Capitulo 14.

11 1 0
                                    


Capitulo 14.

Me dolía la cabeza, no había dormido casi nada y ni siquiera recordaba si me había peinado esa mañana. Mordisqueaba distraídamente un sándwich que había comprado en la cafetería de la universidad, que sinceramente, sabía horrible. Eran ya pasadas las 5 y estaba en la oficina de Robert armando un simulacro de un juicio para la clase del día siguiente cuando mi móvil sonó y di un saltó. Dude en responder cuando apareció el nombre de Robert en la pantalla, pero suspire y respondí.

—Hálevy ¿Sigues en mi oficina? —puse los ojos en blanco.

—¿En donde más podría estar? —respondí con exasperación.

—Debo pedirte un enorme favor...

—Ah no, aún no termino con el último.

—Te recuerdo que ese no es un favor, es parte de tus obligaciones como mi asistente. —apreté los labios para no enviarlo a ninguna parte. Al notar que no respondía, continuó. —Puedes enviarme lo que has avanzado y terminaré yo, pero necesito que me traigas la carpeta que está en el segundo cajón de la derecha, iría yo mismo pero temo que tardaré más de ida y vuelta, yo pagaré el taxi.

Sopesé un momento y termine por acceder, después de todo ya había pasado media tarde revisando tareas y aún me faltaba buen parte del caso.

—De a cuerdo. Envíame la dirección. —murmuré antes de colgar y saqué la carpeta, tome mi bolso y me dirigí hacia afuera.

El trayecto hasta la empresa donde trabajaba Robert resultó ser más corto de lo que esperaba y estuve en el edificio tan solo quince minutos después.

"Trae la carpeta al sexto piso" había indicado él por lo que después de registrarme con la recepcionista me dirigí hasta el elevador y una vez en el sexto piso caminé por el pasillo en busca de la oficina con el nombre de Robert.

—Disculpa ¿Puedo ayudarte? —la voz de un hombre me hizo girar hacia él, se trataba de un chico no mayor de 25 años, alto, castaño y con ojos de un azul tan claro como el cielo.

—Ah si, estoy buscando la oficina de Robert Thiers. —en cuanto mencione el nombre, el chico apretó los labios en una línea pero recompuso el gesto y me sonrió asintiendo.

—Por aquí. —me señalo al otro lado del pasillo y lo seguí mirando su espalda, parecía tener un cuerpo bien trabajado, se notaba enseguida, incluso por encima del traje.

—Muchas gracias. —murmuré con un ligero tono de timidez, aunque no supe porque.

—No ha sido nada...por cierto, Maxence Crawford, un gusto. —me tendió una mano que tome de inmediato y la estreché.

—Adalieve Hálevy. —respondí y lo vi abrir la boca para decir algo más, pero en ese momento Robert abrió la puerta y salió, su mirada se clavo en nuestras manos unidad y ambos nos soltamos.

—Hálevy ¿Acabaste de coquetear? A decir verdad me urgen esos papeles, pero no quisiese interponerme entre ustedes. —dijo con sarcasmo.

—Aquí están tus papeles, Robert. —respondí con los dientes apretados y le lance la carpeta al pecho, él los tomo y me miró con los ojos entrecerrados. —¿Me puedo ir ahora? Realmente necesito dormir ahora que mi dictador profesor me dio un respiro. —él endureció el gesto pero ni siquiera espere a que respondiera y la di la espalda. —Muchas gracias de nuevo, Maxence. —sonreí dulcemente y comencé a caminar.

Escuché pasos detrás de mí y rogué porque no fuese Robert, no tenía ánimos de lidiar con él, pero no se trataba de él.

—Permíteme acompañarte abajo. —me pidió Maxence con las mejillas sonrosadas y yo asentí. Ambos nos metimos en el elevador y pude ver que Robert aún nos miraba, no pude descifrar su gesto, pero sentí la dureza de su mirada aún después de que la puerta se cerrase.

—Asi que Robert es tú...—comenzó Maxence.

—Mi...pariente lejano. —respondí y el sonrió.

—Genial, temía que fueses su hermana o...su novia. —comentó sin mirarme.

Me limité a reír nerviosa.

—No, no lo soy, pero si tengo un novio. —de inmediato su expresión decayó.

—Oh, entiendo...bueno, por si eso no funciona, aquí está mi tarjeta. —Me tendió el pedazo de papel al tiempo que las puertas se abrían, lo tome sin saber que responder y salí del elevador. —Hasta luego, Adalieve. —se despidió y desapareció tras las puertas de metal.

Fruncí el ceño y camine a la salida.

—¡Ada! —giré al escuchar mi nombre y vi a Dante correr hasta mi. —¿Qué haces aquí? —preguntó con un poco de sorpresa pero sonreía.

—Le hacía un favor a Robert. —frunció el ceño pero no preguntó nada más.

—Bien, si ya vas a casa, por favor espérame un momento y te llevaré.

Asentí y sin esperarlo, él se inclinó hasta mi y beso mis labios con un beso corto. De inmediato mire alrededor, había unas pocas personas, pero no nos miraban especialmente a nosotros.

—Tranquila, aquí nadie me conoce demasiado y mucho menos a ti.

Aquella tarde, en cuanto llegue a casa me deje caer sobre mi cama y me perdí en los brazos de Morfeo.

Quizá fueron las miles de indirectas pero durante la siguiente semana, Robert disminuyo mi carga de trabajo, aunque no lo suficiente, en mi opinión, al menos tenía más tiempo para dormir y algunas tardes pude salir con Dante a cenar. Algo pasó también esa semana, aunque no lograba descifrar que era. Por una parte, Robert parecía tan concentrado en el trabajo que incluso se había saltado algunas clases y nos las había dado libres por lo que también aproveche para despertar más tarde. Había algo en aquello que me molestaba, sabía qué, pero no lo aceptaría jamás. Por otro lado, a pesar de los esfuerzos de Dante por hacer planes, había algo que no terminaba de sentirse bien, siempre inventábamos excusas para vernos y salir, él planteo la posibilidad de contarle a sus padres y hermanos, pero me negaba rotundamente, era gracioso porque justamente por aquella razón, le había dicho a Robert que no, porque quería mantener oculto todo aquello que pudiésemos llegar a tener. Además, entre más nos acercábamos como pareja, más lejos de mi lo sentía. 

Cupido me mintióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora