Capítulo 30. Entei y el nuevo.

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Holo!!!! Bien, adelante, sé que he estado desaparecida por muchos días así que podéis matarme. (Aunque no lo aconsejo porque no sabríais que pasa en la historia muajajja). Además tengo una buena excusa: ¡¡¡¡muerte a los institutos y a sus deberes!!!! Son lo peor. Así que bueno. Disfrutad del capítulo porque estoy muy contenta de que ya seamos 2000!!!!! lecturas y  230 votos!!!! Gracias por todo vuestro apoyo que me inspira para continuar. Espero que el próximo capítulo no tarde tanto en subirlo. ¡¡¡¡¡A LEER!!!!

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Apareció de nuevo. Aquel hombre. No parecía un demonio. Su habilidad con el arco, su manejo de la espada, su aspecto de guerrero... Entonces fue cuando ella apareció. Bella, ardiente, color del fuego. Levitaba sobre el campo de batalla. Mataba a cientos con un simple movimiento de sus manos, con garras afiladas. Pero entonces el paisaje cambiaba, todo se volvía negro. El hombre seguía allí, pero estaba en suelo, sin vida. La mujer tenía una mirada, un rostro cambiado. Sus ojos no parecían tener brillo, pero aquel verde esmeralda seguía presente. Sus garras crecieron más, sus colmillos se asomaban fieros e intimidantes. Tenía la cabeza baja, ya no veía su rostro, ahora sombrío. Levantó lentamente la vista hacia mí. Ya no era bella y radiante, era un demonio, manchado de sangre.

Desperté de golpe con los ojos como platos. Desde que estaba allí había soñado eso un par de veces más.

-Eh, tú. Levanta tenemos que irnos –Kagura se presentó en la cabaña y yo asentí.

Aún no podía creer que Naraku siguiera confiando en mí. Había vuelto como si nada. Me costó mucho volver a dejar mis amigos. Koga ya se había despedido y había seguido su camino junto a Hakkaku y Ginta. Todos dormían aquella noche. Temía volver y que Naraku quisiera matarme así que me fui transformada en medio demonio, y me quedé así. Tenía que estar preparada para cualquier cosa, para poder pelear, para seguir mi plan.

Kagura llevaba en brazos una manta con algo dentro. Más bien alguien. ¡Era el maldito corazón de Naraku! No sabía qué hacer, me sentía furiosa. Quizás podría convencer a Kagura de que era el corazón de Naraku y debíamos acabar con él. Pero... ¿Y si no quería? ¿Y si se lo contaba a Naraku? ¿Y si el bebé era más peligroso de lo que yo pensaba?

En el viaje en la pluma de Kagura, me explicó los planes que teníamos. El bebé era capaz de ver el alma de las personas. El plan era matar a poderosos monjes y sacerdotes para encontrar la frontera entre este mundo y el otro, donde se encontraba el fragmento de la esfera.

El poblado al que íbamos tenía a un monje bastante poderoso. Se decía que había sellado al demonio caballo Entei, un demonio que sólo dejaba que lo montaran los demonios más poderosos que él eligiera. Rengokuki fue uno de sus jinetes, el último antes de ser sellado, puesto que en una batalla de miles de demonios él fue el último que quedó en pie. El monje los selló a ambos en lugares diferentes para evitar que mataran a más personas y atacaran más aldeas.

Estábamos llegando al templo cuando me detuve. No quería matar a nadie inocente.

-¿Por qué te paras? Continúa –dijo el asqueroso niño.

-Ya voy –respondí cortante.

Comenzamos a llegar a la puerta. Respiraba la tensión en el aire, ¿sería sólo mía? Nos detuvimos frente a esta.

-¡¿Quién anda ahí?! –oímos la voz de un anciano desde el interior.

Fue Kagura quien respondió- Parece que tú eres más fuerte que los otros que encontré.

Tora y la perla de ShikonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora