9 de octubre de 2013

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Salí de la distribuidora a las cuatro de la tarde, como cada día. El señor Whitaker... Michael, Michael me ofreció la oportunidad de retirarme más temprano, pero le dije que no hacía falta. Lo que sí le pedí fue que hablara con mamá y que le dijera sobre la doctora Liessen. No estaba lista para enfrentarme a ella, pero quería que supiera que las cosas estaban yendo por el rumbo indicado.

Tomé el transporte público para llegar al consultorio. Me senté en un asiento junto a la ventana y me dediqué a observar lo que sucedía del otro lado del cristal empañado de mugre.

Quizás todavía no estaba lista, aunque hubiesen pasado años.

Tendría que enfrentarme cara a cara con lo peor de mí.

Tendría que abrazar aquello que me destruía.

Tendría que sufrir aun más para empezar a sanar.

* * * * *

La mujer con la que hablé el viernes fue quien me recibió. Era alta y se veía demasiado flaca, pero su expresión era amable. Su actitud corporal daba sensación de confianza, de estar en un entorno seguro.

—Bienvenida, señorita Smith. La doctora Liessen la atenderá en un momento. Puede tomar asiento mientras tanto.

—Muchas gracias... Catherine —respondí después de leer la tarjeta de identificación enganchada en su traje. Ella vestía muy formal y yo me sentía una zaparrastrosa.

Me senté en una de las butacas que había disponibles y analicé la sala. No era muy amplia y, al igual que la tarjeta de la doctora, era una habitación limpia y sencilla. Las paredes eran de color crema, los muebles eran claros y la decoración muy relajada. Había un ramo de flores coloridas en el escritorio de Catherine y ese era el detalle más llamativo. Ella me sonrió cálidamente cuando nuestras miradas se cruzaron, pero no le devolví el gesto.

Unos diez minutos más tarde se abrió la puerta que daba al despacho de la doctora Liessen. Un chico que tendría más o menos mi edad salió a paso apurado, sin siquiera darme un vistazo. Catherine le dio un papel que guardó en uno de sus bolsillos y se fue sin decir adiós.

—Soy Alessandra Liessen, un gusto conocerte Emma. Vamos, pasa. —La voz de la psiquiatra era profunda y rica.

Psiquiatra. Estaba a punto de tener una sesión con una psiquiatra.

Era admitir que estaba enferma. Que lo que sentía no era solo tristeza y que sola no podía.

Sola no puedo.

Cerré y abrí mis manos repetidas veces y me puse de pie para acercarme a ella. Se corrió a un costado para que pudiera entrar y luego cerró la puerta una vez estuve dentro de su despacho. Ambas tomamos asiento, una de cada lado de su escritorio.

Ese fue el primer paso.

* * * * *

Hablé por un buen rato. Me pidió que le contara sobre mí. Qué hacía, por quiénes estaba compuesta mi familia, detalles sobre mi vida y mi día a día. Me pidió que le dijera con mis palabras por qué estaba allí y qué me había llevado a eso.

Le conté sobre ti, Chase.

Le dije lo que sucedió aquel día y lo que despertó en mí. Los recuerdos que volvieron y me aplastaron con toda su fuerza, los sentimientos que me ahogaron.

La doctora Liessen anotó cosas, asintió en los momentos adecuados y me instó a continuar cuando veía que las dudas me asaltaban. No tomó muchas palabras el convencerme, por un solo motivo: decir todo eso era una forma de liberarme. Era sacarme una mochila de mi espalda después de un recorrido casi eterno y tener la posibilidad de dejarla en el suelo para recuperar el aliento.

Sabía que de esa mochila no podría desembarazarme jamás, pero sí podía aliviar la carga.

Por fin, sonreí.

De tu ex, con amor (Emma & Chase #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora