16. Yo no quería.

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—Esto no puede estar pasándome a mí.

Dije mientras pasaba las manos por mi cabello.

—Tranquilo, lo vamos a solucionar.

Dijo Mauro mientras se sentaba nuevamente.

Estábamos en mi habitación justo ahora Mauro, Edson y yo, pensando que rayos íbamos a hacer para revertir el desastre que se había generado en todos los noticieros deportivos y de chismes.

—Esto es ridículo, ni siquiera la besé yo, fue ella.

Aventé mi celular a la cama y Edson puso su mano sobre mi brazo, tratando de tranquilizarme.

—Eso lo sabemos nosotros, pero tenemos que encontrar la manera de que los demás también lo sepan.

—¿Y si Dianee lo ve?

Se me hizo un hueco en el estómago.

Anoche, la chica que me besó (que resultó que SI era prima de Tamara) hizo que otra de sus primas tomara una foto.

¿Por qué? Yo que mierda iba a saber.

¿Por qué una chica que no conocía de nada, quería joderme la vida de esta manera?

—No lo va a ver, estamos a miles de kilómetros de distancia.

Dijo Edson y yo negué con la cabeza.

—No lo entiendes, ella ama el fútbol, respira, se baña, come viendo fútbol. Además de que sigue a todas las páginas que tengan algo que ver con el club Tigres.

Ellos suspiraron.

Estaba perdido, si Dianee veía esto podía malinterpretarlo y todo lo que habíamos progresado se iría a la basura en un segundo.

—Debiste decirle anoche que hablaron por teléfono lo que pasó.

Dijo mi hermano.

Y tenía razón, pero no podía vivir del "hubiera".

—Háblale ahora.

Dijo Edson y yo negué con la cabeza.

¿Que iba a decirle?

Hola Dianee, ¿Recuerdas que precisamente ayer estabas enojada conmigo y luego me disculpaste por ser un idiota y no hablarte? Bueno, pues anoche también besé a otra chica, no te espantes, fue ella, lo vas a ver en todos lados pero tú debes confiar en mí, yo no quería.

—No idiota, eso no. Dile la verdad.

—Esa es la verdad.

Le lancé una almohada.

—Llama a Tamara, mínimo necesitamos una explicación.

Dijo Mauro y yo asentí.

Pero Tamara no contestó.

—Mierda.

Dije yo al ver que me estaban llegando una captura de pantalla tras otra, de Dianee.

—A ver.

Dijo el moreno y yo negué con la cabeza.

—No quiero.

El bufó y tomó mi celular.

Y si, efectivamente. Dianee estaba mandando infinidad de mensajes de cada nota que se había encontrado referente a lo sucedido.

Entonces le llamé.

Ella contestó casi de inmediato pero no dijo nada, así que me dispuse a hablar yo, tenía que arreglar esto de una manera u otra.

—Dianee, sé que debes estar molesta pero tienes que creerme, nada de lo que dicen esos estúpidos reporteros amarillistas es verdad. Las cosas no fueron así, ella me besó a mí y yo la aparté, te lo juro.

Resilience. ||Diego Lainez||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora