PUERTAS DEL EDEN - EL ASCENSO

Volumen 1 Capítulo 8: Hermanas de otra Sangre

Miel y Diana, acompañadas por una variada caravana de personas, cruzaron las serenas praderas en su camino hacia Zenavel. El sol se reflejaba en el verde exuberante del paisaje, y el aire estaba lleno de una sensación de esperanza y determinación. Las voces y risas de los otros miembros de la caravana creaban un ambiente de comunidad y solidaridad, mientras avanzaban juntos hacia su destino compartido.

A medida que caminaban lado a lado, Miel y Diana encontraron un momento para hablar en privado. Las preocupaciones y tristeza de Miel eran evidentes en su expresión, y Diana sabía que había algo en su mente que necesitaba compartir. Aunque el camino no era fácil y sus rostros estaban cansados por la travesía, encontraron un espacio tranquilo donde podían hablar.

Diana se volvió hacia Miel con una mirada cálida y amigable, reconociendo su estado emocional. "Miel, sé que estás pasando por un momento difícil. Estoy aquí para ti, ¿quieres hablar sobre lo que está sucediendo?"

Miel suspiró profundamente, sus ojos reflejando una mezcla de tristeza y ansiedad. "Diana, nunca he estado tan lejos de casa. Estar en esta caravana, en este camino incierto hacia Zenavel, me asusta. Nunca antes había salido de nuestra casa y enfrentarme a lo desconocido me llena de temor."

Diana asintió comprensivamente, colocando una mano tranquilizadora sobre el hombro de Miel. "Entiendo que esto sea abrumador para ti, Miel. Pero estamos juntas en esto, ¿recuerdas? Hemos enfrentado desafíos antes y los hemos superado. No estás sola."

Miel se limpió una lágrima que había comenzado a recorrer su mejilla. "Sé que tengo a mi lado a alguien en quien puedo confiar, Diana. Pero el miedo... es abrumador. Me pregunto si podré enfrentar lo que está por venir."

Diana sonrió con dulzura. "Miel, eres mucho más fuerte de lo que crees. Has demostrado valentía y compasión en situaciones difíciles. Y yo estaré aquí para apoyarte en cada paso del camino. No tienes que enfrentarlo sola."

Las lágrimas de Miel seguían fluyendo, pero su mirada mostraba gratitud por las palabras de Diana. "No sé qué haría sin ti, Diana. Eres mi amiga más querida, mi compañera en esta travesía incierta."

Diana abrazó a Miel con ternura, sosteniéndola mientras lloraba. "Estoy aquí para ti, Miel. Siempre. No importa cuán difícil se vuelva el camino, enfrentaremos cada desafío juntas."

Mientras Diana la sostenía, Miel encontró la fortaleza para expresar sus sentimientos más profundos. "Diana, quiero que sepas cuánto valoro nuestra amistad y todo lo que hemos compartido. Huir de esa mansión fue un acto de valentía para ambas, y no podría haberlo hecho sin ti. Ahora soy libre, y sé que debo aprovechar esta oportunidad para vivir una vida que merezco."

Diana sonrió, apartando delicadamente un mechón de cabello de la frente de Miel. "Eres increíble, Miel. Tu fuerza y bondad me han inspirado más de lo que podrías imaginar. Ahora, nos toca construir un nuevo camino juntas."

Miel rió con sinceridad, a pesar de las lágrimas que aún resbalaban por sus mejillas. "Y al menos no tendré que soportar las aburridas clases de Etiqueta y Tenedor de Lady Marian. Eso es un alivio."

Una sombra pasó por la caravana, atrayendo la atención de Diana. Un hombre alto y desconocido la miraba a Miel con una expresión que no pasó desapercibida. Diana apretó ligeramente el brazo de Miel mientras le susurraba al oído. "Miel, ten cuidado. Ese hombre nos está mirando de manera sospechosa."

La mirada amenazante de Diana y el movimiento sutil de su daga en su cinturón enviaron un mensaje claro al hombre. Él entendió la advertencia implícita y decidió retirarse, consciente de que enfrentaría las consecuencias si se atrevía a faltar el respeto.

Un estallido de risas llenó el aire cuando Miel y Diana se dieron cuenta de su efecto en el hombre. Mientras la caravana continuaba avanzando, las risas y la complicidad entre las dos amigas se sumaron a la sensación de camaradería en el grupo.