—¿Te duele mucho?
Preguntó papá, yo negué con la cabeza, mentí.
—Estoy bien papá, solo son unos cuantos golpes, en unos días estaré como nueva.
—Te juro que voy a encontrar a los malnacidos que te hicieron esto, no sé cómo pero los voy a encontrar y los voy a refundir en la cárcel.
Dijo él poniéndose de pie.
Bianca miraba la escena con los brazos cruzados desde el sillón para las visitas, después sus ojos se clavaron directamente en mí.
—¿Por qué no se toma un café, señor? Yo me quedo con ella.
Dijo mi mejor amiga y él negó con la cabeza.
—No me puedo ir y dejarla aquí.
—Aquí estaré todo el tiempo y allá afuera están los chicos, no va a pasar nada, vaya. Necesita respirar un momento.
Insistió.
Mi padre la miró un par de segundos y suspiró asintiendo.
—Gracias, hija.
Salió de la habitación después de darme un beso en la frente.
—Bi...
—No hables, solo no hables, Dianee. Estoy realmente molesta contigo.
Iba a decir algo más pero sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, se tumbó en el sillón nuevamente y comenzó a llorar con las manos en los ojos.
—¿Estás bien?
Pregunté sin poder levantarme a abrazarla.
—¿Por qué me preguntas eso? Yo soy la que debería estar consolandote a ti, no al revés.
Dijo mientras las lágrimas corrían por sus mejillas y llegaban a su barbilla.
—Lo siento.
Dije yo.
—No puedo creer que estemos aquí discutiendo esto, debí decirle a tu padre desde que lo vimos con otra, o cuando te hizo el primer moretón, ¿qué estoy esperando? ¿Qué te mate?
Siguió llorando y limpiando sus lágrimas en la manga de su suéter, mis ojos comenzaron a picar también.
—Eso no va a pasar, te prometo que esta pesadilla termina aquí.
Dije y ella negó con la cabeza.
—Dianee, ya no te creo. Eso me dijiste las veces anteriores y mira donde estamos.
Se me hizo un nudo en la garganta.
Sabía que era una tonta, la Dianee de Uruguay jamás hubiera permitido que le pusieran una mano encima.
O al menos eso pensé, pero al parecer solo lo sabes cuando te toca estar en esta situación.
La puerta se abrió de repente dejándonos ver a un Sebastian agitado, estaba haciendo una entrada dramática para que todos le creyeran su estúpido cuento.
—Mi amor, oh por Dios, ¿qué te pasó?
Dijo acercándose a mí.
De repente, Bianca caminó hacia él con decisión, se le plantó enfrente y le soltó una cachetada.
—Aléjate de ella, estúpido.
Dijo mirándolo con asco, los ojos de Sebastian cambiaron en unos segundos y ahora su mirada era fría, estaba molesto.
—Dianee, saca a esta zorra de aquí o no respondo.
Dijo mirándome.
—¿O si no, qué? ¿También me vas a pegar? Poco hombre.
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Resilience. ||Diego Lainez||
Teen FictionDel odio al amor solo hay un paso... ¿o un campo?