Capítulo 29. Tsukiyomi.

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-Tsukiyomi –Hoshiyomi entró en el templo. Allí se encontraba una bella mujer rezando. Su pelo era corto y castaño. Era una sacerdotisa humana y vestía una armadura. Sus armas eran una espada y su inmenso poder espiritual- ¿Qué estás haciendo aquí?

-Hoshiyomi –la mirada de la mujer era triste, pero él no podía percibirlo ya que ella se encontraba de espaldas. Cogió la estrella de metal que se encontraba sobre la mesa y encaró a Hoshiyomi- ¡Perdóname! –apuntó con dicha estrella al demonio sorprendido que seguía paralizado en la puerta.

Ella pronunció una oración y una luz se desprendió del objeto que sujetaba, rodeando al demonio y arrastrándolo a su interior.

-¿Por qué? ¿Por qué estás haciendo esto? –dijo triste Hoshiyomi. Para luego gritar su nombre y desvanecerse en el aire en un haz de luz que entró en la estrella.

-Tsukiyomi me selló en este lugar, así como a la naginata de Ken-kon. Las espadas se separon, la espada Kon se guardó en el monte Hakurei y la espada de Ken a la familia Hojo. Tras la destrucción del monte Hakurei recuperé la espada Kon.

Botan se quedó en silencio pensativa.

-Tsukiyomi me traicionó –interrumpió sus pensamientos Hoshiyomi- me prometió que seguiría siempre conmigo.

-¿Por eso odias a los humanos? Yo creo que ella tuvo una razón para hacer eso.

-Sois débiles, por eso traicionáis a los demás con el fin de sobrevivir. Por eso quiero salvar a los humanos de esa agonía.

-¿Sal-var a los humanos? ¿Cómo?

-Devolveré a la vida a la naginata de Ken-kon. Y los mataré a todos.

-¿Crees que matando a los humanos conseguirás salvarlos?

-Son insalvables. La muerte es el único camino.

-¡¡Te equivocas!! –las velas de la sala se apagaron de repente.

-La primera vez que te vi sabía que tenías un poder espiritual muy grande, parecido al que tenía Tsukiyomi. Utilizaré tu poder en este ritual para reparar la naginata.

-No puedes.

Hoshiyomi acercó la espada de Kon a Botan. El aura era muy fuerte. Botan se sentía débil y sus ojos comenzaron a cerrarse. Finalmente cayó rendida sobre el altar. La espada comenzó a vibrar.

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La espada de Ken comenzó a vibrar. El aura demoniaca era más fuerte. La espada comenzó a arrastrar a Akitoki de vuelta al templo de Furai. Le llevó por el suelo y cascada arriba. Rin, Souten, Koryu, Jaken y la gallina, Suzaku, le miraron perplejos. Souten golpeó la cabeza de Koryu y este se convirtió en una nube. Souten subió a ella y fue en ayuda de Akitoki.

-Agárrate, rápido –Souten estiró su bracito hacia Akitoki- sube a la nube.

-No huiréis de mí –dijo la gallina echando a volar. Luego comenzó a picotear a la nube y a Souten.

-¡Souten resiste! Señor Jaken, tenemos que ayudarles –Rin sacudió a Jaken.

-No podemos volar Rin. Tendrán que arreglárselas solos.

Al final Koryu volvió a convertirse en un dragón y ambos cayeron al agua.

Aparecí de un salto y partí con mi espada a aquel pajarraco. Saqué lo antes que pude a Koryu y Souten del agua y les dejé junto a Jaken y Rin. "¿Akitoki?" Ya no estaba. Le encontramos de camino al templo, tirado en el suelo, con el trapo que cubría la espada en la mano, sin la espada.

Tora y la perla de ShikonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora