16: La espada de hielo

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Karina

¿Que qué me sucedía con Winter? No lo sabía ni yo.

Nunca había sentido tal adicción hacia una persona. La necesidad de estar con ella, de tan solo observarla, me hacía suspirar. Hemos tenido sexo varias veces y nunca había imaginado que podría llegar a sentir tanto placer y excitación, con Nicholas apenas notaba nada, incluso una vez fue doloroso. Esto... Esto es muy diferente.

Aún necesitaba respuestas, había cosas que no entendía y que seguían sin resolver, pero por ahora estaba cómoda así, en este barco, con ella.

Pero como siempre, la felicidad tiene fecha de caducidad.

—Vamos a atracar en el puerto de Yulem, necesitamos reponer medicinas y comida —dijo Winter avisando a la tripulación—. Jeno, Jaemin, Ryujin, id vosotros a por agua. Traed la cantidad mas elevada que podáis. Giselle, ve a por medicinas. Y tu Ningning, ve con Yeji y un par mas para traer comida, te digo lo mismo que a Jeno.

—Hecho mi capitana —dijeron.

—¿Y yo? ¿Que hago yo? —dije curiosa.

—Tu te quedas en el barco conmigo —sonrió.

Hice un puchero.

—Oh vamos... Quiero ver cuidad... Vamos a volver al barco de nuevo, déjame disfrutar.

—Karina... Nos pueden ver, no podemos pasear así como así, estamos cerca de Bonasella.

—Nos taparemos bien, no nos reconocerán —repetí el puchero—, por fi...

Winter resopló. Me miró unos segundos.

—Pero no te vas a separar ni un instante de mí.

—Eso no lo iba a hacer de todas formas —guiñé.

Me encantaba ver a Winter entrar en estado de nerviosismo cada vez que le insinuaba algo. Que la gran temida Winter se pusiera nerviosa por mi era adorable.

Winter y yo nos preparamos para salir y nos pusimos ropa bastante cerrada. Llevábamos un pañuelo en el pelo para taparlo y una especie de pañuelo como mascarillas. Solo se nos veían los ojos, si no nos matan quizá morimos pero del calor.

—Lo que hay que hacer... Hace mucha calor para ir así... —comentó ella saliendo del barco.

—Pero me adoras y quieres verme contenta —sonreí.

—Anda, vamos.

Salimos y llegamos al centro de la ciudad. La gente apenas nos miraba, pasábamos desapercibidas pues todo el mundo allí llevaba burkas. Dimos una vuelta por el casco del pueblo, habían pequeños puestos de gente vendiendo animales, gallinas... También espadas, y comida.

—Que espada más bonita —comenté.

—¿Te gusta? —comentó mirándome.

Era una espada con el mango acabado en una tonalidad entre azul y blanco. Tenía remates muy puntuales que lo hacían aún más elegante. Parecía una espada hecha de hielo.

—Es preciosa. Nunca he tenido una espada, siempre dijeron que era cosa de hombres y desalmados.

Ella esbozó una sonrisa.

—Te va a tocar ser una desalmada —me susurró al oído mientras se acercaba al puesto.

Mi cara se descompuso, ¿era eso lo que creía? ¿Iba a...?

Me acerqué con rapidez a Winter que estaba hablando con el hombre.

—¿Cuanto cuesta?

—¿Cuanto tienes? —dijo el hombre curioso.

Winter sacó una bolsita de su bolsillo llena de oros. El hombre le echó un vistazo y cuando vio lo que contenía, sus ojos se abrieron como platos.

—Oh... Yo.. Claro, ¡es suya! Coja lo que desee, ¡no hay problema!

Me quedé a cuadros. Ya no solo la reacción del hombre, que fue totalmente normal, sino que Winter tuviera una bolsita llena de oro y se la diera toda a ese hombre por mi, por la espada.

—¡¿Estas loca?! —le susurré.

Ella agarró la espada y la enfundó.

—Si que es preciosa, sí —me la pasó—. Es tuya.

—Winter...

—Toma, sujétala.

Me quedé unos segundos observándola, de cerca era aún más bonita. La agarré con delicadeza y me enamoré al instante. Pensé que sería más pesada o complicada de manejar, pero me sorprendió a bien.

—En el barco te enseñaré a usarla, que por cierto, te queda genial —sonrió.

—Eres... —reí—. Muchas gracias Winter, no tengo palabras.

—Es un placer.

***

Winter

Volvimos al barco y subimos lo necesario para seguir con la travesía. No tenía claro cual era nuestro siguiente destino, pero por ahora salir de aquí.

Me hizo muy feliz ver a Karina contenta. Nunca había hecho un regalo, era mi primera vez, y lo cierto es que ver a otra persona contenta gracias a ti te da ganas de seguir haciéndolo. Te sientes bien.

El barco zarpó y los chicos metieron las provisiones en la despensa y las medicinas en la enfermería. Todo iba bien, hasta que veinte minutos después de haber zarpado me subí a la barandilla del barco  y noté algo raro, una mala sensación. El aire era pesado, normalmente debía de chocar contra el lateral pero no lo hacía, eso me hizo pensar...  Es como si una pared lo estuviera frenando.

Fui hasta el timón y observé pero no había nada, solo una montaña de una de las Islas a la que debíamos rodear. Pensé que esa era la pared, de ahí venía el impedimento, hasta que...

—Giselle, ven aquí —dije con rapidez. Ella se acercó.

—¿Qué sucede?

—Algo raro pasa... Es como si...

No pude decir más, pues al rodear la montaña nos cruzamos de bruces con un barco soldado. Oscilaba una bandera de Bonasella y una con unas inciales que... En ese momento supe que era una trampa y sí, ahí recordé la caja. Siempre nos estuvieron vigilando y no quise darme cuenta.

—¡Baja a todo el mundo a camarotes! Que se queden los mejores hombres en proa, esto no es bueno.

—¡¿Cómo mierda nos han encontrado?!

—¡Ya da igual! —me giré hacia Ningning—. Por favor, llévate a Karina abajo, escóndela, pero por lo que mas quieras, que no la encuentren —espeté seria.

—Esta bien.

Las chicas se marcharon a hacer lo que les pedí y yo me quedé unos segundos en shock, pues sabía que lo que se venía iba a ser un desastre. Tenía miedo, miedo por mi tripulación, miedo por mi Dahlia, mi barco, miedo por Karina... Estaba asustada, pero entonces recordé que con miedo no se ganaron las grandes batallas.

Me ajusté mi cinta roja del pelo y preparé tanto mis espadas como las pistolas. Subí a la superficie y les vi acercarse, me puse tras los barriles y me di cuenta de que en realidad no cuesta tanto llegar hasta un momento así, si terminas estando en un momento concreto... Pueden pasar cosas terribles.

Dahlia | winrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora