10. DIOS DEL INFRAMUNDO 2/5 (+18)

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Perséfone

    Había tenido el sueño más raro, solo recuerdo ver tinieblas y escuchar los gritos de miles de personas en agonía.
    —Madre, acabo de tener el sueño más extraño —dije apenas abriendo los ojos. —¿Madre?
    Mi vista es borrosa  y la cabeza me duele, mientras recuperaba la visión me daba cuenta que no me encontraba en mi colorida habitación, en la que mamá se encargaba de llenar de diferentes flores cada mañana.
    Solo veía unas oscuras paredes de bronce, la enorme puerta doble color negro, y la cama en la que me encontraba no era la mía, repleta de sábanas de seda negras.
    ¿Dónde estoy?
    Salí despacio de la cama y mi vestido favorito estaba hecho añicos casi por completo, pero no tengo ningún rasguño.
    ¿Qué está pasando?
    Gracias a la opaca luz del enorme candelabro negro que colgaba del techo, vi el resto de la habitación, los muebles parecían ser de oro blanco con rubíes incrustados. El terror se apoderó de mí e intenté correr hacia la puerta, pero algo me hizo detenerme de golpe... Parecía un tipo de barrera invisible.
    —¡Madre! —grité aterrada— ¡¿Dónde estoy?! —corrí hacia la única ventana de esta enorme y terrorífica habitación y lo que vi me dejó helada.
    Solo veía un enorme jardín desértico, un tenebroso bosque que le seguía, bañado por la espesa neblina, no veía luz por ningún lado. La desesperación se apoderó de mí.
    —¡MADRE! —grité aterrada, cayendo de rodillas al suelo.


Hades

    Su grito se escuchó en todo el palacio.
    —Amo. Ha despertado. ¿Qué quieres que haga? —Beatriz ha esperado pacientemente conmigo a que Perséfone despertara durante cinco días, no tenía otra opción. Me quedo en mi trono todo el día pensando que haré respecto a lo que hice y los problemas que esto me traerá.
    —Ve con ella. Asegúrate de no aterrarla más y llévale su nuevo vestido. Yo iré después —sin más que decir fue hacia su habitación. La que había preparado para ella, esperando a que le gustara.
    Después de que salté con ella al Hades quedó completamente inconsciente, su vestido se había rasgado por el cambio de energías. Nadie puede bajar así por así al Hades, solo si estás muerto, pero Perséfone seguía con vida, ahora en mi palacio... muerta de miedo.
    He estado con ella estos cinco días, viendo como dormía plácidamente, amando cada detalle de su perfecto físico. Pero temía que llegara el momento en que tenía que enfrentarla y decirle que la había secuestrado. Siendo hija de mis dos hermanos Zeus y Demeter, prácticamente me vuelve su tío. Y no sabría como explicarle que... hice lo que hice porque me enamoré de ella.
    He escuchado rumores de algunas ninfas que Demeter está buscando a Perséfone por todos lados, que las flores y los cultivos en los campos están muriendo porque Demeter a dejado sus responsabilidades por buscar a su hija. El mundo se está volviendo loco y los rumores de su desaparición cada vez corren más rápido. Ni siquiera he visitado los campos del inframundo desde que la traje. No quiero dejarla sola y menos ahora que ha recuperado la conciencia y tendré que explicarle lo que sucedió.
    Ni siquiera Beatriz ha dicho algo al respecto, cuando me vió entrar al palacio con Perséfone en brazos, su expresión me lo dijo todo, había cometido una enorme locura, pero sin embargo no cuestionó nada.
Tengo muy presente que lo que hice me traerá muchos problemas, pero estoy dispuesto a enfrentar cada uno de ellos. Lo hecho, hecho está, no puedo regresar el tiempo y borrar lo que hice, ni siquiera me arrepiento de haberla traído conmigo. Soy capaz de acabar con cualquiera que intente llevarse a Perséfone de mi lado.


Perséfone

    El sonido de la enorme puerta abriéndose me aterró, pero no tenía valor de levantar la vista, mantuve mi cabeza entre mis piernas, sentada al pie de la cama. Unos pasos lentos se aproximaban hacia a mí, causando que mi cuerpo comenzara a temblar de miedo.
    —Perséfone... —Era la voz de una mujer, una voz que jamás había escuchado.
    Levanté mi vista y una bella mujer con vestido negro estaba parada frente a mí, en sus manos traía lo que parece ser un cofre, se agachó frente a mí estirando su mano, secando con un pañuelo las miles de lágrimas que había derramado.
    —Todo está bien, linda. Ven, levántate —se levantó ofreciéndome su mano, lo dudé por un momento, pero la tomé.
    Era tan solo unos centímetros más alta que yo y realmente hermosa. Me llevó hasta la cama e hizo que me sentara.
    —¿En... en donde estoy? ¿Dónde está mi madre? —su expresión solo era de compasión y pena.
    —No soy la indicada para decírtelo, pero estoy aquí para servirte en todo lo que necesites —debo estar soñando aún, esto debe ser una pesadilla.
    —Debo salir de aquí —traté de ir de nuevo hacia la puerta, pero algo me hizo retroceder otra vez. —¡¿Porqué no puedo salir?! ¡Déjame salir!
    —No puedo hacerlo, Perséfone. Mi amo no lo permite.
    —¿Tu amo? ¡¿Quién rayos es tu amo?! —esto es una locura, siento que me dará un ataque sino salgo de aquí ahora.
    —No puedo decírtelo, no me corresponde hacerlo. Ven, debes vestirte —me mostró el cofre que traía. Fui hacia ella echa una furia haciendo algo que jamás había hecho en mi larga vida. La tomé del cuello tan fuertemente que pensé que lo había roto.
    —¡Vas a sacarme ahora mismo de aquí! O me veré obligada a...
    —No puedes hacerme daño. Yo ya estoy muerta —y la solté de golpe, sus palabras fueron como un balde de agua fría. ¿Muerta? No es posible, los muertos van al... Hades.
    —No, no, no, no. Dime que no estoy donde creo que estoy —la desesperación se apoderó de mi, fui hacia la ventana y ahora tenía sentido el espantoso lugar que se veía. Esto no puede ser. —Dime que no estoy en...
    No pude terminar la frase cuando la puerta se abrió de golpe. Era... Henry. El sujeto que conocí en el bosque.
    —Beatriz, déjanos solos —la chica sin decir nada salió dejándome sola con él.
    Estaba vestido con la misma ropa, solo que la suya no estaba destruida como la mía. Venía hacia mí, sin dejar de verme, ¿él había causado esto? Retrocedí, pero topé con la pared.
    —Perséfone, no debes temer. No te haré daño. Déjame explicarte lo que pasó, ven conmigo —me sentía tan diminuta ante él, ahora parece ser más grande, no sabía que hacer, no podía salir y la única opción que me queda es tomar la mano que me ofrece. Abrió el cofre que la chica había traído y de él sacó un hermoso vestido blanco con unas bellas rosas bordadas de color dorado y con hombros caídos, es... precioso.
    —Beatriz lo hizo para ti. Debes cambiarte el que llevas puesto. Sino te gusta, en el armario hay más ropa de tu talla. Estaré afuera, cuando estés lista, me llamas —dejó el vestido en la cama y salió, dejándome sola con la angustia carcomiéndome. No sabía que hacer, no sé cómo salir de aquí, si estoy en el Hades es posible que esté muerta. Pero...
¿Qué fue lo que me pasó? Mi madre debe estar muy angustiada, me ha cuidado tanto todos estos siglos, me ha advertido de todos los males del mundo, cuidó de mí y me escondió de todos los dioses que querían poseerme hace un siglo atrás cuando supieron que era... Una diosa virgen. Los dioses: Apolo, Poseidón, Ares, Hefesto, entre otros eran los que habían deseado tanto poder encontrarme, incluso Afrodita, pero en su caso era para asesinarme por ser más codiciada que ella.
    Mi madre me había cuidado tanto que ahora no tengo idea de lo que me pasó. ¿Cómo es que morí? Debe estar muy decepcionada de mí.
    —Estoy lista —dije esperando a que Henry me escuchara. El vestido me había quedado perfecto, era demasiado suave y cómodo.
    Henry entró por la puerta y una enorme sonrisa se formó en su rostro.
    —Te ves, hermosa —ninguna palabra salía de mi boca, me sentía como una pequeña criatura temblorosa ante un gigante. —Es momento de que te explique, ven conmigo —de nuevo ofreció su mano. Sin remedio la tomé y me guio fuera de la habitación.
    Me quedé con la boca abierta al recorrer el lugar, era un tenebroso pero hermoso palacio, con esculturas un poco tétricas y peculiares, los pasillos tenían candelabros con fuego... ¿Azul? No me queda duda que debo estar muerta y estoy en el mismísimo Inframundo y que voy camino a mi juicio final.
    Finalmente llegamos a lo que parece ser el salón principal, donde en el centro se veía un trono hecho de... ¿Calaveras? Mi cuerpo se tensó y Henry giró hacia mi.
    —Todo está bien.
    —¿Ya me dirás que fue lo que pasó? —nos detuvimos ante el gran trono. —¿Qué fue lo que nos pasó? ¿Cómo morimos? —su expresión había pasado de comprensiva a preocupada.
    —No morimos, nada nos pasó. Estamos vivos.
    —Pero... ¿Cómo es qué... estamos aquí, en el Hades? No es posible —necesito salir de aquí, mi corazón quería salir de mi pecho.
    —Porque yo te he... te he... Traído hasta acá —con cada palabra que soltaba me dejaba más que confundida, el dolor de cabeza volvía a apoderarse de mí y un escalofrío me recorrió todo el cuerpo.
    —¿Qué dices? No... No entiendo —mi vista comenzaba a nublarse debido a las lágrimas que comenzaban a brotar.
    —Te traje aquí porque... me enamoré de ti, Perséfone, en el instante que te vi —esto no puede ser, me solté de su mano y retrocedí.
    —¿Quién eres?
    —Soy, Hades. El Dios del Inframundo —la respiración se me cortó al instante, no podía creer todo lo que me estaba diciendo, no puedo con esto, debo volver, debo volver, debo volver.
    Corrí lo más rápido que pude en dirección a las escalaras bajando a la entrada principal, la enorme puerta frente a mi me daba la esperanza de que lograría escapar. Pero al abrirla un enorme y espantoso monstro de tres cabezas estaba parado frente a mí, gruñéndome evitando mi paso.
    Mi mente no podía más con esto, con la realidad que estoy viviendo, viendo las cosas mas espantosas que jamás había visto en mi vida, sentía que mi cabeza iba a estallar, mi cuerpo comenzó a desvanecerse, caí de rodillas al suelo derrotada.
    —¡Perséfone! —gritaron tras de mí.
    No, no, no, no puedo estar aquí. De nuevo intenté correr pero mi cuerpo no pudo más... Todo se volvió negro...

ONE SHOTS +18 - By IsaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora