1. Comida Civilizada

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—¡Adrien!

Adrien ya no podía ocultarse bajo la almohada como antes. Cuando vivía en su mansión, entre más se alejaba de los gritos dejaba de escucharlos y ahora en cualquier rincón de la pequeña casa los oía como campanas.

Adrien bajó a la cocina para encontrarse con una multitud en la mesa. Jamás había imaginado que de haber pasado de comer solo en la fría mesa de su casa cuando era un adolescente, pasaría a una pequeña mesa con un montón de gente amontonada.

—Adrien, ven y dale de comer a tu hijo.

Marinette se quitó a Louis de las piernas y se lo otorgó junto al plato de comida especial que Louis exigía entre sollozos. Adrien cargó a su bebé, mientras escuchaba como Emma discutía con Hugo, como Marinette intentaba calmarlos, a Tom y a Sabine reclamándole a Marinette por gritarle a sus hijos, a Gabriel que no paraba de atragantarse con la comida y a Nathalie burlándose por las migagas de pan sobre la ropa de diseñador de su jefe.

Adrien no se sintió tentado ni un poco a sentarse con ellos en esa mesa. Los dejó discutir entre todos cuando subió las escaleras para esconderse de nuevo en la habitación de Marinette.

El silencio fue poco, pero lo suficiente para que Louis dejara de llorar por sí solo. Adrien se sentó en el sofá y lo acomodó sobre su regazo en una manera apropiada para darle de comer.

—Al igual que tu papi, también deseas silencio, ¿verdad? —le dijo al pequeño confundido. 

Cuando alzó la cuchara con la comida apta para él, Louis celebró juntando sus dos manitas. Adrien se lo acercó y se aseguró de que se lo comiera bien. 

—Debo descubrir a la bruja a mi alrededor, Louis. Estoy seguro que alguien me hechizo, hace poco Marinette perdió mucho dinero, mi papá perdió las casas y yo.... —Sus lágrimas salieron con rapidez con solo recordarlo—... ¡estoy perdiendo cabello!

Se hechó a llorar con ese recuerdo traumante. La otra vez estaba bañándose muy tranquilamente cuando tenía que tallarse la cabeza, se hizo a un lado continuas veces su cabello y de la nada sintió un hueco. Un frío y suave hueco en su cráneo.

Los años estaban pasando para él, mientras que Marinette seguía viéndose igual de hermosa como la primera vez que la vio. Si no arreglaba su problema con ese embrujo, Marinette lo iba a dejar por viejo o por calvo y encontraría a un hombre más guapo y con una cabellera divina.

Si tuviera dinero ya se hubiera comprado varios tratamientos para el crecimiento del pelo, incluso hubiera optado por usar peluquines rubios, pero no había dinero para nada de eso. Lo único que podía a hacer es desear que Marinette no conozca a nadie más guapo que él y con mejor cabello. Si no su vida se terminaría.

***

Marinette sentó a los dos de sus inquietos hijos en el sofá. No querían dejar la panadería desde que se mudaron con sus abuelos. Debía controlarlos, sino quería que se comieran toda la mercancía.

—Pero, mamá... —rezongó Emma.

—... ¡pero nada! —replicó Marinette con voz firme.

Les prendió la televisión y esperó a que los niños se entretuvienan con ella sin tener la necesidad de amenazarlos para que lo hagan.

El canal de las caricaturas estuvo al aire y Marinette soltó un largo suspiro de alivio cuando vio como sus hijos dejaron de hablar para ponerle toda su atención a la televisión.

Marinette se dejó caer con agotamiento sobre la silla de la cocina. Deseó relajarse un rato antes de tener que levantarse para ir a encontrar un trabajo de medio tiempo con el fin de ayudar a sus padres con los gastos. No quería ser una malagradecida al traer a toda su familia a su casa como si la luz no costará. 

Sin embargo, todo eso se acabó cuando Gabriel entró por la puerta con una enorme bandeja de croissant. Había subido con cautela por las escaleras para que nadie lo notara y Marinette lo estaba viendo como si quisiera matarlo.

Gabriel esbozó una sonrisa nerviosa y retrocedió unos pasos con pavor de esa mirada intensa de su nuera. Iba a utilizar la táctica de que no lograría ser visto si se movía lo mínimo que podía y sin emitir ningún sonido.

—Señor, creo que no se dieron cuenta...

Nathalie no se fijó que su jefe venía de regreso ya que ella fue la encargada de vigilar y distraer a los Dupain-Cheng para que Gabriel tuviera la oportunidad de robar. Los dos chocaron y la bandeja salió volando por los aires antes de caer a sus pies con todos los postres que Gabriel ya se había saboreado.

—¡No, mis bebés! —exclamó Gabriel, tirándose al piso junto a la comida desperdiciada por la suciedad del suelo. 

¿Quién se encargaba de limpiar la casa? 

Estaba terriblemente cochina como para a hacer la ley de los cinco segundos en el suelo. 

Algo dentro de Gabriel se había quebrado ese día.

Nathalie lo miró con ganas de reír y a la vez con algo de odio por la atrocidad que acababa de cometer. Marinette los fulminó con una mirada asesina y Emma y Hugo volvían a intentar a discutir con su madre.

—Sí el abuelo puede, ¿por qué nosotros no? —le pregunta con curiosidad Hugo, mientras que Emma reía. 

—Ustedes dos, ahora vuelvo —dijo, señalando a sus hijos—, debo conversar como una persona civilizada con el señor Gabriel y Nathalie

Gabriel y Nathalie compartieron una mirada de susto al ver a Marinette roja del enojo. Había algo en particular en la voz de Marinette que no les decía que sería muy "civilizado". 

***

—¡Ah! —gritó—. ¡Auxilio, Adrien, tu esposa me va a matar!

Adrien se despertó de su dulce sueño cuando escuchó a su padre suplicarle desde el piso de abajo.

—¡Venga acá, señor Agreste, y le prometo que no le dolerá! —lo amenazó Marinette.

Más gritos y sollozos resonaron por toda la casa, mientras que Adrien se encogía de hombros. No sabía que había pasado, pero Marinette ya se encargó de demostrar quien manda.

Sus tantos años de convivencia con esa mujer le dijeron que jamás debería meterse cuando le estaba dándole su merecido a alguien.

—Qué descanses en paz, papá —se despidió antes de volver acostarse.

Quizás mañana la hora de la comida sea un poco más.... civilizada. 

¡Todos en la misma casa!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora