18: Siguiente

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Trigger warning: tortura, sangre

Narrador

Winter abrió los ojos, apenas había luz en aquella habitación. Intentó adaptarse al lugar pero no entendía muy bien donde se encontraba. Al mover la mandibula para hablar un dolor agudo subio por todo su cuerpo, notaba el sabor a hierro en su boca de la sangre. En ese momento se dio cuenta de que si había acabado ahí sin saber por qué, había terminado con una paliza en su cuerpo.

Intentó incorporarse de la silla en la que se encontraba pero sus brazos estaban atados a ella con cerraduras de metal, sus pies tenían las cadenas que la ataban también a esa silla. Ella dijo que no pondría resistencia, pero tampoco quería morir.

A nadie le apetece morir.

Winter echó un vistazo a su alrededor pero no encontró nada util, solo habia una puerta de hierro frente a ella y una antorcha en la pared que daba la poca luz que había en ese cuarto. Winter sabía que necesitaría un milagro de Dios para poder salir de ahí con vida, porque por sí misma era prácticamente imposible.

La puerta de hierro se abrió y entraron dos guardias a la habitación, se pusieron detrás de mi. Uno de ellos metió un carrito, muy parecido a los quirúrgicos. Tras ello entró Nicholas cerrando la puerta y dejando que retumbara en toda la habitación.

—Te despertaste, espero que hayas disfrutado de tu descanso —sonrió.

Winter seguía en silencio sin hablarle.

—¿Sabes? Mucha gente pagaría por tu cabeza. Me siento afortunado de tener ese placer en mis manos.

—¿Qué pretendes con todo esto? —preguntó rendida.

—¿No es obvio?

—¿Por qué tanto odio?

Nicholas negó con la cabeza. Se acercó hasta la mesa y Winter cerró los ojos con fuerza. No quería mirar, sabía lo que se vendría después al escuchar el sonido de las herramientas sobre el carro.

Winter había soportado torturas, dolores, balas y heridas profundas, pero esta vez lo sentía diferente. Esta vez le aterraba.

—No cierres los ojos, así no es divertido —dijo él.

Suspiró y los abrió, en ese momento vio que Nicholas llevaba algo en sus manos que le aterró por completo.

Era un collar de metal unido a una cadena, el problema estaba que en su interior se encontraban pinchos afilados, así que Winter entendió que si ese collar se movía sobre su cuello, al mínimo movimiento acabaría sangrando.

Tragó saliva.

—Había pensado que ya que te llevaste mi collar de diamantes, también podrías llevarte el mío personal.

—Ese collar nunca fue tuyo —espetó enfadada.

—Ponédselo —les dijo a los guardias.

Con cero tacto, empezaron a cerrar el collar al rededor del cuello, en una de esas, apretaron demasiado y Winter terminó sangrando por la nuca.

Hizo una mueca de dolor.

—No te queda mal.

—Acaba ya con esto —espetó sin moverse.

—¿Sabes? Cuando he torturado gente siempre había un propósito, algo que queríamos saber, alguna duda que teníamos... Pero ahora realmente no necesito nada. Tal vez se hace mas corto de lo que imaginaba.

Nicholas tiró de la cadena provocando un grito de dolor en Winter, pues el collar se habia clavado en ella.

Winter tragó saliva y se volvió a acomodar.

—Vamos a jugar a un juego.

Nicholas fue hasta la bandeja y levantó la sabana que había para coger algo. Eran una especie de pinzas a presión.

Borne se acercó a la mano de Winter y le colocó la maquina al rededor de ella. Esta sujetaba cada dedo a presión, tenia una palanca giratoria.

—Yo te hago una pregunta y si fallas giro la palanca.

—¿Y si acierto yo? —musitó.

—Me plantearé que hacer contigo.

Al fin y al cabo Winter no tenía una opción mejor. Debía hacerlo.

—Primera pregunta: ¿Qué fue mi primera mascota?

Winter vivió con Nicholas desde que eran pequeños asi que la joven pensó. Ella lo sabía, estaba segura.

—Un perro.

—¡Mec! ¡Error! Esa fue la segunda. Mi primera mascota era Luz, la tortuga —dijo.

—Pero... —se quedó en silencio.

Nicholas giró de la palanca y con ello Winter empezó a gritar. Lo que hacía aquel mecanismo era aplastar sus dedos, así que con cada pregunta fallada, era uno más. Y lo que era aun peor, al terminar los cinco se repetiría.

Los ojos de Winter se llenaron de lágrimas. Podía pretender que era fuerte, que no le importaban las torturas, pero al fin y al cabo era un ser humano y sentía el dolor de la misma manera que todos nosotros.

—Traedme una silla —dijo él, uno de los guardias hizo caso—. Siguiente pregunta, ¿qué animal fue mi primer juguete?

Maldita sea. ¡¿Qué eran estas preguntas?!, pensaba Winter.

—Un dinosaurio.

—¡Error! Era un caballo.

Nicholas giró la manivela y Winter volvió a gritar de dolor. Lo peor de todo no era el dolor, era la cara de placer de Nicholas disfrutando del dolor ajeno. Eso hizo plantear muchas cosas.

—Estas preguntas... No son justas... —dijo como pudo.

—¿Y qué pretendes que te pregunte? ¿Cómo se llama tu mami? Por favor —sentenció.

Winter se mantuvo en silencio o explotaría en cualquier momento. La joven notaba sus dedos palpitar del dolor.

El guardia le trajo la silla a Nicholas y se puso cómodo frente a Winter. Él volvió a sonreír.

—Siguiente —musitó Winter casi sin voz.

—No te oigo bien, a ver, acércate —dijo tirando de la cadena.

Winter jadeó del dolor al notar los pinchos clavándose en su cuello y puso los ojos en blanco.

—Repítelo.

—He dicho... siguiente... —susurró.

Nicholas sonrió.

—Como mandes.

Dahlia | winrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora