—¡Pero si es mi chica!
Gritó Bianca corriendo hacia mi.
Yo abrí los brazos recibiendola mientras sonreíamos.
Los días se habían pasado volando, por fin era domingo.
Nos separamos un poco y la ví, se había teñido el cabello rubio y había cambiado por completo su forma de vestir.
—¿Pero qué es esto? ¿Y el oversize?
Dije riendo mientras le echaba un vistazo.
Llevaba un top y un short mom, se veía muy bien pero no estaba acostumbrada a verla vestida de esa manera, en Uruguay siempre optó por usar ropa oversize o lo que estuviera de moda.
—Pensé que si cambiaría de aires, podía renovar un poco mi estilo, siempre quise hacerlo pero es mucho más fácil cuando estás en un lugar completamente nuevo.
Yo asentí sonriendo.
Caminamos hacia el estacionamiento donde papá nos esperaba, se saludaron y decidimos ir por un desayuno ligero.
—Muero de hambre.
Dijo Bianca y mi padre rió.
—No te preocupes, en un rato más tenemos una comida.
—¿Ah si? ¿Con quién?
Preguntó mi mejor amiga.
—Con los chicos del equipo, vamos a despedir a un chico que se va unas cuantas semanas con la selección mexicana a competir por la copa oro.
—¿Solo un chico? Debe ser bueno.
Dijo ella.
—La verdad es increíble, Dianee te dirá que no porque lo odia, pero es un jugador con un nivel increíble.
—No lo odio, él me odia a mi. Además, sé admitir cuando un jugador es bueno y él si lo es.
Me encogí de hombros y mi padre sonrió mientras me miraba por el retrovisor, yo rodé los ojos.
Llegamos a casa y subimos a ducharnos, teníamos que estar listas en una hora, lo cual era imposible teniendo en cuenta que ahora éramos dos chicas.
Bi dejó sus cosas en la mitad del closet que había reservado para ella y tomó un baño rápido, después entré yo y al salir, ella ya se estaba maquillando.
—¿Así estoy bien?
Preguntó y yo sonreí asintiendo.
—Estás preciosa.
Se levantó y me abrazó, yo reí.
Me vestí y bajamos, papá nos esperaba con cara de pocos amigos sentado en la barra de la cocina.
Tal vez nos habíamos pasado media hora del tiempo que nos había dado, pero había sido completamente su culpa.
El día de hoy usábamos el jersey blanco con cuello azul, honestamente me gustaba más el amarillo.
—Me siento como una tonta.
Dijo Bi mientras reía.
Entramos a la casa de Aquino nuevamente, él era quien se ofrecía a que las reuniones fueran ahí.
—Te prometo que te conseguiré una.
Dijo mi padre y ella asintió sonriente.
—¡Hola!
Gritó Gignac acercándose a saludar.
Y así varios jugadores, hasta que solo faltaba Sebastian.
Diego aún no llegaba, ese chico era de lo más impuntual, por Dios.
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Resilience. ||Diego Lainez||
Teen FictionDel odio al amor solo hay un paso... ¿o un campo?