little cat ♡ haobin

XIV.

—¡No min, no min, no min! —hablaba con un puchero Hao mientras que el rubio apagaba el televisor—. ¡Al fin habían visto al alíen! —reniega y patalea, haciendo berrinche.

—No has estudiado lo que te dije —se cruza de brazos el chico más alto, Hao gira por el sofá y le da la espalda—. Oh no jovencito, te me vas a estudiar.

—¡No quiero! Ser un humano apesta, quiero dormir y rascarme mis orejitas todo el día, que me des de comer y me saques a pasear —con un puchero se gira hacia él, sus ojos están cristalizados provocando que Kim gire su cabeza y niegue con la cabeza.

—Eso ya no funciona conmigo, ahora, a repasar el abecedario. ¡Sin excusas ni pretextos! —dice cuando ve a Hao levantarse y caminar hacia atrás del sofá, se sienta de modo que el rubio no pueda verlo de donde está de pie—. Jun fue por tus galletas favoritas —Hao ronronea al solo imaginarse aquel sabor—. ¿No las querías? tus ronroneos me dicen que sí, así que si no estudias en estos momentos... No te las daré.

—¡Eso es injusto! —se cruza de brazos, molesto. Gruñe un poco mostrando sus pequeños colmillos—. ¿Es qué ya no me quieres Seokmin?

—Ya te dije que no uses ese soborno conmigo, a estudiar.

El timbre suena, provocando que ambos chicos se giren hacia la puerta.

—¿Es ella? —pregunta con las mejillas sonrojado, corre hacia uno de los estantes de la casa y coloca su gorro de lana gris y se sienta nuevamente en el sofá para poder ocultar su colita. Sus orejitas se mueven con felicidad, se siente sumamente feliz—. ¿Es ella, es ella, es ella?

—Mira que con ella hasta te darán ganas de estudiar —dice burlón el mayor a la par que camina y abre la puerta, su sonrisa se borra cuando ve a un castaño con aspecto enfermizo y un Jun sumamente feliz.

—¡Lo encontré! —abre sus brazos.

Hao se levanta para asomar su cabecita, después de todo es muy curioso, y cuando ve por arriba del hombro de Seokmin, su corazoncito comenzó a latir más fuerte y comenzó a temblar.

Seokmin se apartó un poco dejando a la vista a Hao.

Ambos se miraron, él castaño y él tintado.

Hanbin sonrió tan grande que sus hoyuelos se marcaban más, y Hao comenzó a ronronear, la palabra felicidad se quedaría corta a lado de lo que sintió él tintado.

—¡Hanbin! —gritó corriendo hacia él, el castaño lo recibió entre sus brazos y rió un poco al sentir como los bigotes de Hao e movían provocando cosquillas en su cuello—. Pensé que me habías abandonado Hanbin.

El castaño se separa y acuna su rostro entre sus manos, ríe un poco y niega con los ojos cristalizados.

—Jamás podría hacer eso, mi niño —y beso gentilmente su naricita—. Me hiciste tanta falta, no vuelvas a dejarme, por favor —ruega con el corazón acelerado.

Ambos chicos mayores miraban enternecidos la escena pero... Comenzaban a sentir un vacío en sus pechos.