Saliendo de la reunión, el funcionario del gobierno saluda a los dos guardias de la sala.
—¿Qué te pidieron? ¿Otro trabajo sucio?
—Sí. Ya sabes cómo es el Sr. Hoffman.
—Ese viejo era raro desde un inicio. He trabajado más de una década aquí y siempre ha sido igual. Bueno Mark, te aconsejo que no te acerques demasiado, terminarás sabiendo cosas que no quisieras.
—Gracias. Lo tendré en cuenta. ¡Adiós!
Solo se encontraba Alphonse en la sala. Menos de un minuto pasó desde que se fue el funcionario y ya estaba solicitando de nuevo una reunión.
—¿Ahora quien está llamando? —preguntó Yashiba.
—Fui yo —respondió Hoffman—. Recordé algo. Uno de esos chicos extrajo la fuente de radiación del meteorito y se la llevó.
—¿Eso no es ilegal? —preguntó Joseph Smith, el líder americano.
—Sí. Pero según los informes de la comisaría afirmaron que tenían un permiso firmado por el gobernador del sector 10 —todos quedaron asombrados y Yashiba lo llamó enojado.
—¡Gobernador! —un holograma del gobernador apareció, arrodillándose enfrente de las gigantes figuras holográficas.
—¿Qué sucedió, mis señores?
—¿Cómo es posible? ¡Nos acabamos de enterar que otorgó un permiso para excavar en el meteorito sin nuestro consentimiento!
—¡No! Yo no podría hacer algo semejante.
—¡Pues ya se hizo! Dios, se supone que ese lugar estaba cercado —el enojo de Yashiba aumentaba cada vez más—. ¿Los oficiales de la comisaría no se dieron cuenta?
—No —le respondió Alphonse—. Los capturaron luego de que terminaran, según los registros.
—Mis disculpas por interrumpir —el gobernador tomó la palabra—, pero tengo algo que decir. Algunos oficiales estaban corruptos y... casi hacen un atentado en la comisaría.
—¿Cómo? No puede ser tanto caos —su furia era tal que parecía que explotaría—. Ya veo que mi opinión no se toma en cuenta en este lugar. El país está en ruinas por sus acciones, y aunque he intentado hacer el bien aquí, no me han hecho mero caso. ¿No tuvieron suficiente con jugar con la historia?. Ja, cuesta creer que yo fui quien tuve la idea, que yo hice lo posible para concebir este lugar.
—¡Tonto! —le interrumpió Joseph— ¿Crees que nosotros no hemos hecho nada? ¿Que solo nos hemos quedado parados mirando? No. Nosotros nos hemos esforzado igual que tú. ¡Por la paz!
—¡Cállate! Tú no tienes derecho a hablar de paz. ¡Los tuyos han exterminado y maltratado a los nuestros en toda la historia! ¿Para qué? Para poder robar y vender nuestros recursos, haciéndose millonarios a costa nuestra.
—Cálmense —les dijo Chou—. No ganamos nada discutiendo.
—Está bien. Ustedes seis, tomen las decisiones que quieran. Lo que hagan no me importa. De todos modos, mi voto no valiera aquí —después de hablar, Yashiba cerró la sesión y se fue de la reunión. El silencio fue roto por las risas de Alphonse.
—¡Al fin! Ya se fue ese tonto. Me tenía harto con sus discursos sobre la paz en cada reunión y con términos que no comprende. Ese... ¡Ese no sabe lo que es paz!
—Oye Alphonse, ¿Te encuentras bien? —preguntó Chou.
—Sí, sí. Estoy bien —recuperó la compostura, dejando al resto sin palabras—. Gobernador Lee, puede retirarse de la sesión. Ya no se puede resolver nada.
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Calliot
Science Fiction2209. En un mundo unificado de descubrimientos y guerras, de tecnologías y traiciones, de algoritmos y de creencias, un joven arqueólogo llamado Calliot encuentra un arma alienígena con la que se propone ser un héroe por el bien del resto... Pero no...