana —se reprendió—. ¿Cuánto es?

—Veinticinco —respondió la chica.

Cuando se disponía a entregarle el dinero, alguien detuvo la mano de la bartender en el aire. Ella asintió y, sin decir nada, se retiró a continuar con su trabajo.

—Pero...

Diana se giró sin comprender, encontrándose con unos ojos oscuros que la observaban de arriba abajo con descaro y sin ningún tipo de disimulo. Se trataba de un tipo de unos treinta y pico, quien igualaba su altura sobre los zapatos de tacón. Estaba vestido completamente de negro, y unos llamativos tatuajes asomaban desde su pecho por el cuello de la camisa. Llevaba el pelo, también negro, más corto a los lados y peinado hacia atrás.

NI EN TUS SUEÑOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora