Capítulo 9: Perder la concepción del tiempo

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Ese búho que acompañaba a Namia todas las noches hacía calmar sus emociones. Desde que llegó, lo vio en aquel alto y grande árbol donde sus ojos amarillos la observaban en silencio. Al principio la alteraba, luego se acostumbró, aunque no lo deseaba.

La soledad no fue fácil de asimilar. Prefería escuchar las palabras de su mente que a sus compañeros de habitación o los médicos que examinaban su progreso. Antes no fue así, nunca lo fue, pero la vida le dio tantas vueltas que ni siquiera sabía nada de su familia o sus amigos. Y era mejor así.

«Otro día más —pensó Namia—. Ya llevaré aquí más de siete años. O a saber».

Sus ojos con grandes ojeras dejaban en claro que apenas había podido dormido una sola noche bien. las pesadillas eran parte de ella. Horas largas llorando. Sufriendo en silencio. Hasta que se volvió parte de su rutina.

«Al menos no es como la primera vez. Ese día si que no pude dormir. ¿Me preguntó por qué?», se dijo con una risa burlona para al final suspirar.

Cuando llegó, se dio cuenta que el hospital de Tei sería su nuevo hogar. Se lo dijo incluso a los médicos, pero ninguno le creyó a excepción de uno que le miraba con lástima.

—Namia, entiendo tu pesimismo, pero créeme que hay una luz al final del túnel —aseguró el médico.

—¿Usted que sabrá? —susurró Namia, mirándole reojo con cansancio.

El médico soltó un suspiro.

—Mi hija Amelia podría entenderte demasiado bien —aseguró con una ligera risa—, pero piensa en que te has soltado de las ataduras.

—¿A qué costo? —preguntó Namia—. Ya le dije lo que pensaba. Todos lo saben. Yo no me quiero morir por amor. Sino porque la vida ya no tiene sentido.

El médico, llamado Jue, respiró hondo mientras miraba los documentos. Namia los conocía, era todo su expediente. Ya era un poco largo desde que llegó, pero este aumentó a medida que pasaban los años.

—Dejarme libre. Ya no merece la pena. Solo soy un estorbo.

Decir esas palabras tomaba por sorpresa a Jue, pero al final la dejaba en su habitación, convencido de que encontraría alguna solución. Esto ponía muy tensa a Namia porque se daba cuenta que ningún médico la dejaría libre.

Otros se suicidan por amor y no podían hacer nada por su condición como Stein, pero si uno se suicidaba por otros motivos, lo veían como un crimen.

Namia era el caso que todo el mundo quería ocultar. Salvarla iba a ser muy complicado. Desde que llegó, buscó formas de salir de este mundo, pero siempre la detenían a tiempo.

Por ello estaba atada en esa cama sin poder hacer nada.

Miraba hacia la ventana donde aquel búho de ojos amarillos la observaba en silencio. Namia creía que se habían hecho amigos con tan solo mirarse, pero a su vez pensaba que ese animal la odiaba.

—Yo también me odio, búho. No te preocupes —susurró, mirándole con calma—. Todos lo han hecho por hablar demasiado y ser la única cuerda en este lugar. ¿No te es gracioso? —Rio con calma—. El amor es una mierda.

Cerró sus ojos, sintiendo el dolor en sus muñecas y tobillos, uno al que se acostumbró. Al principio se negó a que la ataran. Gritó desesperada por ayuda, pero nadie hizo nada.

Los abrió de nuevo. El dolor que sentía hizo que gruñera de dolor. Se sentía tan miserable. Deseaba tanto salir de ahí y con ello tomar las acciones que desde ese día se le cruzó en la cabeza. Tan tentador, pero no en la situación correcta.

III.II - El último Sistema: Adiós Steinfall [G.O] #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora