Capítulo Once.

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Cuando cruzo el jardín delantero de casa, casi tropiezo de sorpresa al encontrarmelo completamente descuidado. No puedo evitar pensar en ello como un mal augurio.

Sé que si yo fuera tangible, las hiedras que se esconden entre el césped crecido se enredarían en mis tobillos y me harían caer de verdad esta vez.

Dentro, la casa no se encuentra en mejores condiciones. Puedo ver una capa de polvo en los muebles del recibidor, así como partículas flotando en el aire, divisibles gracias a la luz del sol que logra filtrarse por las cortinas.

-¿Mami?- como si pudiera hacerme escuchar, la llamo a gritos.

En la cocina, los platos sucios se amontonan en el lavadero y ocupan también gran parte de la mesa, cristales rotos se encuentran regados por el suelo.

Subo por las escaleras con la esperanza de encontrarla en su habitación, sabiendo que su turno en el consultorio en el que trabaja terminó hace más de una hora.

Un pequeño sollozo me recibe apenas cruzo el umbral de la puerta, me apoyo en el marco y observo con mucho dolor cómo mi madre se cae a pedazos.

Es imposible evitar el sufrimiento, si este debe llegar, lo hará tarde o temprano sin importar lo que hagas.

Es por eso que ver a mi madre llorar hace que se me parta el alma en pedazos. No sé bien qué es lo que estaba esperando al venir aquí, pero definitivamente no era nada parecido a este vacío en la boca del estómago.

-Oh, Dios mío. ¿Qué he hecho mal?- su voz es un pequeño murmullo, amortiguado por la almohada- ¡¿Qué he hecho mal?! Ella no se merecía esto, ¡Yo no me lo merecía!

Me acerco a la cama y me siento en uno de sus bordes, escondo el rostro en mis manos. Me limito a observarla, ¿Cómo puede ser posible que crea que ha cometido un error? Ella lo ha hecho bien conmigo desde siempre.

-No has hecho nada mal, esto fue mi culpa.- la consuelo de manera inútil- Si no hubiese sido tan infantil, tal vez aún seguiría aquí- suspiro- pero eso ya no importa, ¿No? Después de todo ya estoy muerta. No es tu culpa, mamá...

Me quedo a su lado hasta que sus lágrimas cesan y se queda dormida. Me recuesto junto a ella y le susurro un par de palabras confortables, sin valor alguno.

Creo verla sonreír en sueños. Me marcho, sabiendo que mi mente me jugó una mala pasada.

Como me gustaría ver de nuevo feliz a mamá.

Unfading; nh.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora