Sabía que era un sueño pero no le importó, estaba dispuesta a disfrutarlo hasta despertarse.
Roman se acostó boca arriba sin dejar de besarla, recorriendo su cintura con las manos como si quisiera memorizar su figura. Apretó los dedos con fuerza al acariciarle los glúteos, presionando la cadera de la chica contra su erección.
Diana suspiró, solo podía pensar en sentirlo dentro de ella. Le había llenado la cabeza de fantasías eróticas que ahora deseaba experimentar. Quería recorrerlo con las manos, sentir el calor de su piel contra la suya, besar cada uno de sus tatuajes... Comenzó a moverse sobre él haciendo que se endureciera aún más.
—¿Me lo vas a pedir?
Diana se mordió el labio.
—Roman...
—¿Qué? —La sonrisa lobuna que le dedicó hizo que se le erizara el vello de la nuca.
—Quiero que me cojás.
—¿Cómo? No te escuché bien...
Esta vez fue ella quien sonrió. Incluso en sus sueños, Roman se comportaba como Roman.
—Que quiero que me...
Abrió los ojos de golpe, asustada, aunque sin comprender qué sucedía. Elodia acababa de empujarla de la cama, y tardó en entender lo que le estaba diciendo, en pasar de estar sobre Roman a sobre la alfombra de la habitación de Elodia.
—¡...tenemos que irnos!
Un golpe seco del otro lado de la pared y el grito de dolor de Marcos terminaron de traerla al presente. Pero no le dio tiempo a reaccionar, dos hombres abrieron la puerta de la habitación de un golpe y se abalanzaron sobre ellas.
Diana gritó, Elodia intentó patearlos, pero las agarraron a ambas por el pelo y, con ayuda de un tercero, les ataron las manos a la espalda.
—¡Orozco hijos de puta! —gritó la morena, y escupió a sus pies.
Uno de ellos la abofeteó haciéndola callar, pero entonces se asomó un cuarto hombre para comprobar lo que sucedía dentro de la habitación.
—¿Qué les dije sobre ponerles las manos encima? Las mujeres intactas valen más que las que tienen cicatrices. ¡Idiotas!
Diana se encontró con los intensos ojos verdes de Fernando Ricci, quien la observaba complacido.
—¿Fernando? ¿Por qué hace esto la guardia? —le reclamó, confundida.
Él se rio, entretenido con la escena.
—¿Se conocen? —preguntó Elodia, mirándolos a ambos—. No es de la guardia, es el hijo menor de Orozco.
—Al final volvemos a vernos —dijo él, acercándose hasta Diana (sujeta por uno de sus hombres)—. Tengo que confesarte que me decepciona que el que nos haya llamado haya sido Marcos. Habría esperado más de vos, una ciudadana modelo, con un futuro por delante como sage... Pero no, no sé qué carajo tendrá Roman Velázquez en la verga, si es una varita mágica o qué. Pero no te preocupés, voy a romper ese hechizo, y cuando acabe con vos no vas a poder pensar en nadie que no sea yo.
Diana no fue capaz de hablar, sentía la garganta seca y un enorme nudo en el estómago. Los ojos se le rebalsaron de lágrimas y ya no pudo ver nada con claridad. Ni siquiera dentro de ella, donde todo se había sumido en un profundo caos.
Escuchó que Elodia lo insultaba, pero no logró entender lo que le decía, no le quedaba voluntad para nada. La guardia jamás había aparecido, Roman estaba en manos de Ernesto, y ahora ellos en manos de Orozco. Por si fuera poco, Marcos la había traicionado después de todo lo que había hecho por él, y aunque sabía que lo había hecho por miedo se había equivocado en no confiar en ella.
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NI EN TUS SUEÑOS
RomanceDiana acaba de graduarse en psicología y está entusiasmada por iniciar una nueva etapa en su vida. Pero todo cambia a raíz de la desaparición de su primo Marcos. Convencida de que la Guardia Citadina no está ocupándose del caso, Diana comienza a inv...