6—¡Pero que rayos! —grité cuando finalmente pude reaccionar. —Estas consciente de que quería besar a tu hermano ¿Entonces porque te tomas el atrevimiento de volverme a besar? —Su mirada es divertida.
—Porque lo quería volver a hacer. —y de nuevo estaba ahí ese tono condescendiente.
Quise tomar la copa de vino, aventársela en la cara y salir de ahí, pero las piernas me temblaban.
—No vuelvas a hacerlo. —advertí.
—No lo hare si tu no lo pides—lo miré con los ojos entrecerrados. Ese bastardo. —Ahora come.
No me gustaban sus ordenes, mucho menos seguirlas pero por esta vez hice caso, no deseaba armar una escenita en un lugar público, sin embargo, como buena mujer madura que soy decidí aplicarle la ley del hielo.
—Estas muy callada. —Parecía frustrado, no le respondí.
Me dedique a disfrutar de mi pasta y mi ensalada, ignoré su presencia y eso ayudo a que mi velada fuese buena hasta que la mesera volvió, miré su plato, él ya había terminado y ordeno que retiraran los platos, a pesar de que deseé protestar no lo hice y simplemente mire a la mujer llevarse mi comida.
—¿Seguirás sin hablarme? —no respondí.
Soltó un suspiro y acerco su silla a la mía para estar más cerca ¿Por qué rayos hacía eso? No lo quería cerca, su presencia en estos momentos me perturbaba mas de lo habitual.
La mujer volvió y nos pregunto si deseábamos postre a lo que él respondió que si, comenzaba a caerme mal.
—Pueden llamarme en cuanto se hayan decidido por el postre que desean usted y su...
—Esposa. —se apresuro a responder Robert y paso su brazo por detrás de mi espalda mientras que con la otra tomaba mi mano y la envolvía en la suya. Me inquieto lo que su toque me hizo sentir pero lo mire con mala cara. —Y bueno, querida esposa ¿Qué deseas de postre? —repase el menú de postres y cuando iba a señalar lo que quería el lo retiro. —Tendrás que decírmelo. —negué.
Puso los ojos en blanco y luego me miro poniendo su rostro demasiado cerca del mio.
—¿Deseas tiramisú? —negué. —Bien...veamos, quizá pastel de chocolate. —Volví a negar pero sonreí puesto que a pesar de todo Robert me estaba siguiendo el juego. —¡Ya sé! ¿Pastel de frambuesas? —hice una expresión que indicaba que me encontraba pensando y luego asentí. —¡Bingo! —exclamó sonriendo y llamo a la mesera. —Mi querida esposa Camelia desea pastel de frambuesas. —le informó y la chica asintió.
Miré a otro lado para no hacerle ver que sus chistecitos me hacían gracia.
—Entonces no me hablaras por el resto de la noche. —asentí como respuesta. —No hay problema, aún así creo que nos podremos entender bastante bien. Por cierto ¿Te dije lo mucho que me gusta como te queda ese vestido?—puse los ojos en blanco.
Robert poso su mano en mi muslo, me estremecí ante su contacto y a él por supuesto le agrado, de inmediato tome su mano y la empuje con fuerza, el sonrío y la volvió a colocar, entonces comenzamos una pequeña lucha por debajo del mantel.
—Camelia, quédate quieta. —murmuro con un tono serio pero pude notar la diversión en sus ojos y reí.
El aprovecho esa distracción para volver a colocar su mano en mi muslo.
La mesera apareció con el pastel, se veía delicioso y me distrajo.
Robert comenzó a deslizar hacía arriba sus yemas por la piel de mi muslo, no proteste solo intente mover mi pierna pero eso no lo detuvo, pensé que se detendría cuando llego al borde de la falda del vestido pero no fue así.
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Cupido me mintió
DragosteTras un trágico accidente Ada se queda sola en el mundo, por fortuna los mejores amigos de sus padres le ofrecen un hogar, ahí todos la reciben con los brazos abiertos, excepto alguien; Robert, el hijo mayor del matrimonio y gemelo idéntico de Dante...