((☕))' 𝐎𝐎𝟓

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Le miré estupefacta, mi mente aún trataba de procesar por completo todo lo que me había dicho y realmente no se me ocurría nada para responder, ¿Qué se supone que tenía que decir? ¿Acaso estaba jugando conmigo?

Sus orbes me escrutaban y una sonrisita quería escaparse de sus labios. Reconocía esa mirada, la misma que trataba de burlarse de mi reacción, la misma que ocasionaba a mi corazón later y notándose hasta por kilómetros. Mis respiración comenzaba a entrecortarse y quise derretirme allí mismo, no sabía qué hacer en realidad y él tampoco parecía en querer cooperar. 

-- ¿A qué te refieres? -- Fue lo único que pudo ocurrir de entre mis resecos y rojizos labios. Si él no se quería ir, entonces, ¿Qué podía hacer yo? El lugar ya estaba más vacío conforme el tiempo pasaba y el corazón no dejaba de latirme con tan solo saber que lo tenía allí, a pocos centímetros de mi cuerpo. 

-- Dile eso al cocinero. -- Ordenó, devolviendo la vista a su celular y dejándome con las palabras con la boca. ¿Que le diga eso al señor Nate? Hablaba de pronto como si fuera yo su trabajadora y él mi jefe. Me molestaba, pero más lo hacía saber toda la curiosidad que crecía en mi cuerpo con lo que él escondía en ese móvil. 

-- ¿No tienes a dónde ir? -- Pregunté, aún con la inocencia acompañando mis palabras y volvió  a observarme, escéptico y severo. Entendí con esa mala mirada que la respuesta era clara; no. 

-- Sí, solo que no quiero volver. -- Respondió simple, encogiéndose de hombros. - Y no preguntes el porqué.

Fruncí el ceño, ayer tampoco quería hacerlo y los días anteriores mucho menos. La curiosidad comenzaba a crecer en mi interior y me removí, no había nada para decir. Comenzaba a sentir algo de pena por él porque, algo grande debía pasar en su vida como para querer huir de sus problemas y quedarse en una tienda durante horas y horas. No lo entendía, pero tampoco me veía dispuesta para querer resolver su pequeño rompecabezas. Por lo menos no por ahora. 

-- Pero ya vamos a cerrar... -- Musité, intentando convencerlo, incluso si muy dentro de mi corazón sabía que, lo último que deseaba era que se fuera. Era más como una obligación, y me dolía decírselo.  

-- ¿Adónde voy a ir? -- Su voz se escuchó débil, fue casi como un murmuro y el corazón se me apretujó en la mano. Quería decirle que se quedara todo el tiempo que quisiera, que me cuente sus problemas, saber por qué se empeñaba tanto en quedarse allí por horas. Estaba preocupada y por él, no sabía siquiera qué tan bueno era aquello pero estaba dispuesta a ayudarlo.

-- Si no quieres volver a tu casa, puedes llamar a algún amigo...

-- No hay nadie quien quiera recibirme, estoy solo y por mi propia cuenta. 

-- No sé que decirte...-- Admití. Si no tenía a nadie y tampoco estaba dispuesto a querer irse, realmente estaba poniéndome todo muy difícil. Una idea comenzó a reinar en mi cabeza y no supe bien si era precisamente la correcta para proponerle. Pero los minutos cada vez iban corriendo más y más y el señor Nate comenzaba a toca la campana repetidas veces desde la cocina. Traté de convencerme que era la única opción y hasta ignoré esa pequeña picazón que punzaba mis estómago de tan solo imaginármelo. Se lo diría y no habría vuelta atrás.-- ¡Ya sé! Puedes quedarte afuera un momento y me esperas, saldré en unos minutos. -- Coloqué un rebelde mechón de cabello detrás de mi oreja, avergonzada. ¿Realmente había estado bien decírselo? ¿Sonaba muy inoportuna? La inseguridad comenzó a abrazarme con firmeza y hasta consideré retractarme al no ver respuesta alguna. 

Cuando, en completo silencio, sus pies se plantaron al suelo y caminó rápidamente hacia la calle. 

Me dejó con las palabras en la garganta y un puchero se formó en mis labios al ver que, efectivamente, se había ido. Otra vez. Le seguí con la mirada a través del cristal y chasqueé la lengua al ver que poco a poco iba desapareciendo por las calles. Mi idea claramente le había importada nada mismo y me ponía incómoda. Al menos pudo haberme dicho adiós.

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