Diana había estado evadiendo a sus amigas desde el sábado por la noche. Era domingo por la tarde y ya se había quedado sin excusas. Sabía que si no respondía irían directamente a su departamento sin esperar una invitación, así que tomando la iniciativa prefirió citarlas en otro lugar. No sabía si serviría de algo, pero si alguien sospechaba de ella, quien fuera, le parecía mejor mantener a sus amigas alejadas de su casa. No quería ponerlas en peligro también a ellas.
Tampoco sabía qué les diría que estaba pasando, cómo explicaría su reciente relación con Roman Novak, el supuestamente exitoso dueño de la cadena de clubes más grande de la urbe. Porque estaba claro que el hecho de que fuera un Velázquez era algo que el común de la gente no sabía (o prefería no saber).
Dándole vueltas a aquello, salió de la ducha y escogió unos vaqueros marrones ajustados, las sandalias romanas del día anterior y un top de color natural que, al igual que todos sus tops, había sido tejido por Tanya. Se puso una campera de hilo del mismo color y se fue, directa a la Bubbles Breakfast, una cafetería a un par de manzanas del edificio.
Cuando llegó, Tanya y Lore ya se encontraban allí, esperándola para ordenar la merienda.
—¡Ahí llegó! —exclamó Lore.
—¡Al fin! ¿Cómo estás, Diana?
—¡Hola chicas!
—¿Cómo que cómo está? Obvio que está superbien, ¡y bien atendida! Menudo semental es ese Roman...
—¡Lore! —se quejó Diana, interrumpiéndola con un empujón en el hombro. Se sentó en la silla a su lado.
—Está bien, está bien. No saquemos conclusiones precipitadas, pero coincidamos en que nos debés una explicación —exigió Tanya.
—Exacto. ¿Qué es eso de abandonar a tus amigos y salir prácticamente corriendo del bar para subirte en su Harley? —Lore levantó las cejas pícaramente—. Contanos, dale.
—Uff... ¿Por dónde empiezo?
Un camarero se acercó interrumpiendo su conversación y dando así un respiro a Diana, cosa que agradeció mientras pensaba en qué decirle a sus amigas.
—Un café solo. Y un muffin de avena, por favor —pidió Tanya.
—Para mí uno de maíz, y té verde.
—Yo... —Diana se lo pensó, no tenía mucha hambre con todas aquellas emociones revoloteando en su estómago. —Un té igual que ella, y nada más.
El camarero asintió y se retiró.
—¿Y bien? —inquirió Tanya.
—Mmm... Resulta que el viernes me hice una escapada al Ecliptic...
—¡Y no nos avisaste! —reclamó Lore.
—Dejala hablar —le pidió Tanya—. Después la retamos todo lo que haga falta.
Diana suspiró, presionada bajo las entretenidas e interesadas miradas de sus amigas.
—Me sentía mal por lo de Marcos, y se me ocurrió la atípica idea de salir sola a tomar algo —mintió—. Me sentía para el culo y no tenía ganas de hablar con nadie, por eso no les avisé para que vinieran. Y cuando estaba allá Roman me vio y se me acercó.
El camarero regresó con sus pedidos, momento que Diana aprovechó para respirar hondo. Le incomodaba la idea de mentirle a sus amigas, pero no podía decirles la verdad. Cuanto menos supieran sobre Marcos, Roman, los cuarteles, Fernando y la guardia, mejor para ellas.
—¿Y? ¿Qué pasó?
—Eso, ¿qué pasó? Ni te atrevas a pensar que ya nos contaste suficiente —puntualizó Tanya, señalándola con su cucharilla.
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NI EN TUS SUEÑOS
RomanceDiana acaba de graduarse en psicología y está entusiasmada por iniciar una nueva etapa en su vida. Pero todo cambia a raíz de la desaparición de su primo Marcos. Convencida de que la Guardia Citadina no está ocupándose del caso, Diana comienza a inv...