Capítulo 11: Wisteria

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La luz de la luna se filtraba por una pequeña ventana circular, iluminando lo suficiente para reconocer las siluetas de los dos hombres en aquella cama, los cojines y almohadones se encontraban regados por la pequeña habitación al igual que la ropa y la indumentaria de los involucrados. Akaza saboreaba el cuello del cazador con lujuria, mordiendo de vez en cuando la cálida carne del humano que se encontraba bajo su dominio. Sus manos recorrían el fornido y esculpido cuerpo, no queriendo dejar nada a la imaginación ni por reclamar como suyo, la respiración alterada de Kyojuro que chocaba cerca de sus esponjosas orejas, sumado a las manos que se encontraban aferradas a su espalda aumentando su excitación. Llevó sus labios palpitantes de deseo a la exquisita boca del rubio y se fundieron en un apasionado beso, sus lenguas húmedas y calientes danzaban entre sus concavidades, el cazador resultó ser un hábil aprendiz, podía devolver las caricias con tanto fervor como su amante. El entusiasmo del Kitsune se podía sentir en cada una de sus fibras, la creciente erección del peli – rosa era amortiguada por su peso y la cadera del rubio ojos de fuego, sin embargo, no era suficiente para el yokai, la necesidad de apaciguar el calor de sus entrañas lo estaba haciendo perder la cabeza totalmente, y antes de hacer cualquier movimiento fue volteado repentinamente, ahora el estaba de espalda en la cama y el rubio sentado a horcajadas sobre su abdomen, el repentino cambio lo dejó perplejo, aunque no era suficiente para detener su creciente lívido, entonces llevo ambas manos a las caderas del rubio para poder frotar su palpitante erección, sin embargo, no podía mover al rubio de su posición, era tan frustrante como desesperante, necesitaba el contacto con el cuerpo de su amado. Sus miradas se cruzaron y el cazador acarició su mejilla "Es hora de tu medicina Akaza". El Kitsune lo mira sin entender y siente como la cama se menea suavemente, pero no es el cazador quien la está moviendo, lo que inquieta de sobremanera al pelir-rosa, Kyojuro sostiene al Kitsune en la cama con una fuerza sobrehumana, de repente la agitación es tan fuerte que la exaltación hace que Akaza se siente en la cama con los ojos muy abiertos, el sudor era abundante en su frente y cuerpo, podía escuchar su respiración agitada haciendo eco en la habitación matrimonial en completa soledad. Fue un sueño y el golpe a la realidad para el Kitsune.

Se habían embarcado en el Wisteria según lo acordado, Akaza si bien paso la noche en el Rubí refunfuñando porque Daki le arrebató la dulce compañía, se convenció a si mismo que no importaba, dado el hecho que pasaría cinco días tranquilos y sin interrupciones desafortunadas en la embarcación. Sus planes se fueron al caño a los segundo de poner un pie en el maldito barco infernal.

En sus doscientos años de vida jamás se vio en la necesidad de subir a un condenado barco, puesto que él es un kitsune, y lo más común es que no se alejen demasiado de su lugar donde están asentados, es decir, Akaza sólo se mantenía en las montañas y alrededores, jamás subió a un artilugio como un bote, barco o lo que parezca, por lo tanto, sus sentidos altamente desarrollados colapsaron a los segundos de subir al aparato infernal. Todo le daba vueltas, vomitó todo el desayuno en la cubierta y tuvo que ser cargado por el rubio hasta el cuarto arrendado, sintiéndose humillado y avergonzado de encontrase en un estado tan vulnerable frente al sol de su vida. Aunque no todo fue tan malo, el hermoso rubio se había dedicado solo a cuidarlo de manera devota. Ahora tenía toda la atención, los cuidados y mimos que el quería, sin embargo, no de la forma que él deseaba.

Se encontraba solo en la habitación, y la luz solar se filtraba por aquella pequeña venta circular, era su tercer día en ese calvario, aunque se adaptaba poco a poco a los singulares y repentinos movimientos de la embarcación, la que según dijeron que navegaba por un río tranquilo, por Kami que jamás se subiría en aguas turbulentas. Su primer día fue un asco, lo envío de inmediato al baúl del olvido, aunque no había mucho que recordar entre pasar durmiendo y vomitando, el segundo un horrible dolor de cabeza y terribles náuseas, que estaban a la altura de la espantosa medicina, que lo único bueno, era que era suministrada por su amado rubio. Y ahora en la soledad de aquella habitación, con gotas de sudor deslizándose por su frente y sus manos agarrando fuertemente las sábanas que lo cubrían, suspiro con pesadez, el sueño con la candente escena con el cazador solo aumentaba su frustración de no poder avanzar, con suerte se habían besado tiernamente, se dejó caer pesadamente, sintió algo de alivio al no poner rígida su parte baja, podría estar enfermo, pero las ganas de estar con el rubio no eran mermadas del todo pese al malestar de su cuerpo. Deslizó su mano al lugar que ocupaba el cazador para dormir, se encontraba frío, por lo que dedujo que ya se había levantado hace mucho.

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