Capítulo 32. Cosas del pasado

187 22 8
                                    


-No lo entiendo –suspiré.

-Ya nos hemos enterado –Souten acababa de terminar de pelar una mandarina.

-¿Dijimos algo malo? –insistí.

-¡Fue mi culpa! ¡Le confesé mis sentimientos demasiado pronto y no pudo aceptarlos! –lloriqueó Akitoki.

-No hay duda alguna de que fue eso –sarcasmo de Jaken.

-Estos niñatos retrasan mi búsqueda. Hakkaku. Ginta. Continuemos nuestro camino –ordenó Koga levantándose.

-¡¿Qué?! ¡¿Tú también nos abandonas?! –dije asustada.

-Tengo cosas que hacer.

-¿Qué cosas?

-Cosas de líder.

-¿Qué cosas?

-Botan... cosas... no quieras saberlo todo.

-¿Qué-cosas?

-Koga, a Botan le están saliendo llamas de los ojos. Creo que deberíamos marcharnos antes de que explote- le susurró Hakkaku.

-Sí. Apoyó la idea –agregó Ginta.

-¡¿Y vosotros dos?! ¡¿Con lo que os he ayudado y cuidado también queréis iros?! –chillé.

-Ha sido un placer. Nos retiramos –se despidió Koga, seguido de sus fieles siervos.

-Malditos –bufé.

-Entre Tora que se va a no sé dónde, Sesshomaru que hace lo mismo, la pulga... ¿Y la pulga dónde está? Bueno, no es importante. Sigo. Koga, Hakkaku y Ginta que nos abandonan. ¿Qué va a ser de nosotros? –dijo Souten.

-Yo no quiero estar con todo el rato sentada –me quejé- quiero hacer algo útil.

-Cerrando la boca eres útil –intervino Jaken.

-¡¡No me mandes...!!

-Rin está durmiendo –susurró Jaken.

-Ah, bueno... Jop.

Tras unos cinco minutos en silencio comencé a aburrirme. Souten, Rin y Koryu dormían plácidamente. Jaken, al igual que yo, miraba al suelo y pensaba en sus cosas.

Y ahora que pienso en la vida que llevaba antes, no era muy diferente a esta. Cuando estaba con Momiji estudiaba. Aprendía a leer, escribir, rezábamos, ayudábamos a otras personas... Nos divertíamos juntas paseando, nadando en un lago cercano al templo, alimentando pequeños animales... Hasta limpiando nos divertíamos juntas.

 Pero nunca salíamos del templo, aunque tampoco lo necesitábamos. Éramos algo ajenas al mundo exterior. Algunas veces nuestra maestra nos llevaba a las fiestas de los pueblos cercanos, a comprar con ella, a recolectar frutos, a hacer trueques. Y todo esto lo empezó a hacer cuando vio que le quedaba poco de vida y que si no nos enseñaba eso, jamás sobreviviríamos solas en aquel remoto templo, pero nosotras no sabíamos nada. 

Cuando murió, le hicimos un altar que adoramos por meses. Esos meses hicimos un voto de silencio. Momiji y yo no cruzamos una sola palabra. En casos tan duros, Momiji podía ser así de estricta. Siempre decía que había que guardar respeto por los muertos mientras emprendían su viaje (cosa que no entendía porque duraba tanto, ni que fuera como un caracol). Pero ella era así. También prohibió la salida del templo, no quería que la maestra viajase sola (aunque lo estaba haciendo en cierto modo). Yo no hice caso. Aunque si no hubiera sido por mí, hubiéramos muerto de hambre al quedarnos sin alimentos. 

Tora y la perla de ShikonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora