Unfading; nh.

Capítulo Dos.

Lily Stevens lo besó frente a mis ojos.

-Y esas tetas, Sar. ¡Dios santo! No sé qué es mejor, el que bese extraordinariamente, o el que tenga esas tetas.

Entierro mi pincel en la mezcla extraña que Niall me hizo preparar, la que se supone le aclarará el cabello sin dañarlo tanto como lo hace el decolorante artificial, y se lo paso por la cabeza quizás con demasiada fuerza.

Él protesta y no puedo evitar sonreír con despecho.

-¿Cuántas veces, Niall...?- prácticamente lo apuñalo con el pincel- ¿Cuántas veces te he dicho que no me gusta que me digas Sar?

-¡Ay! Eh, este... ¡Ay!- se encoge y se echa para adelante, evitando mi siguiente golpe- ¡Me estás lastimando!

-¡Bien!- soy consciente de que lo he dicho con demasiado entusiasmo, me aclaro la garganta y repito con voz más calma: -Bien.

Niall empieza a jugar con el tazón de la mezcla, hundiendo un dedo en ella y embadurnándolo todo. Se lo quito antes de que ensucie más.

Y antes de que pueda detenerlo, sin dejar que me prepare mentalmente siquiera, confiesa:

-Creo que ella me gusta.

Y todo mi mundo se desmorona.

-¿Ah, sí? ¿Qué es lo que más te atrae de ella?- le pregunto con la voz entrecortada.

-Sus tetas.

No, olvidalo. Mi mundo sigue en pie.

Suspiro, conteniendo las ganas de abofetearlo hasta que su nariz sangre.

-Eres un maldito imbécil, ¿Ya te lo dije?

Niall suelta un bufido.

-Eh, Sarah...

-Un estúpido... imbécil... idiota... de cuarta categoría.

-¡Sarah!- me interrumpe.

-¡¿Qué?!- respondo gritando.

Él suspira y se refriega el rostro con las manos.

-Me estás lastimando de nuevo, Sarah.

Confundida, observo su cabeza: el cabello se ve como un desastroso remolino de mezcla naranja. Aparentemente, lo había estado revolviendo como a un guisado durante mi catarsis de insultos.

Ahogo una risa.

-Cómo sea, de igual manera esto no sirve- digo refiriéndome a la mezcla- no creo que la papilla de zanahoria convierta en rubio el marrón caca de tu cabello. Una lástima. Ahora me voy.

Arrojo el pincel, sin molestarme en ver en dónde cae, y tomo mi bolso, lista para marcharme de la casa de Niall. Pero él se levanta de su silla y me cierra el paso.

-¿Qué? ¡No! No te vayas, estábamos hablando...

-De un par de tetas- digo irónica.

-Sí, ¿Y?

-No me gustan las tetas, Niall. Me gustan los pe-

-¡No lo digas!

-Nes.

Él gruñe.

Uno de los problemas de ser amiga de Niall Horan, aparte de no poder mantener una dieta gracias a la mala influencia que él ejerce sobre ti, es que no podrás hablarle de chicos.

Incluso llegué a creer que podría deberse a los celos de saber que no es el único individuo de sexo masculino en mi vida, pero rápidamente descarté la idea. A Niall simplemente no le gusta hablar de penes. A no ser de que sea el suyo, claro.

-No me gusta que hables de chicos en mi presencia, Sarah. Me dan ganas de matarlos a golpes.

Qué casualidad, a mí me sucede algo parecido contigo y las chicas.

-¿Ah, sí?- suspiro.

Una imagen de Niall vestido con una reluciente armadura del medioevo, defendiendo la posición que ocupa en mi corazón ante otros caballeros, se instala en mi cabeza.

Niall asiente, un poco de mezcla de zanahoria sale volando de su cabello y gotea por la alfombra.

-Sí, no quiero ni pensar en alguno de ellos tocándote. Eres como mi hermanita menor...

Auch.

-Ah- exclamo, es lo único que se me ocurre decir.

Me ajusto la correa del bolso al hombro y lo esquivo, dirigiéndome a la puerta principal. Él me sigue luego de un par de segundos.

-¿Y ahora qué hice?- pregunta tratando de sujetarme del brazo.

-Nada- me deshago de su agarre de una sacudida- no has hecho absolutamente nada, Niall. En todo el tiempo en el que nos conocemos, ¡No has hecho ni dicho nada!

Cuando veo que lo he dejado anonadado, aprovecho el momento y me escabullo, marchándome con un portazo.

Creo escucharlo llamarme antes de cruzar al otro lado de la acera, pero eso ya no importa, puesto que ya me he ido.

Niall Horan es un maldito imbécil.