((☕))' 𝐎𝐎𝟑

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Tal vez había sido desde el primer momento en que cruzamos miradas o incluso, desde el día en que lo vi ignorarme y al final tenerme un poco de compasión, pero, de algo estaba segura, él  comenzaba a interesarme hasta ese punto y no sabía qué tan bueno era aquello. 

Porque de algún modo tampoco me molestaba en detenerme. 

Lo vi cruzando la pista cuando volteó, como si hubiera sentido mi mirada por su espalda y nuestros ojos volvieron a conocerse. Quise alzar mis manos y saludarlo, pero el grito del señor Milton me retumbó los oídos, estaba tocando la campana una y otra vez mientras me regañaba. 

Volví a trabajar y durante todo el día, me quedé pensando en su comportamiento. Se me hacía curioso y hasta inusual, porque incluso si traté de ignorar el hecho, el tema no hacía más que flotar entre mis pensamientos e impedir borrarse, como si de un tatuaje se tratase. 

Así que entre corridas y regaños, la noche volvió a aparecer, y los típicos mandatos de mi tedioso cocinero tampoco hicieron de esperarse. Ese día me había pedido lavar los trastes restantes, limpiar su cocina, limpiar también la oficina de mi jefe y barrer el local, porque mañana harían inspección y otras cosas más. 

Y yo había aceptado hacerlo todo por mi propia cuenta. 

Pensé que sería fácil, es decir, siempre me pedía limpiar su cocina y barrer el local, pero el muy maldito había dejado cada traste del día remojados, la oficina era un desastre y el local convenientemente estaba más sucio de lo normal. Y lo que en un principio había sido solamente una hora y media extra, ahora eran tres, exactamente tres horas después, cuando el reloj comenzaba a marcar la una de la mañana, yo salía tal perrito asustado a las calles. 

Siempre solían decir que Londres era una de las ciudades más seguras del mundo, pero de todos modos, estar una madrugada bajo mi propio riesgo me asustaba, mucho más cuando el local estaba a varias calles de mi casa y los buses a estas horas ya no rondaban. 

No quería caminar demasiado en realidad, y por eso la maravillosa idea de acortar el camino utilizando un pequeño y desolado callejón me había parecido de lo más brillante aquel día. Todo lucía muy tétrico, el angosto y pequeño pasillo carecía de luz, y a penas podías ver donde pasabas.

Aferré mis manos a mis hombros mientras trataba de caminar lo más rápido posible, ya iba a llegar a las calles y el alivio comenzaba a invadirme, hasta que escuché pequeños quejidos. 

Murmuros y quejidos que sonaban entre la esquina que estaba completamente rodeada de bolsas de plástico. Quise correr y desaparecer por siempre, me puse pálida y hasta las piernas comenzaban a temblarme, ¿Y si era un secuestrador? Aún no podía morir, era muy joven y tenía mucha vida por disfrutar, pero, justo cuando quise correr y chillar como una niña aterrorizada, escuché un sollozo, luego otro y le siguieron quejidos y más quejidos de dolor.

Entonces fue inevitable. 

¿Y si pedía ayuda? ¿Y si yo estuviera en su lugar? Mi tonto y compasivo corazón me pedía a gritos que lo ayudara, aún si ni siquiera tenía idea de quién era. Una vez más, la sentimental Kate ni siquiera lo pensó dos veces para ayudarlo aunque sea con un poco de dinero. 

Pero mis ojos se abrieron en grande cuando encendí la linterna de mi móvil y lo ubiqué. 

Era él. 

El mismo chico que había estado conmigo ayer y hoy. 

Nunca, ni siquiera se me había pasado por la cabeza que lo encontraría en ese estado; lleno de moratones en los pómulos y con sangre seca brotando de sus labios. Como si lo hubieran golpeado.

Sabía que si lo dejaba ahí mismo, no tendría la consciencia tranquila y la culpa por saber cómo está me acompañaría durante toda la noche por lo que sin pensármelo dos veces, le ayudé a pararse, a recostar sus brazos por encima de mis hombros y agarrarlo fuertemente de su cintura. 

𝐂𝐎𝐅𝐅𝐄𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora