9. DIOS DEL INFRAMUNDO 1/5 (+18)

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    Los antiguos dioses griegos eran seres inmortales, inmensamente poderosos y además esclavos de sus pasiones. Muchas de las historias que rodean a estos dioses están llenas de atrocidades, lujuria, sangre, incesto, violaciones, infidelidades, celos y hasta bisexualidad.
    Un claro ejemplo es Zeus; el dios de los cielos, que se casó con su propia hermana, Hera. Que también raptó al príncipe troyano, Ganimedes, que era tan apuesto que lo hizo su amante.
    Apolo, el dios del sol y la belleza, hijo de Zeus y Leto, al igual que su padre tuvo muchas amantes y también amantes de su mismo sexo; Cipariso y Jacinto.
    Pero hay un dios en especial que no ha tenido una vida tan activa sexualmente como sus hermanos y sobrinos.
    Hades, el dios de la muerte y la riqueza, hermano de Zeus. Ninguna ninfa se atrevía a bajar con él al inframundo, por lo que ha estado solo durante siglos, sin alguien con quien gobernar el Inframundo.
    Pero un día mientras visitaba el mundo de los vivos, quedó perdidamente enamorado de una bella diosa... Perséfone, diosa de la primavera y la fertilidad, hija de Zeus y Demeter. Su madre es la diosa de la agricultura y la fertilidad y juntas vuelven la tierra fértil, pero un día eso cambió cuando Perséfone, desapareció....

Hades

    He tenido un día muy pesado, los problemas con mis hermanos Zeus y Poseidón me están consumiendo. Hemos tenido problemas con los semidioses, los hijos de los dioses y mortales, quieren comenzar una guerra contra el Olimpo, gracias a que fueron desterrados y amenazados a muerte por mi hermano,  Zeus.
    Me dirigía hacia mí palacio en el Hades (Inframundo), es curioso que me llame igual que el lugar que reino, el lugar donde todos los muertos vienen, un lugar sombrío y nuboso, con almas rondando por ahí cumpliendo sus condenas eternas. Era el único que podía entrar a mi palacio, a menos que alguien tenga mi permiso, pero si no lo tenía, caminan eternamente sin poder llegar a él.
    Mi palacio es una réplica del Olimpo, pero negro y de bronce, por ser el dios de la riqueza tengo algunas magníficas habitaciones de plata y oro. A veces surge el fuego en él, pero no es el mismo fuego que todos conocen, este es azul y  convierte todo en líquido.
    En los jardines de mi palacio que en realidad no hay nada sembrado, vi rondar a mi perro Cerbero, un enorme perro de tres cabezas, que cuida la entrada hacia el mundo de los vivos, para que ningún muerto pueda volver a la vida.
    Llegué a la sala donde se encuentra mi trono, hecho de bronce y calaveras, más allá se encontraba mi habitación, toda ella está hecha de plata, el amueblado y mi cama, los dioses también dormimos, solo que en mi caso, nadie duerme conmigo.
    Ninguna bella dama se atreve a bajar al Hades para vivir conmigo. He gobernado este sombrío lugar durante siglos, desde que repartimos el Cosmos en el cielo, el mar y el inframundo, mis dos hermanos y yo formamos la famosa triada del Olimpo.
    Y desde entonces he estado en busca de una esposa, me he escabullido entre los mortales como un hombre común y corriente llamado Henry Cavill, estuve con algunas mujeres, pero lamentablemente algunas de ellas murieron. Es normal que todos me teman con mi apariencia del dios del inframundo, suelo usar una túnica negra, con destellos de fuego azul, me escabullo en las sombras para evitar espantar a todos.
    —Amo, traigo un mensaje del guardián de los Campos Elíseos. —Solo había alguien que rondaba en mi palacio, una bruja que hace un siglo se convirtió en mi sirviente, la rescaté del Tártaro y ahora está obligada a servirme toda la eternidad.
    —Dime, Beatriz —estaba acostumbrado a vestirme y desvestirme frente a ella, ha sido un poco cruel de mi parte obligarla a servirme sexualmente algunas veces, pero su castigo en el Tártaro era mucho peor que solo tener sexo conmigo.
    —Parece que uno de los troyanos intentó escapar hacia la salida al mundo de los vivos. —Beatriz sabía perfectamente cuando he tenido un día pesado, aparece en mi habitación solo con un vestido negro casi transparente por completo, dejando ver todo lo que hay de bajo, luego de años ha aceptado su castigo, que no es tan complicado más que complacerme.
    —Déjalo así, Cerbero se encargará de él —me recosté sobre mi cama, con sábanas de seda negras. —Ven aquí, Beatriz —sin duda es muy bella, su piel es blanca casi pálida, su cabello lacio y negro hasta la cintura, con una figura que seguramente Afrodita envidiaría. Avergonzada como siempre se acercó al borde de mi cama, se veía tan pequeña y vulnerable. —Quítate el vestido —tomó el borde de su vestido sacándolo por encima de sus brazos, quedando completamente desnuda, su mirada no se encontraba con la mía, a pesar de que hemos hecho esto muchas veces, parece ser como la primera vez para ella.
    Saqué mi miembro de mi bóxer dejándolo a la vista de Beatriz, siempre que lo veía se ruboriza. Sin decirle que hacer se montó a gatas sobre la cama quedando cerca de mí miembro, se inclinó lentamente hasta chocar su respiración con él, su mano sustituyó la mía, que ni siquiera lo envolvía por completo, me vio fijamente a los ojos cuando se lo llevó a la boca, solté un jadeo al sentir como entraba en su pequeña boca y su lengua lo acariciaba lentamente, tenía una vista de su trasero elevado, era una vista muy placentera, todo el estrés que sentía antes comenzaba a desaparecer.
    Comenzó a succionar más rápido y la tomé del cabello para ayudarla, apenas cabía menos de la mitad en su boca pero su mano se movía al ritmo que su boca, sentía que pronto podía acabar.
    La tomé de los brazos y la tumbé en la cama boca abajo, me monté sobre ella abriendo sus piernas, busqué su entrada y sin piedad alguna, entré en ella, soltó un grito de dolor sin poder moverse bajo mi pesado cuerpo, cada vez parecía como la primera vez, como si nunca dejara de ser virgen, era muy estrecha, lo cual le causaba dolor, pero eso no me detenía.
    Mis movimientos eran rápidos y fuertes, la tenía sujeta de su cabello, sus gritos y jadeos seguramente se escuchaban en todo el palacio.
    —¡Por favor, para! —logró decir cuando mis movimientos eran más rápidos.
    —Sabes que no puedo, no puedo hacerlo —era verdad, no podía, era parte de su castigo sentir dolor más que placer cuando teníamos sexo. Y su castigo en el tártaro era mucho peor, sería violada toda la eternidad causándole dolores inimaginables. Y aunque quisiera no puedo detenerme hasta acabar.
    Me coloqué de rodillas y elevé su trasero tomándola de la cintura, comencé de nuevo mis movimientos cada vez más fuertes, Beatriz no dejaba de gritar y lágrimas en sus ojos comenzaban a asomarse, su pequeño cuerpo dominado por mí.
    Finalmente acabé, derramando todo en su interior, ambos soltamos un fuerte jadeo y me desplomé a su lado con la respiración muy agitada.
    —¿Estás bien? —pregunté al ver que aún no se movía, se giró hacia mí secando sus lagrimas.
    —Si... No ha sido tan doloroso como otras veces.
    —Lamento que tenga que ser así y no puedas disfrutarlo por completo.
    —Lo disfruto, pero eres muy enorme, no puedo soportar tanto —eso me halagó por supuesto —Debo volver a mis deberes.
    Salió de mi cama dejando ver las marcas que hice en su pálida piel, en su cuello y espalda. Pasaba buenos momentos con ella, pero nunca he tenido algún sentimiento mayor. Aún espero poder encontrar a alguien a quien complacer y amar sin que sea un castigo.

ONE SHOTS +18 - By IsaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora