Capitulo 13.

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13.

Tambaleaba nerviosamente los dedos sobre la laptop aunque no estaba escribiendo nada. Sentía la intensa mirada de Robert sobre mi de vez en cuando, pero no me atrevía a levantar la vista. Miré el reloj ansiosa, faltaban aún 8 minutos para que concluyera la clase y yo ya no podía más, no lograba si quiera concentrarme en lo que decía, simplemente escuchaba su voz, esa voz que me había comenzado a encantar.

Pasaron los minutos que me parecieron horas y finalmente la clase terminó. Solté el aire contenido pero aún así no lo miré, me limite a guardar las cosas en mi bolso y tras ellos me gire al ver a todos mis compañeros de clase reunidos frente a mí. Andrea me entrego su tarea de mala gana y tras irse, los demás también me dieron sus tareas. Las recibí una por una agradecida, pues cuando mi vista se despejo, Robert ya no estaba ahí.

Para mi fortuna, tampoco me pidió verlo en su oficina después de clase.

La semana transcurrió sin imprevistos, Robert parecía haber entendido que Dante y yo lo estábamos intentando, sin embargo, note que durante esos días también me dejaba todo el trabajo a mí, hasta ese momento lo había dividido de forma que él se encargaba de la mayoría de las cosas, pero durante la semana tuve que revisar tareas, recopilar información, buscar libros, autores, leer cosas extras, responder correos, registrar las evaluaciones, etc, a ese paso terminaría siendo yo quien daría las clases. Pero por fortuna, Robert se iba de su oficina para dejarme trabajar sola, tampoco me había dirigido la palabra más de lo necesario. Pero sabía que había una razón oculta para todo eso, con Robert siempre la había.

Debido a la carga de trabajo, aunando a eso mis otras tareas, no me quedaba tiempo para salir con Dante a pesar de sus muchos planes y su ofrecimiento por ayudarme. Me quedaba hasta tarde en la oficina e Robert y al volver, debía estudiar, escribir ensayos y luego, cuando finalmente terminaba, era ya de madrugada, quedaba muerta y me dormía enseguida.

—Ya quiero que esto termine. —murmuré mientras mi cabeza reposaba en las piernas de Nath y mantenía mi oído pegado a su vientre.

—Me compadezco de ti hermana, ese profesor que tienes suena horrible. Te ves exhausta y apenas han pasado dos meses, aun te faltan otros dos —respondió ella con la boca llena del mango que estaba comiendo.

Dante, sentado al lado de Nath me miró y me palmeo la cabeza con suavidad.

—Cuando te gradúes te recompensaré todo esto. —Nath no se inmuto, pero sonreí al saber de que hablaba.

Un carraspeo se escuchó detrás de nosotros y vimos a Robert enfundado en un traje.

—De verdad espero que este maldito y horrible semestre se termine ya. —me volví a quejar en voz quizá demasiado alta y con un tono bastante dramático y me pareció ver a Robert poner los ojos en blanco.

—¿A dónde vas?—cuestionó Nath.

—A ver a un cliente. —respondió cortante.

—¿En sábado? —preguntó Dante.

—Si, es un cliente...especial. —concluyó el y salió.

—¡Cuando regreses me traes helado! —gritó Nath a su hermano mientras él salía, logrando que el mago goteara hasta mi rostro.

—¡Ay! —exclamé y los tres reímos.

Me levante del sofá para ir al baño y limpiarme el rostro pues se había puesto pegajoso. Estaba por cerrar la puerta cuando una mano me impidió hacerlo.

—¿Qué haces aquí? —Dante sonrió y entro cerrando la puerta tras de sí.

—Te extrañaba. —susurró y no pude evitar sonreír. —¿Qué te parece si salimos esta noche? —preguntó y asentí de inmediato. —Bien, en ese caso, te veo en el centro comercial a las 6, me iré antes con alguna excusa ¿De a cuerdo? —volví asentir entusiasmada y lo vi dispuesto a girarse para salir, pero se detuvo.

Me miró con sus lindos ojos de cachorro y se acerco a mí lentamente.

—Tienes algo de mango ahí. —señaló y contuve la respiración. Se inclinó ante mí y con su pulgar repasó la piel manchada con la fruta y luego lo llevó a sus labios. —Delicioso. —murmuró y entonces sí, se giró salió.

Respiré de nuevo y me miré al espejo, mis mejillas estaban rosas y reí nerviosamente. Abrí el grifo y dejé que el agua corriera mientras me limpiaba el rostro. No pude evitar que mi mente fuese a un lugar peligroso, a recrear aquella escena pero con alguien distinto, seguramente él no habría sido tan reservado y probablemente habría lamido mi piel. El solo pensarlo, imaginarme su lengua sobre mi piel, hizo que me recorriera un escalofrío y que mis mejillas pasaran del rosado al rojo.

Me sentí mal durante un rato mientras estábamos en el cine, incluso, me daba un poco de vergüenza mirar a Dante, pero después de un rato olvide todo eso y sin darme cuenta, reíamos a carcajadas mientras él hacía malos chistes sobre la película que acabamos de ver. A veces olvidaba lo fácil que era estar con él, lo bien que se sentía, lo libre que fluía todo entre nosotros.

—Deberías volver primero. —me dijo y yo negué.

—Volvamos juntos, digamos que nos encontramos en el camino.—le respondí en tono de suplica, aún no estaba lista para volver a la realidad en la que debíamos ocultar que salíamos y en la que tenía tanto por hacer.

Lo pensó un momento y termino aceptando.

Caminamos tomados de la mano hasta el auto y cantamos durante todo el camino de vuelta a casa. Hice una mueca cuando la cochera se abrió y entramos.

—¿Lista para entrar? —Preguntó y yo suspiré asintiendo mientras tomaba mi bolso y me giraba levemente para abrir la puerta.

—Yo no. —murmuró y me detuvo con su mano en mi brazo.

Me giré hacía él, notando que se había inclinado levemente hacía mi. Parpadeé un par de veces mientras lo veía acercarse más y cuando su rostro estuvo a escasos centímetros del mío cerré los ojos y acto seguido, sentí sus suaves labios sobre los míos. De inmediato reaccione ante su beso y comencé a mover mi boca sobre la suya. Él no aumentó el ritmo, no tocó mi cuerpo, simplemente me besó con dulzura y lentitud.

Se separó de mi antes de lo que me hubiese gustado y sonrió resplandeciente. Por un momento me quedé asimilando su belleza, su sonrisa y los hoyuelos en sus mejillas sin poder decir o hacer nada. Se volvió a inclinar sobre mi y dejó un corto beso en mis labios.

—Vamos ya, se esta haciendo tarde. —asentí aún perpleja y llevé mi mano a mi estomago en donde sentí una extraña sensación. ¿Acaso eran mariposas? ¿Así se sentía estar enamorada?

Cupido me mintióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora