Capítulo 2. Colmillo blanco.

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Las semanas siguientes mi abuelo estuvo entrenándome a muerte, literalmente. Nada más llegar del instituto me entrenaba hasta que era noche cerrada. Pero no os preocupéis, sobreviví. Un día decidió llevarme de nuevo a aquella extraña época. Allí me hizo que me enfrentara a un demonio.

-Salta, ¡agache! Pero ¡quieres darle! Uff... así no. Arriba. Tora eso es abajo. El brazo, muy bien. ¡Ahora córtale el otro! No así no.

-¡¡Abuelo!! ¡¡Me desconcentras!! ¡¡Nunca he hecho esto!!

-¡Cuidado!

El demonio intento aplastarme. Era bastante grande y tenía dos cuernos, los ojos pequeños, redondos y negros, no tenía nariz si no dos agujeros... En fin, creo que con decir que era morado es suficiente para salir corriendo. Nunca había luchado, ni matado a nadie. Pero con esa espada... es como si sólo necesitara que yo la cogiese para que atacase como una loca. Parecía pesada pero en mis manos era como una pluma. Y al final... ¡fum! Fuera cabeza. Fue una imagen espantosa. Pero mi abuelo corrió a abrazarme sonriendo.

-Sabía que lo harías. Serás tan poderosa como tu padre. Sé que cumplirás bien tu misión.

-Respecto a eso... abuelo. Yo no sé si podré. Este no es el mundo en el que me he criado.

-Llevas este sitio en tu sangre, pronto te adaptarás, ya verás. Este es tu destino. De hecho, esta noche te quedarás aquí.

-¡¿Cómo que, qué?!

-Tienes que adaptarte, los viajes serán largos.

-Abu...

-Allí está mi cabaña. Hay comida suficiente, creo. Si no, no bajes al pueblo porque podría pasarte lo de la otra vez.

-Per...

-Adiós. Vengo a por ti mañana.

-Aggh...

Me dirigí a la cabaña que me indicó mi abuelo. Estaba metida entre varios árboles y, como no, era de madera. Entré. Había una mesita (de madera), con una silla (de madera ._.), una cama de paja (y madera) y por último una pequeña puerta que llevaba a una especie de desván lleno de alimentos, reliquias, armas... Entre tantos cacharros encontré un arco que me llamó la atención. Nunca había visto uno de verdad. Lo cogí junto con las flechas que lo acompañaban. Salí al exterior y elegí un árbol. En su tronco coloqué una pequeña hoja sujetándola a la corteza y me alejé. Saqué una flecha e intenté colocarla en el arco. Por fin, después de unos diez minutos, conseguí apuntar con la flecha a mi complicado objetivo. Quería probar si de verdad tenía algo que ver con esta época y con una guerrera, si mi había heredado algo de mis supuestos padres. En especial, de mi madre guerrera. Tensé el arco y me concentré. Suavemente solté la flecha que surcó el viento y se clavó al lado de la hoja que yo había puesto. Increíble, por sólo unos centímetros. Volví a intentarlo. Esta vez la rocé y la hice caer. Volví a colocarla y otro intento. A la quinta vez conseguí acertar en la hoja. Empezó a anochecer y me entró hambre. Recogí todas las flechas y entré en la cabaña. Cogí una manzana y salí a dar una vuelta. Otra vez, después de andar un rato, me encontré con el pozo que vi el primer día. Volví a asomarme, esta vez no había huesos, ¿cómo era posible? Se me escurrió la manzana y cayó al pozo, a los segundos pude ver cómo desaparecía. Me subí al borde para probar si era otro portal a mi época pero oí una voz a lo lejos. Salté corriendo a la hierba y me escondí tras unos arbustos. Un pequeño zorro se acercó y se asomó al pozo.

-Kagome aún no ha vuelto.

Otra vez ese nombre... Una voz de anciano le respondió, ¿de dónde venía esa vocecita?

-La señorita Kagome tiene cosas que atender en su mundo, pero no te preocupes Shippo. Mañana volverá y si no el amo Inuyasha irá a buscarla.

¿Amo Inuyasha? ¿Ese no era uno de los hijos del tal Inu no Taisho? Mi abuelo me dijo que no debía de cruzarme con ellos. El pequeño zorro volvió por donde había venido. Iba a regresar a la cabaña cuando recordé... que no me acordaba de por donde había venido. Comencé a tirarme de los pelos y a decir: "Tonta, tonta, tonta, tonta. Y si... no al pueblo el abuelo dijo que no. Pero... uff, no. El pozo, podría... Ay, no, no, no". Sentí algo palpitar en mi cintura. ¿La espada? No recordaba llevarla encima. Desenvainé a colmillo del tigre Blanco. Me pareció un nombre muy largo así que decidí nombrarle sólo colmillo Blanco. Era verdad que la espada parecía un gran colmillo. Era tan brillante y estaba tan afilada. Recordé que podía transformarse pero, ¿cómo? Probé a agitarla. Nada. Aunque parecía tonta, dije en voz alta:

Tora y la perla de ShikonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora