Capítulo 5: ¿De verdad los quieres?

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Mei no dudó en entrar al refugio junto a los hermanos. Les dejó las provisiones que tenían, algo que les dejó atónitos porque no pensaban que tenían un sótano en su cafetería.

Ella tampoco se lo creía, a veces se lo olvidaba, más cuando empezó su cafetería.

—Ah, por cierto, los dueños me dijeron que tiene un sótano que si quieres puedes utilizarlo como almacén —comentó la asistenta, revisando los documentos para concretar todo.

—¿Un sótano? —preguntó Mei.

—Sí, en su momento los dueños creían útil tener un sótano para guardar las provisiones. Dicen que es un lugar donde ningún ladrón miraría porque la entrada se camufla con el suelo, y puedes colocar una alfombra que pasa discreta para los demás —explicó. Mei frunció algo el ceño—. Son gente mayor, ¿qué puedes pedir? Guardan todo ahí, incluso el dinero.

En su momento creyó que aquello nunca le iba servir de mucho más que almacén. Acceder era tedioso porque era abrirlo con una llave y desplegar las escaleras que apenas tenían estabilidad. Apenas lo visitaba, pero las cosas cambiaron bastante ante el terremoto.

—¿Cómo lo hiciste? —preguntó Amelia—. ¿Cómo sobreviviste? Aun me cuesta creerlo.

Mei miró hacia otro lado con sus ojos. Siendo honesta con ella misma, tampoco se creía que siguiera con vida. Todo pasó demasiado rápido que solo tenía recuerdos rápidos del momento.

Eran como fotografías del momento. Cuando el suelo empezó a temblar, escuchó los gritos de pánico. Cuando el edificio se sacudía con violencia, salió de la barra, pero pronto frenó sus acciones y giró su cuerpo.

«El sótano».

Se movió por instinto. Agarró la llave que guardaba en la caja registradora y con ello abrió la entrada para encerrarse sola. No pensó en los demás. Solo en ella misma, y eso la azotó como nunca.

Había dejado morir a tantos Steins. Había mirado por su propia seguridad en vez de los demás.

—Pero eso es normal, Mei. Cualquiera habría reaccionado así —murmuró Amelia.

Mei alzó su rostro y la miró por unos segundos.

—Sabes que no soy así —murmuró Mei, abrazándose las rodillas. El suelo frío no le era tan incómodo como al principio—. No sé cómo pude hacerlo, Amelia. Ignoré a todos y al encerrarme, seguí escuchando sus gritos de auxilio. Escuché todo.

«Y en vez de salvarlos, los dejé morir. Prometí que sería una ayuda para ellos. Darles vida al igual. Les haría callar a mis padres, pero al final ellos me hicieron callar», pensó Mei, temblando sin parar.

Amelia trató de acercarse, pero Mei la miró fijamente con un rostro serio. De pronto, su cabello empezó a moverse y reforzarse. Amelia se quedó boquiabierta.

—No es recomendable, Amelia —susurró Mei—. Por alguna razón, desde lo ocurrido con el terremoto, tengo las propiedades de un erizo. Si quiero, puedo lanzar púas venenosas con mi cabello.

—Qué envidia, tiene una propiedad mejor que las nuestras —susurró Max.

—Sangro, si lanzo mis púas, Max —aclaró Mei sin mirarle.

Max se quedó en silencio, tragando saliva.

—Antes mencionaste sobre una banda, ¿a qué te referías?

Mei empezó a temblar como nunca. Abrió sus ojos en demasía mientras se agarraba el cabello. Amelia se alejó al verla así.

«Voy a morir. Voy a morir. Van a morir. Los llevé a mi ruina».

III.II - El último Sistema: Adiós Steinfall [G.O] #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora