Capítulo 2: ¿Dónde está tu familia?

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El día fue largo para Amelia. Le dolían sus brazos y piernas de estar doblando, lavando y secando las ropas y sábanas de otras personas. Tuvo que descansar en medio de su trabajo, bebiendo la botella de agua que su compañera le prestó.

En sus descansos, solía mirar hacia el exterior, viendo la gente pasar de un lado a otro. Amelia miraba de forma perdida, a veces con una media sonrisa.

—¿Nadie te dijo que a veces das algo de miedo, Amelia? —preguntó su compañera de trabajo.

Amelia la miró de reojo sin decir nada, desapareciendo su sonrisa.

—Bueno, en si das mal rollo al no cuidarte. ¿Acaso vives en una choza o qué?

—Vivir en el Barrio Antiguo no es fácil por los mayores quisquillosos y el Nuevo vive gente estúpida con precios exagerados en las viviendas —respondió Amelia sin mirarla.

—Igual no deberías quejarse, según sé, vives en los bosques. A muchos les encantaría vivir ahí. Es una casa de ensueño —comentó su compañera—. Debes tener dinero, pero no lo gastas en lo que es necesario.

Amelia se levantó del asiento, soltando un suspiro.

—No me seas molesta y déjame en paz —contestó.

No le apetecía hablar con nadie en el trabajo. En general con nadie. Solía ser alguien solitaria que se pasaba en silencio en su propio mundo, y suficiente que era. Preocupaciones la inundaban, más con todo lo que había vivido sola junto con su familia antes de que Max naciera.

«No tienen ni idea de mí —pensó Amelia—. Juzgan sin tener ni puta idea. Van con los derechos en mano y no saben que eso lo destrozo sin temor alguno. Tuve que pasar por mucho, y hablan como si fuera una idiota».

Aun con ello respiró hondo y se centró en sus tareas. Pronto iba a salir y con ello un día más. Eso era lo que le hacía sonreír, a medias.

Las horas pasaron rápido y al terminar, salió con su ropa de siempre para ir a buscar a su hermano. Con las manos en los bolsillos y escuchando música, se centró solo en lo que la rodeaba hasta que frenó sus pasos.

—Me he perdido de nuevo —se dijo en un susurro—. Me cago en... Si las malditas calles no fueran lo mismo. Maldito sea el idiota que le pareció gracioso hacer edificios de mismo tamaño, diseño y color. Se ubicará él, pero no los demás.

Soltó un largo suspiro, mirando hacia las paredes para ver si encontraba alguna señal o algo que le indicara.

—Pues por ahí, supongo.

Caminó guiándose por su instinto, avanzando por las calles estrechas donde extraña vez pasaba la gente, menos en esta ocasión. La oscuridad ahí estuvo presente, y si bien Amelia estaba acostumbrada a ello, por primera vez sintió escalofríos que la obligaron a frenar sus pasos.

Respiró hondo, lo máximo que pudo y lo soltó con calma.

—Ella ya no existe —susurró Amelia—. La encarcelaron y se suicidó. Lo sé.

Pero aun diciendo eso, no se quitaba esa sensación de sus espaldas. Sentía que había algo a lo lejos vigilándome desde la oscuridad. Una presencia que miraba con odio y se acercaba. Sus movimientos eran lentos, como si fuera viento, pero no era agradable, sino que traía la sensación horrible. Era viscoso, algo procedente del mar.

Se quedó sin aire y las memorias del pasado la azotaron, pero para no recordarlo, se giró.

—Ah. Hola renacuajo.

—Por fin te encuentro. Te pierdes más que un ratón en un laberinto. ¿Dónde narices estabas?

—Buscándote —respondió Amelia, poniendo las manos en los bolsillos.

III.II - El último Sistema: Adiós Steinfall [G.O] #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora