Me encontraba tirada en el sofá, había estado durmiendo toda la noche en el salón porque el día anterior decidí que la mejor idea para calmar mis caóticos pensamientos era ver la televisión hasta altas horas de la madrugada cuando el brillo de las estrellas estaban en su mejor momento de lucidez, aunque, sin duda, esa lucidez que encontraba en las estrellas era la que necesitaba yo mentalmente.
Estuve viendo películas, tantas que hasta que la mayoría ya las iba a repetido y ni siquiera me daba cuenta porque ni siquiera las estaba viendo. Solo miraba un punto fijo en la televisión que cambiaba de colores, pero no diferenciaba siluetas u oía los diálogos, que algunos me sabía hasta de memoria. Pero nada. Todo eran voces lejanas, como si del más allá se tratase. En mis pupilas dilatadas la luz no les hacía efecto, permitiendo que se reflejasen las escenas en estas.
Mi cerebro estaba perdido y lo único que podía comunicarme una y otra vez era que el chico que hace apenas unos días me había dado cuenta de mi amor hacia a él de manera romántica se iba, se iba a despedir de mí vida, le vería como mucho y dando gracias cuatro veces al año. Eso en mi corazón era un maratón donde solo veías al campeón en la línea de inicio y de meta, los demás kilometros eran recorridos sin ti.
Hubiese pasado la noche en vela si no fuese por el estrés mental que me obligó a cerrar los ojos y descansar unas horas.
Al volver abrir los ojos la bienvenida fue la masacre de todos los pensamientos que obtuve durante toda la noche despierta acechando de nuevo mi consciencia. Sin embargo, las lagrimas no volvieron, no eran muchas, pero eran las que me quedaban. Y como si ojos de cristal tuviese, la tristeza solo se volvió un infierno, en vez de unas lágrimas.
El techo en algún punto de la mañana se había vuelto interesante porque era lo único que miraba, con las manos entrelazadas encima de mi barriga hambrienta e implorando un desayuno, un deseo que no le iba a dar por el poco apetito.
Mi cuerpo dolía en sobremanera, la postura al dormir las pocas horas de sueño fue incómoda, boca arriba, el cuello girado a un lado, una mano bajo el cojin y la otra no lo sabía porque se había quedado dormida con un hormigueo desagradable.
Durante un tiempo mi cabeza, que había estado pidiendo un descanso de tanta tortura, se quedó en blanco y no llegaba a oír el sonido del televisor encendido durante toda la noche.
"Hoy los espíritus no están nada contentos, hoy no será tu día de suerte", "Por la tarde empezará una tormenta eléctrica. Tengan cuidado al salir" o "El otoño a llegado, por ello, los cultivos de verano se marchitarán y los de otoño darán maravillosos frutos". Todo eran comentarios que se producían desde el televisor que mis oídos nunca escucharon.
El ruido de unas sábanas me sacaron del trance, debía ser Hayden despertándose para la escuela, eso era por las nueve de la mañana.
Me levanté rápidamente, no quería que mi hermanito me viese con estas pintas de vagabundo. Apagué la televisión, puse bien los cojines, la manta que tenía por encima la doble y la dejé en el respaldo del sillón. Saqué unas galletas, calenté leche en una cacerola y dejé el desayuno en la mesa. Oí el armario de la habitación cerrarse, se debía de haber vestido ya.
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-𝐁𝐮𝐥𝐥𝐢𝐜𝐢𝐨 𝐒𝐢𝐥𝐞𝐧𝐜𝐢𝐨𝐬𝐨- (Sebastian/Stardew Valley)
FanfictionEl abuelo de ______ antes de fallecer le da su querido tesoro a sus nietos, su granja situada en Pueblo Pelícano. Donde encontraras grandes aventuras, felicidad, amor y misterios, entre ellos la magia que la persigue en forma de una manzana. ¿Que pa...