◦•●◉✿ Capítulo Extra: Él ✿◉●•◦

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4 de agosto del 2028...9:10am

— ¡Alex! ¡Alessa! Yo sé que no les gusta la guardería, pero deben ir, mis amores.

Aparecen sus rostros pequeñitos por detrás de las banquetas de la isla. Cada vez se parecen más a su padre. Sus ojos tan bellos y sus cabellos azabaches me recuerdan a él.

Hoy es el sexto aniversario de su muerte. Cada vez pasan más años y todavía siento como si fuese ayer aquel día en que lo perdí. Me siento triste pero no dejo que los niños se den cuenta o comenzarán a preguntar.

—Que bella está hoy mi prometida —se acerca Nico y me da un casto beso en los labios —. Yo llevo a los niños. Descansa tú y ve a verlo.

—Gracias, Nico.

Y sí, estoy prometida. Después de comenzar a trabajar, conocí a Nicolás. Comenzamos a entablar una relación de amistad y pasó el tiempo, nos empezamos a gustar y hace como un mes me pidió casamiento. Mi padre y Greta están contentos por haber rehecho mi vida, junto a un joven bueno.

Pensé que Greta no lo aceptaría, pero fue la que mejor aceptó la noticia cuando comenzamos a tener una relación Nico y yo. Al contrario de mi padre, que me dio un sermón de que ahora era madre y tenía que sentar cabeza.

Nico me sorprendió mucho, no se acobardó cuando supo que era madre soltera y que mi pareja había muerto. Fue muy lindo de su parte cuando vino el día del cumpleaños de los mellizos y les trajo regalos.

Me acuerdo el día en que Nico y yo  llevamos a los mellizos a un parque de diversiones y Alex se tropezó lastimándose su pequeña rodilla. Me enamoró aún más la forma en que Nico lo calmó y le compró un helado mientras lo curaba.

Más cosas hermosas sucedieron y decidí por fin aceptar su propuesta de matrimonio. No fue la primera vez que me lo propuso. Siempre tenía miedo, pero después de tantos actos amorosos y que quisiera a mis hijos como si fuesen suyos, acepté casarme con él.

Tenemos planeado casarnos en invierno. El día de mi cumpleaños más exactamente. Todavía quedan muchas cosas por decidir, pero tengo ayuda de mi mejor amiga, Brianna y de la organizadora de la boda que contratamos Nico y yo.

Brianna se casó hace un año con Adael. Actualmente viven muy lejos de mí. Mentira, somos vecinos más bien. Creo que lo que nos ha mantenido unida es sus ahijados, porque si no, hubiese aceptado una propuesta de trabajo en Los Ángeles. Seattle ha sido mi hogar y el hogar de Gabriel y creo que sería muy lindo que se críen mis hijos en el mismo lugar en que están todos los recuerdos de su padre.

Mi padre y Greta, sin embargo, viven en otro condominio, más lejos de nosotros, pero cada vez que quieren ver a sus nietos, saben que son más que bienvenidos en mi casa. 

— ¡Amor! Ya nos vamos —me grita Nico —. ¿No te vas a despedir?

—Sí, claro —me acerco a la puerta que es donde están.

Me agacho para alcanzar la estatura de mis pequeños.

—No se porten mal y háganle caso a Nico. No desobedezcan a la cuidadora, almuerce bien y no se demoren en dormir su siesta.

—Sí, mamá —me dicen los dos al unísono.

—Los quiero, mi pequeños —les doy besitos en sus mejilla.

—Y nosotros a ti, mamá.

Toman la mano de Nico y me despido de él con un beso cerca de la comisura de sus labios.

—Nos vemos en el trabajo, amor.

—Está bien. Cuídate.

Con eso se despiden y yo voy arriba a mi habitación a darme una ducha y vestirme antes de salir al cementerio. Cuando llego al cuarto, entró al baño y me quito la ropa que llevo puesta.

Abro el grifo de la ducha, una vez que estoy dentro y el agua caliente recorre mi cuerpo. Me mantengo así por dos minutos, cierro el grifo, tomo el gel y vierto una pequeña cantidad en la esponja y voy restregando cada parte de mí.

Nuevamente abro el grifo y dejo que el agua fluya para eliminar todo rastro de espuma que hay. Al cerrar la llave, alcanzo la toalla que cuelga, me seco y la enrollo por todo mi cuerpo a modo que cubra mi desnudez.

Así entro a mi habitación y busco el vestido negro que tengo allí. Cuando termino de vestirme, recogerme mi cabello en una coleta alta, bajo y tomo las flores que había comprado esas mañana para poner en su tumba.

Tomo mi bolso con mi celular, cosas importantes de la empresa, el arreglo de flores y las llaves de la casa y el coche. Pongo la alarma a la casa, la cierro con llaves y voy al garaje a buscar mi coche.

Cuando entro en él, lo enciendo y pongo aquella canción que a los dos nos gustaba. "Besos en Guerra" de Morat. Mientras voy conduciendo la escucho y unas lágrimas salen de mis ojos. Ha sido muy duro estar sin él. Lo extraño mucho y quisiera que estuviese ahora conmigo. Que viera que grandes están sus hijos.

No me doy cuenta que ya pusieron la verde en el semáforo hasta que un auto suena el claxon detrás de mí. Ya estoy cerca del cementerio. Se me hace un nudo en el corazón el entrar nuevamente aquí. Cada año es igual o peor que el anterior.

Estaciono el coche fuera del lugar. Tomo mi bolso, las gafas y el ramo de flores. Al salir del coche, me pongo las gafas y miro la puerta del cementerio antes de decidirme si entrar o no.

Entro cuando me siento mejor. Me demoro unos segundos en llegar porque está un poco lejos, ya Greta y mi padre han pasado por aquí. Lo sé porque siempre arreglan su tumba para las flores que le traigo después.

—Ya hace seis años que te nos fuiste, ha sido muy doloroso estar sin ti, pero, tengo algo que contarte. Estoy prometida. Conocí a Nico, cuida bien de nuestros hijos y los quiere —las lágrimas salen sin que yo quiera —. Te extraño mucho, sé que siempre te pregunto lo mismo, pero, ¿por qué no luchaste por tu vida? —me quedo callada un instante, tratando de calmar un poco mi dolor.

—Hola, Issa.

Me levanto y me doy vuelta poco a poco.

No lo puedo creer, después de seis años, sus penetrantes ojos negros vuelven a mirarme.

Continuará…

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