3: La historia de tus cicatrices

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Winter

Me pasé lo que quedaba de noche planteando qué plan podía organizar para que Nicholas me entregara el collar de diamantes de mi madre sin que tuviéramos que pisar tierra firme. Sabía que en el momento que volviéramos a Bonasella aquello se convertiría en una lucha de fuego y sangre y no estaba preparada para enfrentar así a mi tripulación, tenía que pensar bien todo antes de hacerlo.

Di un sorbo a la copa de vino y me apoyé en la parte delantera del barco. Ya era de noche, se podía notar la luz de la luna reflejada en el mar.

—¿Todo bien? —comentó Ningning apoyándose a mi lado.

—Sí, pensando en cómo recuperar el collar sin que nos maten.

—Win, a veces el oro no es tan importante. Has secuestrado a una chica...

La miré seria.

—No es tan simple como eso, no lo entenderías.

—Explícamelo y lo haré.

—Simplemente necesito ese collar, nada más que hablar.

Jamás les contaría sobre el collar, porque si lo hacía debía hablarles de mi pasado, de que una vez formé parte de los Borne aunque fuera en la sombra... Y es algo que me repugnaba. Debía eliminar esa parte de mi pasado como sea.

—Esta bien —apartó la mirada—, ¿qué vas a hacer con ella? Es simpática.

—No lo sé... Supongo que tendré que usarla de cebo para obtener lo que quiero.

—Eso suena muy poco humano —me dijo.

—No le va a pasar nada, y aunque no quiero que ella se entere, nunca le haría daño a alguien a sangre fría. Prefiero que me siga teniendo miedo.

—La terrible Winter —bromeó, negué esbozando una sonrisa.

—Es la única manera de que me tengan respeto.

—Sí, supongo que sí.

—Ve a la cama, es tarde —comenté.

—Te podría decir lo mismo a ti, mi capitana.

Suspiré.

—Esta esa chica, Karina, en mi camarote. Tiene que dormir conmigo.

—Uiiiii, ¿las dos juntas? —rió.

La miré seria haciendo que su risa se cortara de golpe.

—Quita ese tonito, no voy a dejar que duerma con los demás, a saber qué le hacen. Es demasiado....

—¿Demasiado...? ¿Guapa?

—Refinada.

—Ya, claro —me golpeó el hombro.

—Y no pienses que vamos a dormir en la misma cama, ella va al suelo.

—¡Winter! —exclamó—. ¿Cómo vas a dejar que duerma en el suelo? Qué poco caballerosa.

—Será porque no lo soy —ironicé—, te recuerdo que esta secuestrada, ¿por qué iba a dejarle la cama y dormir yo en el suelo?

—Porque la pobre no ha hecho nada y me da pena. Esta mañana la he encontrado llorando.

Me giré a mirarla unos segundos y tragué saliva. Eso no lo sabía.

—¿Llorando?

—Sí. Bueno, supongo que es normal...

—Si no hubiera tirado el collar las cosas habrían sido diferentes.

Ella alzó la ceja.

—¿Segura? Porque me ha dicho Giselle que te la llevaste igual cuando ya habías encontrado el collar.

Dahlia | winrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora