((☕))' 𝐎𝟏𝟒

118 8 49
                                    


Quedé pasmada, sentí incluso por un momento la sangre abandonar todo mi cuerpo y, es que, ¿existía acaso una palabra para describir todas las emociones que sentía? En ese momento creía que no. Era como si una manada de animales hubieran recorrido todo mi estómago y me quedara en el estúpido limbo de no saber nada.

Porque según entendí, William había ido a mi casa ¿¡Y me había visto dormir con el vecino!?

Reí por lo tonto que sonaba todo, como si mi vida se tratara de alguna clase de película americana o un libro.

Lucas había ido conmigo al parque de diversiones, sí, pero de eso a más me era imposible de recordar.

Necesitaba saber todo con exactitud, pero si no tenía pista alguna, debía recorrer a otra opción.

Y esa era preguntarle a Lucas qué rayos había pasado. Y si él tampoco recordaba, tendría problemas con William, y en cierta parte no quería eso.

Así que me acerqué a pasos lentos hacia mi habitación, habitación en donde él estaba durmiendo con lápiz labial en el rostro, y dos colitas colgando de su cabello. Solo pude pensar en una obvia posiblidad, y esa era ayer no había pasado nada fuera de tono.

Es decir, por más que no lograra recordar, me conocía a mí misma. Y era más que consciente que en mi vida haría algo con un amigo que apenas conocía. Además, la ropa de ayer era la misma con la que estaba puesta ahora mismo. No debía alarmarme, eso estaba claro, pero aun así, la necesidad de saber qué había ocurrido no me la quitaba nadie.

Agarré nerviosa la sábana que cubría a Lucas, cerrando los ojos en el acto, temiendo lo peor.

Tenía el pecho descubierto pero aún conservaba su pantalón, algo manchado, pero lo tenía. Tuve la dicha de solamente ver su espalda, porque o sino estaría hecha todo un tomate.

Toqué suavemente su espalda, haciendo que se mueva por toda la cama, al parecer eso le daba cosquillas.

—Lu... —Me acerqué a su oído para seguir susurrando.— Despierta.

El mencionado se reincorporó de un tirón de la cama. Abriendo sus ojos en grande. Yo por inercia, me alejé unos pasos a la vez que cerraba los ojos. Olvidaba que estaba desnudo.

Se reincorporaba de la cama a paso lento, y se estiraba a la vez que bostezaba. Fue abriendo sus lindos ojos de par en par, examinando el lugar, hasta que se encontró con mi presencia a una esquina.

Y ahí fue cuando entró en razón, cuando sus ojos casi se salen de su órbita, cuando apenadamente tapaba su pecho con la mano. Aunque de todos modos, yo no quería ver eso.

—¿¡Por qué estoy aquí!? —exclamó, a la par que se paseaba y corría por todo el lugar buscando su polo.

—¡Lo mismo me pregunto! —empecé a seguirlo como si fuera alguna clase de cola imaginaria. Si él iba a la sala, yo también.

Hasta que por fin encontró el famoso polo por el que minutos estaba buscando, agarrándolo de la nevera. ¿Cómo había llegado eso ahí? Yo también me lo preguntaba.

Mierda. Moría por saber que había pasado la noche anterior. Y él era mi única esperanza para saberlo.

Por eso, carraspeé para llamar su atención. Provocando que se volteara ya con el polo puesto.

—Oye... ¿Sabes qué pasó ayer? —empecé, mirando avergonzada el suelo.

No recibí respuesta alguna de su parte, solo una mueca nerviosa. Me miraba nervioso, lo estaba, aunque fingía que no.

𝐂𝐎𝐅𝐅𝐄𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora