Capítulo 34. El portal

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Hola de nuevo. Ha pasado mucho mucho mucho tiempo... Sinceramente con los exámenes no tenía mucho tiempo para escribir, pero no hay excusas ya jaja. Creí que después de tanto tiempo mi historia había caído en el olvido y continuarlo iba a ser inútil. Pero he visto que tenemos +8000 lecturas!!! Y he visto muchos mensajes de lectores que me suplicaban que la terminase y no quiero que os sintáis ignorados así que... me he comprometido a terminarla si o si. Espero que le deis el mismo amor que ha recibido hasta ahora. ¡¡¡VAMOS A POR EL FINAL!!!


Mientras Naraku siga teniendo el corazón de Kagura, ella deberá ser su esclava. Lo ha dejado claro. Hakudoshi la hizo estremecerse de dolor sin si quiera tocarla. Esa criatura repugnante. Ojala pudiera hacerle mil trocitos y acabar de una vez con el problema. Pero mientras que no este segura de dónde esta el corazón de Naraku y de como acabar con él, seguiré siendo una estúpida marioneta con la que Hakudoshi se divierte. La sola idea me hacía rabiar. 

Hablando de Hakudoshi, ya llevábamos un rato asomados a un barranco viendo como unos aldeanos marchaban hacia su aldea. ¿Qué tenía pensado ahora el mocoso?

-¿A qué esperas? -preguntó Kagura que debía tener la misma curiosidad que yo.

-Todos esos aldeanos serán comida para los pájaros. Extraeremos toda su sangre para abrir un portal entre este mundo y el más allá. 

El simple pensamiento hizo que un escalofrío me recorriera la espalda. Según dijo eso, una bandada de pájaros empezó a graznar mientras se acercaban veloces a los aldeanos. Agarré mi espada con fuerza pero un simple vistazo de reojo de Hakudoshi me dejó claro que no debía hacer nada por evitarlo.

Por primera vez me alegré de ver a Inuyasha y su grupo. Evitó que los pájaros devoraran a los inocentes aldeanos. Hakudoshi ordenó a Kagura que interviniera y esta no tuvo más remedio que usar su danza de espadas para intentar alcanzar a Inuyasha. 

-¡Hakudoshi! -gritó Inuyasha- ¿tú otra vez? -luego posó su mirada en mi- ¿y tú...?

-Volvemos a encontrarnos -intervino el crío a lomos de Entei. 

Inuyasha trató de lanzar un viento cortante, pero la barrera de Hakudoshi nos protegió a todos, algo que me extrañó, ya que nos había intentado matar el día anterior. Pero no protegió a los pájaros que se desintegraron en el aire. 

-Ni si quiera Inuyasha puede atravesar la barrera -murmuró Kagura como si fuera una queja. Aunque yo había pensado lo mismo. ¿Podría mi viento de fuego atravesarla?

Una flecha purificada apareció de la nada. Logró atravesar la barrera y casi atravesó también a Hakudoshi, por unos centímetros. Provenía de una especie de santo enmascarado que se encontraba en un risco de la montaña. Por primera vez vi un ligero miedo en los ojos del mocoso. No era invencible.

Seguido, el viento cortante de Inuyasha hizo pedazos a Hakudoshi. Mis ojos se abrieron como platos. ¿Había logrado vencerlo? ¿Así de fácil? El maldito caballo se interpuso y empezó a lazar bolas de fuego a Inuyasha. ¿Debía reaccionar? ¿Debía darle yo el toque final? Agarré mi espada, pero la mano de Kagura me impidió que la desenvainara. La cabeza de Hakudoshi voló hasta la pluma. 

-¡Vámonos! -ordenó. Y ella obedeció. Mi corazón aún iba a mil. ¿Quién habría sido el misterioso arquero?

Volvimos a escondernos en una oculta y oscura cabaña. Hakudoshi dijo que debía recuperarse. Se encerró en una bola morada, igual que la barrera, y Kagura y yo sólo debíamos esperar a que se regenerase. Efectivamente, el cuerpo del niño empezó a juntarse de nuevo como si no hubiera sido pedacitos. Tenia una cicatriz en la espalda con forma de araña. Kagura abrió los ojos y se incorporó sorprendida. ¿Qué le pasaba?

Tora y la perla de ShikonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora