Epílogo

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Un mundo feliz

con muchas personas que ya no sufrían.

Veía el lago en donde el los rayos de sol resplandecían de una manera hermosa. El viento removía mi cabello y las flores que rodeaban el pequeño y lindo puente.

— ¡Aidan, vámonos!— mi hermano Ryan con una sonrisa de oreja a oreja me llamó mientras se subía al asiento de copiloto.

— ¡Pero déjame el asiento de adelante!— reclamé.

Él se rió en mi cara y terminó de cerrar la puerta con él dentro.

— ¡El camión ya se fue, vamos, Aidan!— esta vez mamá me llamó.

Papá me dedicaba una sonrisa mientras también me llamaba con su mano. Yo tuve de otra que echarle un última mirada al lago y naturaleza.

Estaba apunto de irme, si no fuera porque habían jalado mi camisa.

Al verlo, era un niño pequeño, que comía felizmente un algodón de azúcar.

— Hola —me saludó sonrientemente.

— Hola, pequeño, ¿cómo te llamas?— le sonreí amablemente y me agaché a su altura.

— Derek— mencionó.

— Hola, Derek, yo soy Aidan— le ofrecí mi mano y él la aceptó, igual de sonriente—. ¿Y tus padres?

Justo cuando pregunté, una voz tranquila y serena lo llamó.

— ¡Derek, ven, hay que irnos a casa!— su madre lo llamó, acompañada del que supuse que era su esposo y su hija menor, un poco más mayor que el pequeño Derek.

Él me sonrió.

— ¡Adiós, Aidan!— se despidió emocionado, yendo a los brazos de su madre con mucha velocidad.

Su padre despidió y su hermana me miró, para luego seguir con su camino, riendo y alejándose poco a poco.

Ese niño en verdad se veía feliz con su familia. Era un niño feliz, y eso fue algo lindo.

—¡Aidan!— Ryan me volvió a llamar, yo los volteé a ver—. ¿Te vienes o te quedas?— preguntó a lo lejos.

Yo reí poco y me acerqué al auto, me adentré en el asiento trasero junto a mi madre. Me posicioné en su hombro por sueño y pude percibir el aroma de su cabello castaño.

Sentí que el auto comenzaba a arrancar. Papá y Ryan hablaba sobre lo que sea, y antes de dormirme pude escuchar una pregunta:

— ¿Listo para mudarte al campo?— rió Ryan, igual de sonriente como lo era siempre.

El campo era tranquilo, era uno de muchos lugares favoritos en el planeta.

— Lo estoy— afirmé, acomodándome en el hombro de mi mamá y sintiendo su cálido tacto.

Luego me dormí, esperando despertar en el campo tranquilo y sereno.

Fin.

𝐀𝐦𝐧𝐞𝐬𝐢𝐚 𝐃𝐢𝐬𝐨𝐜𝐢𝐚𝐭𝐢𝐯𝐚. [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora