Capítulo 8. En el bosque.

352 36 1
                                    

-¿Seguro que te encuentras bien?

-Perfectamente –respondí aunque no era cierto.

-¿Las cadenas te aprietan?

-No. Coge ya mi pelo.

-¿Estás segura? No sé si podré mantener el hechizo toda la noche.

-Si ves que tus poderes fallan sólo corre.

-De acuerdo –cogió uno de mis pelos y lo unió a un pergamino. Comenzó a murmurar el hechizo de paralizar mis movimientos.

"Parece que colmillo Blanco aún me ayuda a controlar mi estado demoniaco. Hoy hay luna llena y ya me he transformado pero aún no he perdido mi control. Botan, espero que tu hechizo funcione". Otra vez noté unos hilos tirar de mí, Botan había completado el hechizo. Pero al rato me dio un impulso, la oscuridad salió de mi corazón, me oprimía el pecho. Todo negro.

-Botan corre... -pude decir.

El sol me dio en la cara. Abrí los ojos lentamente. Las cadenas seguían en mis muñecas y Botan dormía plácidamente en frente de mí. ¿Qué había pasado?

-Botan...

Esta abrió los ojos y al verme despierta sonrió.

-¿Qué tal? ¿Has dormido bien?

-¿Me he dormido?

-Sí. Al principio sentí una fuerte aura demoniaca dentro de ti, pero tu espada comenzó a palpitar y después de un rato forcejeando con las cadenas, gritaste de rabia y te dormiste.

-Me alegro.

Estaba contenta de que no hubiera matado a ningún inocente, ni a nadie realmente. Y en especial por no haber dañado a Botan, que estuvo todo el rato conmigo y me ayudó. Después de desayunar continuamos nuestro camino. Botan sentía cerca un fragmento de esfera. Una vez íbamos a salir del bosque, señaló una rama y dijo:

-Allí.

Cuando miré vi a un niño vestido de la misma manera que la mujer que entró en la cabaña de Mukotsu, sólo que su traje era negro y las rodilleras, coderas y hombreras eran verdes, en lugar de rosas como las de la chica.

-Es sólo un niño –dije.

-Tiene un fragmento en su cuello.

-¡Eh! –grité para llamarle la atención.

Se giró. Sus ojos estaban sin vida, sin brillo, como vacíos.

-¡Wu! Qué susto –me sorprendí.

-Está poseído... -dijo Botan.

-¿Por quién? ¿Quién es te controla, chico?

El chico bajó del árbol de un salto. Su arma era una especie de hoz, o hacha, atada a una cadena de hierro. La agarró y nos miró amenazante.

-¿Cómo te llamas? –dijo Botan.

-¿Cómo me llamo? –preguntó él algo confuso. En sus ojos volvió el brillo- Ko-Kohaku.

-¿Y qué haces aquí? ¿Eres un cazador de demonios?

Kohaku retrocedió agarrándose la cabeza. Volvió a estar poseído y de un salto se marchó.

-Pobre niño, el que le poseyó debió de borrarle la memoria.

-Wow, Botan. Cuantas cosas sabes. Me gusta tenerte a mi lado.

Ella sonrió- Gracias.

Nos dirigimos hacia el lugar a donde miraba Kohaku. Unos estruendos provenían de allí.

Tora y la perla de ShikonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora