((☕))' 𝐎𝟏𝟖

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Y aunque por un segundo pensé que el mundo había escuchado mis dudas, mis plegarias o mis simples deseos, solo fue cuestión de voltear para darme cuenta de que no fue así. 

Porque en el momento en que sentí un fuerte agarre en mi cintura para bajar del balcón en un segundo como para siquiera procesarlo, me di cuenta de que no era William quien me sostenía. Sino un completo desconocido que no había percatado de su presencia hasta ese momento. 

Me cargó lo suficientemente rápido hasta asegurarse de que mis pies tocaran la vereda, y una vez se hubo cerciorado de que ya estaba fuera de peligro,  entonces, el horror surcó cada centímetro de su piel y se llevó una mano al pecho, totalmente dramático. 

—¿¡Qué pretendías hacer!? —alto, piel canela, cabello castaño y labios finos, eran lo único que captaba mi punto de vista. Y mi estómago se revolvió por los sentimientos abrumados. 

Yo no pretendía hacer nada. Ni siquiera sabía por qué estaba en medio de la baranda con dirección al mar. Volteé la cabeza, observé el balcón y por poco sufría un desmayo al ver lo alto que estábamos. 

Su desesperación me contagió casi como puro instinto, y me percaté tan horrorizada como él. 

—¡No lo sé! —vociferé, sin creer lo que había estado a punto de hacer. ¿Qué era lo que había pasado por mi cabeza en primer lugar? 

Una vez más, la torpe Kate aparecía al mundo.

El chico en frente de mí llevó su mano al pecho, como si quisiera calmar el susto que seguramente le había dado y después suspiró, llevando sus almendrados ojos directos a los míos. 

—¿¡ESTÁS LOCA!? Casi me matas del susto, y hey; no deberías suicidarte ni por asomo porque luego te vas al infierno y yo también por no... -—al parecer él se veía aún más desesperado que yo, sus ojos estaban casi por salir de sus órbitas y yo solo quería reír por el intento de sermón que me quería dar.

Movía sus brazos como loco, y caminaba en vueltas. Se podría decir que estaba paranoico y todo era mi culpa.

—No, descuida. Yo no pensaba correctamente y no tengo pensado matarme.

Le regalé una pequeña sonrisa para calmarlo. Funcionó por lo menos.

—Espero eso. —me advirtió, devolviéndome el gesto. Y entonces, como si yo fuera alguna clase de niña y él mi padre, sacudió mi ropa en suaves toques y acomodo mi cabello con toda la confianza del mundo. 

Quedé descolocada por leves segundos, tratando de procesar su extraña forma de actuar pero no dije nada al respecto. Sin embargo, en cuanto notó mi descolocada mirada, el peculiar chico se alejó de inmediato, dejando que un poco de rubor llegue a sus mejillas de la vergüenza, y rascara su cabeza desviando sus ojos de los míos. 

Reí sin poder evitarlo. Si hubiéramos estado en otras circunstancias, probablemente me habría incomodado su excesiva confianza tan rápido, pero ahora, realmente poco me importaba si lo hacía o no. Sobretodo cuando acababa de salvarme de hacer una atrocidad que ni siquiera había tenido planeado.

—Gracias, supongo. —me reverencié ante él. Y así, con tan poco, estaba lista para darme media vuelta y retomar mi camino a casa— Adiós...

Dije, con la idea en mente de que él también haría lo mismo. Sin embargo, mis suposiciones fallaron en el momento que comencé a caminar apenas tres pasos cuando, de pronto, su grave y suave voz se escuchó a mis espaldas. 

—Espera... Uhm, estaba a punto de ir a una fiesta, sé que apenas nos conocemos, ¿pero te gustaría ir? Ya sabes, llegar a una fiesta sin compañía es como prácticamente decir que no tienes amigos. —me volteé de inmediato, enarcando una ceja. ¿Fiesta? Juraba que habían pasado décadas desde la última vez en que había tenido una real diversión en mi vida. Y tampoco iba a mentir, la idea sonaba tentadora de por sí. De todos modos, fingí pensármelo sin molestarme en ocultar mi interés por su idea.

—¿Y tú tienes amigos? 

—¡Obvio que sí! —llevo una mano a su corazón, dramatizando la ofensa que le había dicho. Sonreí un poco.— Es solo que ellos me están esperando allí, ¿entiendes? 

—Está bien, acepto. —dije sin más. Al fin y al cabo, rechazar una oportunidad como esta sería una aberración para mi pobre alma. Solo sería una fiesta, nada malo podría ocurrir de ahí.

Pareció un poco sorprendido de mi respuesta, pero más sorprendida me hallé yo cuando, en menos de un abrir y cerrar de ojos, su mano agarró mi muñeca y comenzamos a caminar por la acera en cuestión de segundos. 

No repliqué ni mucho menos hice el ademán de soltar de su agarre. 

Sin embargo, antes de dar el primer paso para cruzar la pista y alejarnos por completo de la calle donde habíamos estado, agarré su mano para moverla y así, ganar su atención.

Curiosamente, él se veía sonriendo. Y aunque en ese momento me moría por saber la razón, lo único que pude hacer fue guardar silencio e intentar sonreír al igual que él.

—Espera, aún no me haz dicho tu nombre. —espeté con un puchero. Por lo menos, debía decirme esa cosa esencial y no asemejarse como Lucas.

—No te preocupes, soy Nicolás. —me guiñó un ojo, y sacudiendo su ropa con el más sumo cuidado, me dijo— Y créeme, no te voy a secuestrar.

Sin duda alguna yo había perdido la cordura.

Nunca en mis pocos años de vida, me había imaginado confiar en un desconocido. Pero ahí estaba, haciendo la única cosa que tus padres te prohibían de pequeña.

Asentí en un trance de confusión y adrenalina para finalmente, tomar de su mano y correr con Nicolas.

Pasé calles, pasé cuadras. Y lo único que hacían mis pies eran nada más que correr junto a él.

Siendo sincera, me venía muy bien esa distracción.

Hablábamos cómodamente, y en esa hora que llevaba con Nicolas aprendí que, no todos los desconocidos son malos.

No me preocupé de su físico, o si me llevaba mucha edad o no, porque en ese momento, sólo existía una Kate despreocupada de todo. Sólo existía una Kate que disfrutaba del momento.

No me importó mucho cuando estábamos ya a frente de la casa. O lo que según él, nuestro destino y el pase a la diversión.

Se podía escuchar claramente la música desde la calle en la que nos encontrábamos. Y aunque tenía miedo en cierta parte mía, un pizca de adrenalina permaneció en mi interior, y esa misma pizca fue la que me incentivó a entrar con mi nuevo amigo.

Pasos grandes; una enorme sonrisa y mucho más no dejaban de asomarse en mi rostro al momento de entrar agarrada de su mano.

Lo único que llegué a observar en esos momentos fue gente bailando. Gente tomando y riendo. El ambiente parecía divertido y sonreí al instante. Tal vez, después de todo, necesitaba alejarme de todos los problemas de mi vida. Y comenzaría ese día. 

—Vayamos a la mesa de al fondo, ahí están mis amigos. 

Me susurró en el oído y asentí casi que al instante.

Lo seguí a pasos torpes junto con la tenue luz y la estruendosa música de la fiesta; para finalmente llegar a la esperada mesa en donde más personas nos esperaban.

Y justo cuando creí obtener el pase vip a lo que sería mi diversión.

William por fin apareció.

Riendo y jugando con los demás chicos de la mesa.

Riendo y jugando con los demás chicos de la mesa

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