3- Braga y tarjeta (parte 2)

26.6K 1.6K 291
                                    


—Jacob

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Jacob.

Regresar de la bodega a casa fue rápido, con una docena de Coca-Cola y un paquete de gomitas agridulces, en un parpadeo y ya estaba en mi piso. El apartamento estaba silencioso y oscuro cuando regrese, eche el seguro y con ayuda de mi mano libre, encendió la luz de la sala. Las paredes cremas reflejaron la luz y la oscuridad menguo. Caminé con cuidado hasta le mesa del comedor que se encontraba frente a la isla de la cocina. Coloco la bolsa de papel sobre la encimera, mientras le hace un hueco al fardo de coca—cola que había comprado, pero ante tome una lata, llene un vaso de hielo, vuelco todo el frasco en el vaso y una vez reduce la espuma, doy un largo trago sintiendo la frescura arrasar con la sequía de su garganta. Era un adicto a las sodas, a veces solía unir varios sabores y era lo mejor y de la única manera en la que tomaba alcohol es si a este se le podría echar refresco.

Mis amigos decían que era una bebida de maricas, pero yo siempre me preguntaba, ¿desde cuándo una bebida tiene sexo? Ellos llamaban a todo marica, es la primera palabra en su lenguaje, así que no me sentí para nada ofendido.

Mi madre había batallado por año para que dejara esa costumbre de tomarse una o dos sodas al dia, pero era como mi droga, si no la tomaba me sentía fuera de lugar.

Me saco los zapatos con ayuda de mis propios pies, me libero del abrigo y lo dejo sobre una de las sillas de comedor para cuatro personas y camino a mi habitación mientras tomaba del vaso. Una vez en el interior encendí la luz, camino hasta mi escritorio y tome asiento en la silla giratoria dejando a un lado la bebida, bajo una mano al bolsillo derecho de mi pantalón y tomo la pieza de tela, así como también la tarjeta dorada.

Elevo la braga y mis ojos vieron con cuidado el material de encaje. Nunca había tenido la oportunidad de tocar uno, aunque en los anuncios y publicidad había visto a cientos de modelos usarlo. Debby nunca me enseño nada íntimo de ella, siempre se mostraba fría en esos aspectos, eso me hizo sonreír con amargura al recordar el escándalo que ella hizo una vez que traté de agarrar su trasero.

—Mojigata mentirosa — susurré al vacío.

La pieza de ropa interior era de color blanco impoluto, con cintas cruzadas en la parte delantera y un lacito diminuto en la parte que termina la espalda. Era pequeña y elástica a la vez, por alguna razón mi mente voló a la chica en el suelo, con los pechos apretados en el vestido rojo y esa mirada azul desafiante que me había dirigido.

Era hermosa, quizás la mujer más bella que había visto y me siento extraño al pensar de esa manera. No había pensado en ninguna mujer así en mucho tiempo, en cómo sus labios estaban fruncidos y pintados en un rojo carmesí que podría dejarme marcas en el cuello si me besara allí.

Es algo ilógico para mí, nunca me fueron las chicas... ¿de pelo oscuro y grandes pechos? O sea, yo pensaba que mis gustos iban hacia las rubias de baja estatura y con atributos pequeños, pero tampoco era que hubiera tenido oportunidad para confirmarlo, pase demasiados años en una relación con una sola chica, nunca he besado a alguien más o siquiera visto a una chica desnuda, más allá del porno e incluso allí, siempre me gustaron las chicas de tamaños pequeñas, así que no comprendía porque de pronto no podía dejar de pensar en la chica de la calle y su par de grandes tetas.

Habitación 159 [#1 Los Wellington] COMPLETA ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora