27- Pedir perdón.

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—Jacob

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—Jacob.

Su sabor se filtraba por cada rendija de mi paladar y me colocaba como la coca más pura. Era brujería, porque justo ahora estaba a punto morir si no lograba liberar mi semilla dentro de ella o en su boca, donde sea, pero la necesitaba ahora.

Me incline hacia ella y ella no se movió de su lugar en el mueble. Me desafío con la mirada extasiada por el orgasmo, sus labios magullados, sus pezones presionando contra la tela, su coño palpitando todavía y derramando líquidos por el camino de sus nalgas. Tentándome a hundirme en cualquier agujero de su cuerpo, lo mismo que me hizo detener un momento y considerar mi siguiente paso.

¿Estaba seguro de querer su boca antes que su coño? La he esperado demasiado como para seguir postergando el momento que más deseaba.

Ella pareció leer mis pensamientos, porque en su mirada se formó una sonrisa radiante.

—¿Estas seguro de que quieres que te la chupe? Me parece que quieres otra cosa — espeto elevando ligeramente su cadera dejándome ver un poco más su humedad y un gruñido quedo atrapado en mi garganta.

—Me debes una — espete sosteniendo mi polla y tirando de ella, calmando mi deseo, su observación fue intensa, nunca dejo mis movimientos.

—Siempre puedes cobrarla en otro momento y hacer ahora lo que realmente quieres —. Sus palabras se escucharon como un coro de encantos que envolvieron mi mente para que hiciera lo que ella deseaba. Ella queria que la follara y me estaba convenciendo.

Entonces reparé en sus palabras a fondo, olvidando por un segundo mi ardor.

Ella acaba de decir, con otras palabras, que podía intentar tenerla en otro momento. Lo que queria decir que esta noche no seria el final de esto.

Asimilar eso, me llenó el pecho de calor y mi polla se puso más dura.

Di dos pasos en su dirección y ella me miro desde su lugar semi sentada en el sillón, aun con las piernas sobre los reposa brazos.

—No juegues conmigo, Natasha — amenace y ella no se inmuto. En cambio, se inclinó hacia adelante, bajando al final las piernas y juntándolas, para sentarse recta sobre el mueble.

—No estoy jugando — espetó y sin dejar de verme directamente, una de sus manos salió de su escondite y se cernió sobre la mía que sostenía mi polla. Entonces sus dedos calientes me instaron a comenzar a moverme lentamente sobre mi dureza. — te deseo tanto dentro de mi que no puedo esperar — añadió y siguió instándome a masturbarme.

Mis bolas se apretón un momento, pero no me corrí, en cambio sentí la culminación tan lejos y cerca a la vez.

Su otro mano se elevo y rodeo la parte delantera de mi polla, comenzando a marcar un ritmo sobre mi propia mano con la suya. Aprete los dientes y los jalones fueron más duros.

Habitación 159 [#1 Los Wellington] COMPLETA ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora