Epílogo

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I

Ese día, Emma Swan despertó con Regina Mills entre sus brazos. La alcaldesa dormía apaciblemente sobre su pecho, rodeando su cintura con una pierna y abrazándola como si fuera un peluche. Emma sonrió al verla y rememorar la primera vez que la reina despertó de aquella manera, en Camelot. La diferencia era que, esta vez, la Salvadora no había tenido que forzarla a hacerlo con la daga. La rubia se incorporó en la cama y besó la frente de la mujer, provocando que Regina se moviera ligeramente, abriera los ojos y mirara hacia arriba.

"Buenos días" sonrió la rubia.

"Buenos días" respondió Regina con la voz algo ronca y somnolienta. Acto seguido, ambas compartieron un rápido beso. "Feliz cumpleaños"

Emma sonrió de lado a lado y estrechó a Regina entre sus brazos con más fuerza, generando en ella un pequeño quejido y una franca carcajada. No podía creer que se hubiera acordado. Por primera vez en mucho tiempo, Emma recibía un "feliz cumpleaños" de alguien.

"Te quiero mucho" respondió Emma emocionada.

"Y yo a ti"

La pareja compartió un nuevo beso y se pusieron de pie. Emma se vistió rápidamente y esperó a que Regina estuviera también lista para bajar. Entonces, descendieron las escaleras justo para encontrarse con un Henry Mills ya vestido y con una gran sonrisa. Se encontraba en el último peldaño de los escalones y detrás de él, en la mesa de centro, había un paquete envuelto en papel de regalo y una tarta de chocolate.

"¡Feliz cumpleaños, mamá!"

"¡Henry!" exclamó Emma, bajando los últimos peldaños a gran velocidad. "Esto es genial, ¡gracias!" la rubia abrazó a su hijo con fuerza y observó el paquete y la tarta. Cuando los tacones de Regina resonaron contra las baldosas del salón, Emma se giró hacia ella, que no podía dejar de sonreír a su emocionada chica. "¿Esto es obra vuestra? ¿Es para... mi?"

"Por supuesto que es para ti" respondió la morena. "De hecho, ¿por qué no lo abres?"

La sheriff no respondió. Se limitó a coger el paquete envuelto entre sus manos, con una mirada casi infantil en los ojos y comenzó a arrancar el papel de la caja. La sonrisa de la rubia se amplió todavía más cuando observó lo que había en el interior. Era un precioso marco de fotos color café, con una fotografía de ellos tres como protagonistas. Reconocía la imagen porque, de hecho, se había sacado aquella foto la noche anterior, en Granny's. Henry quería enseñar a Violet cómo funcionaba una cámara, así que posó con sus madres para que la chica pudiera sacar su primera fotografía.

Cogió el marco entre sus manos y acarició con la yema de sus dedos el rostro de Regina en el retrato. Estaba absolutamente deslumbrante. Sonreía de oreja a oreja, con un brazo rodeando a Emma y el otro apoyado sobre el hombro de Henry. Su hijo, por su parte, se encontraba entre sus dos madres y tenía un rictus de genuina felicidad en la cara. Y ella misma, Emma Swan, tenía los ojos chispeantes y brillantes. Los tres se veían dichosos. Nunca habían sido tan felices.

La Salvadora dejó con cuidado la fotografía sobre la mesa y rebuscó en la caja. Había algo más y, cuando lo sacó, no pudo evitar soltar una franca carcajada.

"¡¿Es broma?!" exclamó emocionada, mientras sacaba una cazadora de cuero similar a la suya, pero en otro color. "¡Es perfecta! ¡No tengo ninguna azul!"

"Te dije que era mejor que el verde" murmuró Henry a su madre adoptiva, quien rodó los ojos y avanzó hacia Emma.

"Me alegra de que te guste, cielo"

Se besaron de nuevo, acto que, por lo visto, no parecían poder dejar de hacer desde que regresaron de Camelot y se adentraron a la cocina.

"Entiendo que la tarta no es para desayunar" bromeó Emma.

Luz y oscuridad [SwanQueen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora