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-Dios, Lucía -la menor la miró atenta, acariciando sus muslos, luciendo preocupada.

-¿No te gusta esta pose? ¿Te parece incómoda? ──Amelia sólo negó, haciendo a la otra alzar sus cejas de nuevo-. Dímelo, ¿si?

-Todo está perfecto, Lu, es sólo que... en esta pose llegas más profundo -un sonrojo se apoderó de sus mejillas al darse cuenta, de nuevo, que estaban hablando con la polla de la menor dentro de ella, topando justo en su punto dulce.

No sabía cómo, pero de seguro esos ejercicios que hacían eran los que ayudaban a que la menor la estuviera follando contra la pared, cargándola, dejando su propio peso caer hacía la polla de la castaña.

Se sentía perfecto, demasiado, porque de verdad, estaba llegando más profundo, podía acariciar más zonas y tener más libertad de moverse, acariciarla, besarla, mientras la follaba.

Porque Lucía era así, mientras le estaba dando una follada brutal, le había dado más de 3 orgasmos y hace un momento tuvo uno multi, seguía besándola de esa forma cariñosa, amorosa, con cuidado, aunque ya le haya hecho demasiados chupetes y una que otra mordida esparcida por su piel.

Amelia relamió sus labios mientras sentía, de nuevo, cómo Lucía volvía a moverse dentro de ella de una forma rápida, fuerte, decidida. La cabeza de su polla se abría entre sus paredes, las acariciaba. El sonido de humedad que causaban, el sonido de las pieles chocar, Amelia estaba casi babeando.

Se sentía excelente, perfecta, y siempre se sentía así que estaba con Lucía, iba a seguir pensando esas cosas maravillosas pero las cosas sucias volvieron de golpe donde la menor comenzó a follarla más rápida, moviendo sus caderas de una forma encantadora, escuchaba los ruidos obscenos que ambas causaban, y si hacía su oído más agudo, podría escuchar cómo sus fluidos golpeaban el suelo, consumiéndose.

La chica que había tomado clases de baile para 'Dance Dance Revolution' estaba dejando todo en esa pista, moviendo sus caderas de forma espectacular, con ritmo y de forma constante, y eso, era todo.

Era el cielo y el infierno, el paraíso y la condena, el placer de su diosa interior y también el suyo, que ambas celebraron, gimiendo.

Gimiendo de forma constante, gruñendo, sudando, apretando sus dientes cuando Lucía la follaba de esa forma, rió, pero se volvió a convertir en un desastre de gemidos cuando la otra se acercó a hablar, susurrando, con esa voz grave que le encantaba.

-Estás tan húmeda que parece que me deslizo, Amelia, es tan fácil entrar una y otra vez -apretó sus piernas en la cintura de la otra, sus brazos en su nuca, y gimió al sentir cómo la otra comenzó con las estocadas más fuertes, las que golpeaban directamente su punto, gimió, haciendo a la otra hablar-. ¿Te gusta cuando follo aquí?

Oh Dios, lo había dicho, había dicho la palabra. Amelia asintió repetidas veces sin poder hablar, sólo gimiendo, sonriendo, pensando en esa polla, en sentirla y el sentir los besos de la otra, más cómo la estaba follando y tocando su punto, Amelia dejó de cruzar sus piernas y se dejó ir, llenando aún más de fluidos esa polla.

Porque esa polla, Dios, esa polla, agradecía que tenía clases para que supiera manejarla de esa forma, como lo estaba haciendo, para poder sentir cada detalle, cada centímetro.

Cómo ahora, que sentía cómo las venas acariciaban sus paredes, haciéndola más sensible, cómo la polla de la otra golpeaban contra su trasero, y lo mejor de todo, su portadora. Gruñía cuando Amelia volvía a hacer ese movimiento, apretándola, y gemía, mordiendo sus dientes.

Sentía que iba a una velocidad fascinante, como le encantaba a Amelia, y era demasiado tierno que se estaba esforzando en eso, de esa forma, en complacerla lo más posible aunque ya era perfecto.

Por lo que acarició su cabeza, la vio sonriendo, y besó su frente, riendo.

-Lo estás haciendo espectacular, Lu, lo estás haciendo perfecto -besos en su cuello, y aunque pensó que ya había pasado el orgasmo... Oh Dios, ahí volvía señorita caderas maravillosas a darle otro.

-Oh Dios, Lu, a-ahí -la otra sólo se limitó a obedecer, respirando con dificultad, moliendo, golpeando, hasta que sintió varias veces que Amelia la apretaba, más calidez, y verla respirar de forma agitada, queriendo recuperar el aire.

¿Cuántos había tenido? Ya estaba demasiado nublada como para pensar, pero no tanto como para notar que la otra estaba igual.

Apretando sus dientes, que su vena en el cuello era más notoria, por lo que la volvió a acariciar. No estaba tan perdida como para notar que estaba aguantando el venirse de una vez. Acarició su cabeza, su cabello, notando que las dos estaban realmente sudadas. Sólo habló.

-Está bien, amor, no aguantes más, lo hiciste perfecto -y apenas lo dijo, sintió líquido caliente dentro de ella, un gemido más fuerte que los anteriores y cómo la otra se enterraba en su cuello, ahogando los demás gemidos y quejidos de cansancio.

Ambas estaban agotadas, y Amelia sabía que más Lucía por el arduo esfuerzo que había puesto en esa noche, en ir al ritmo al que ambas les gustara, pero más a ella. Sólo volvió a acariciarla, y una vez que salió, besar esa nariz, sonriendo.

Ni se dio cuenta que estaba en el baño, con una Lucía tapando sus ojos para cederle una toalla para bañarse. Sí, eso también le gustaba.

Y lo esperaba, que después de que Lucía dio a conocer su naturaleza dominante volvía a ser esa tímida chica que no podía verla desnuda, aunque la acababa de follar, hacerle de todo. Amelia la metió a la regadera con ella para besarla repetidas veces de nuevo y bañarse juntas, haciendo a la otra decir un pesado "Oh Dios...".

Torció sus ojos, limpiando su espalda, pero unas manos lo comenzaron a hacer por ella hasta bajar a su cintura y acariciar su vientre, enjabonándolo. Plantó un beso en su mejilla.

-¿Te sientes bien? - Amelia asintió repetidas veces, sintiendo besos en su nuca y esos brazos abrazarla. Seguía escuchando la respiración agitada de la otra, pero igual sentía caricias y de una, shampoo en su cabeza.

Sí, era amada. Sonrió, volteando, y acercándose a dejar un beso en la mejilla de la otra.

-¿Y tú te sientes bien, cariño? -la otra igual asintió, ganándose caricias de la otra, y de nuevo, shampoo-. Lo hiciste excelente, amor, pero sabes, no siempre tiene que ser agresivo y rápido, podemos hasta crear un ritmo para nosotras, ¿no?

-Entonces eso está bien -y después, llegó el silencio que de vez en cuando era remplazado por besos, caricias y risas cada que Amelia sentía sus piernas dejar de funcionar.

Hasta Lucía se dio cuenta de eso, por lo que terminando de bañarse, la envolvió en una toalla como sushi, la cargó, y ella misma se encargó de cambiarla y consentirla, haciendo a la otra reír.

De la misma manera que en la ducha, cuando se dio cuenta, ya estaba acostada, acurrucada con la otra, que sólo tenía sus ojos cerrados.

Debe estar agotada, pensó Lucía, y recibió la respuesta en un tierno ronquido. Se acercó a besarla, a acariciar su nariz, y se acurrucó en su pecho, sintiendo una mano envolver su cintura en cuanto lo hizo. Sonrió.

-Buenas noches, novia.

-Buebas bobes, bovia -la voz adormilada habló, haciendo reír a la otra.

Pero en cuestión de segundos, comenzó a lanzar leves ronquidos, durmiendo abrazada a su novia.

me extrañaron 😻✌

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Ice Cream | Lumity betaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora