Capítulo Siete.

138 10 1
                                    

Esto no es como yo lo esperaba.

-Por los poderes fantasmagóricos que me han sido otorgados el día de mi muerte, yo te ordeno, puerta, ¡Muévete!

Uhm, no.

Gasté toda esta semana en tratar de mover objetos para asustar a la gente. Intenté poseer demoníacamente un televisor al estilo Poltergeist, pero no funcionó. También traté de alterar a los niños pequeños y a las mascotas, siendo estos últimos los únicos capaces de advertir mi presencia.

El viento mece las copas de los árboles y arrastra gentilmente las hojas caídas a lo largo del césped del parque y sus alrededores.

Me alejo de la casona de administración del parque suspirando.

Me siento sola.

Observo a algunos de mis compañeros dirigirse a casa luego de un agotador día de clases y no puedo evitar sentir una punzada de añoranza. No fui capaz de despedirme de muchos de mis amigos, ni de mamá. Eso es lo que más duele.

Desde que soy pequeña, todos mis recuerdos están plagados de la risa o la voz de mamá. Hemos sido ella y yo desde hace tanto tiempo, que a veces olvido que tengo familia aparte de ella, es gracioso.

Empiezo a seguir a un grupo de jóvenes que ríen y gastan bromas entre sí. Imagino que soy parte de ellos, que pueden verme y que nos reímos juntos. Pero después de unos minutos empiezo a sentirme tonta, por lo que simplemente me detengo y los observo alejarse.

Un chihuahua empieza a ladrar frenéticamente desde el balcón de un departamento, gruñendo y temblando, sus pequeños ojos negros cargados de odio clavados en mí.

Me encojo de hombros y sigo mi camino.

He estado pensando mucho, tal vez demasiado. Y he llegado a la conclusión de que la vida no tiene sentido. Este pensamiento no me reconforta en lo más mínimo, pero puesto que es lo único a lo que le he dado vueltas en esta semana, me aferro a él como una sanguijuela.

Me imagino a mí misma con la cabeza en el cuerpo de una sanguijuela y río.

Curiosamente, las calles están más vacías de lo que deberían estar un lunes por la tarde.

Siento un escalofrío cuando alguien traspasa mi cuerpo. Maldigo en voz baja y observo a la persona alejarse. Tardo unos segundos en identificar su abrigo, la forma en la que se ve de espaldas y su cabello.

-Niall- susurro con la voz rota.

Y antes de darme cuenta, ya lo estoy siguiendo.

Unfading; nh.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora