Capítulo 6: El justiciero

20 6 12
                                    

El olor a humedad entraba por su nariz. Era tan incómodo que se despertó y la tapó de inmediato, obligándose a respirar por la boca mientras sus ojos se adaptaban a la oscuridad. Se sentía confundido, lo último que recordaba era aquella mujer.

«Marchie —recordó—. Nunca había oído ese nombre. Y mi hermana, ¿una asesina?»

Intentó levantarse, pero le fue imposible ante la sensación de estar estampado contra el suelo. Era como si le hubieran puesto clavos en sus piernas y pies. Le dolía todo su cuerpo que le hacía gritar en silencio. Poniendo su cabeza en el suelo intentó buscar la salida en la habitación mal ventilada, oscura y pequeña. Solo había una ventana, una que le daba información del exterior.

Intentó arrastrarse con sus brazos como si de un gusano se tratara. El suelo húmedo de las goteras manchaba su ropa a la vez que le daban ese olor nauseabundo que se estaba acostumbrando.

Al llegar a la ventana y apoyarse en la esquina vio que ahí fuera no había más que oscuridad mezclada con la niebla, solo que no era tan espesa. Los mismos edificios estaban ahí, aunque no parecían estar tan afectados como los otros. Era como si el terremoto no le hubiera afectado en lo que parecía ser un refugio.

«¿Cómo es posible que haya un refugio aquí? El terremoto ocurrió sobre las siete. No sé bien qué hora es, pero no pudieron hacer todo esto con tanta eficacia —pensó Max, buscando en los bolsillos de su chaqueta—. Maldita sea. Esa zorra me quitó el móvil».

A duras penas ubicaba lo que parecía ser la muralla que protegía el refugio. Era de piedra, de los escombros que había.

«¿Movieron eso? —Frunció el ceño mientras seguía mirando—. Hay algunos trozos de madera desparramados por el suelo. Unos quemados, otros no. Veo comida y...».

Se agarró a la ventana, aunque deseaba soltarse por el pánico que sentía. Había visto bien, aunque no deseaba hacerlo. Cadáveres se encontraban en el suelo. Algunos estaban mordisqueados. Otros estaban en el suelo sin ser tocados, como si fueran reservas.

«No me jodas. No me jodas —pensó, controlando las lágrimas de sus ojos—. ¿Qué les pasa a estos? ¿Han tenido que llegar al canibalismo? ¿No se dan cuenta de lo que hacen?»

Quiso mirar a otro lado, y al hacerlo, ubicó dos figuras que caminaban en dirección a él. De inmediato se tiró al suelo y trató de tapar su boca.

«Cállate la boca. Cállate».

Cerró sus ojos y con ello pudo escuchar la conversación que tenían las dos figuras.

—Estarás contenta. Tiene lo que tanto deseabas —pronunció una. Su voz era grave y no era fácil de comprender lo que decía. Era como si resonara con eco.

—Y tanto mi señora. Con Amelia a mi lado, tengo ganas de explicarle todo. Seguro que debe de estar confundida y no quiero que se sienta angustiada —aseguró la otra voz. Max la conocía, era Marchie.

—No quiero que detalles demasiado más lo dicho, Marchie —recordó la otra.

Frenaron sus pasos. Marchie soltó un leve suspiro.

—Lo más probable es que acepte —contestó Marchie.

—Y yo te he dicho que no te confíes. Han sido años desde lo ocurrido y Amelia no parece olvidar fácilmente.

Un silencio surgió entre ellas. Max solo pudo escuchar las pulsaciones de su corazón acelerado.

—¿No hay forma de que fuerces su...?

—No.

Marchie soltó un leve suspiro, pero de pronto se quejó de dolor.

—Mucho pides cuando solo has hecho caso de lo que te he ordenado. Cuando hagas un favor sin que te lo pida, me pensaré los caprichos que darte. ¿Comprendido, querida?

III.II - El último Sistema: Adiós Steinfall [G.O] #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora