Capítulo 18: ¿Sabes quien eres?

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Dormir no era lo más cómodo en aquella cama metálica, pero podía acostumbrarse poco a poco. En ocasiones se levantaba para verse envuelta en medio de la oscuridad donde escucha los ronquidos de los demás delincuentes. No tuvo la oportunidad de hablar con ellos, tampoco era que tuviera las ganas de hablar con ellos ya que no se le daba bien sociabilizar.

Se quedaba sentada en el suelo con una mano en su mejilla, pensando en todo lo que había ocurrido con su prima para al final caer en las garras del sueño. Habría ocurrido más de cinco veces, hasta que una de ellas se despertó en medio de una casa que no reconocía.

«¿Se puede saber qué hago con estas ropas tan ridículas? —se preguntó, viendo como tenía un pequeño vestido azulado—. ¿Y por qué soy tan pequeña? Medía dos metros. No me fastidies».

Alzó su cabeza para ver su alrededor. Los muebles antiguos le dejaban en claro que el dueño conservaba los muebles hasta que se pudrieran, aunque estos estaban estables y con un color marrón brillante que parecía haberse barnizado hace poco.

Siguió mirando con atención, encontrándose con varios libros grandes. Administración y cocina eran los que más predominaban. Al parecer el dueño tenía una pasión culinaria obsesiva y una devoción grande por su trabajo porque no había otros libros más que esos.

Hasta que vio unos infantiles.

«Tiene una hija o hijo —se dijo para luego entrecerrar sus ojos—. Un momento. Si estoy aquí y soy tan pequeña, es porque yo soy la hija. ¡Oh! ¡Es un recuerdo!»

Vio cómo caminaba en dirección a los libros, pero no podía agarrarlos al estar bastante altos. Por suerte, alguien lo agarró para dárselo en sus manos.

—¿Acaso quieres este libro? —preguntó en un tono dulce y agudo.

«Que irritante es que me hablen así. No soy una retrasada».

—S-Shí —pronunció la pequeña.

«Retiro lo dicho».

—Está bien, pero recuerda que hoy ibas a quedar con tu prima Marta. ¿O acaso no quieres?

La pequeña dio varios saltos en el sitio, afirmando con su cabeza. El mayor, quien supuso que era su padre por el aspecto que tenía —y que recordaba aún por la foto—, soltó una pequeña risa para al finar agarrarla con cuidado.

—Está bien, pero con cuidado, ¿vale? No queremos que te caigas como la anterior vez —le recordó su padre.

Si pudiera, Charlot rodaría sus ojos a otro lado, pero solo se conformó con aquellas palabras para ver como su padre la acompañaba hasta el portal de su casa, donde afuera estaba Marta esperando.

Era tan extraño para Charlot ver como la Marta que veía en sus recuerdos era tan distinta a la de ahora. Su rostro era mucho más joven y cuidado, al igual que la vestimenta que tenía puesta que era de colores mucho más vivos.

«Si estoy en la cárcel es porque les hice algo a ellos —supuso Charlot—. Su rostro mostraba dolor y rabia. Capaz he matado a alguien de familia».

Quiso reírse con tan solo pensarlo, pero la incomodidad en todo su cuerpo hizo que tragara saliva sin decir nada más.

—¡Marx! Qué bueno verte, ¿qué tal el trabajo? —preguntó Marta.

—Trabajar de cocinero no es nada fácil, pero se hace lo que se puede —respondió su padre—. ¿Y tú? ¿Cómo están Ina y Enlo?

—Mi madre está bien. Insiste en lo mismo de siempre, pero al final no la hago caso. Mi padre ya sabes que está trabajando este fin de semana —explicó Marta.

III.II - El último Sistema: Adiós Steinfall [G.O] #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora