"El pasado no es pasado si lo llevas contigo. Es hora de dejarlo ir".
Emma podría correr cuanto quisiera, podría huir, podría entregarse al silencio y pretender que nada había sucedido... Pero jamás podría acallar las voces que habitaban su cabeza...
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Se arrepiente de lo que le dijo. Se arrepiente, pero eso es exactamente lo que piensa. Y en algún momento iba a terminar diciéndolo.
Si Dylan hubiera sabido lo que sucedió el jueves por la noche, no habría dejado que su amargura hablara por él. ¿Pero cómo podría haberlo sabido? Cuando él estaba dispuesto a conversar, Emma lo olvidaba por completo. Siempre se quedaba a la sombra de alguien o algo más.
Y ya estaba harto.
Estaba siempre para ella. Fue quien la contuvo cuando más lo necesitaba. Pero ella... Ella era como el viento. Escapaba de él, lo empujaba lejos. Hacía de él un nido de angustias y de ansiedad. Lo destrozaba, lo armaba de nuevo y volvía a romperlo una vez se largaba a volar. Y no volvía. Ella no volvía.
Quizás fuera tiempo de que él volara.
Y quizás no volviera más.
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Suena la música mientras arma su bolso. Lo llena de ropa que sabe que no va a usar, no cuando ya no tiene porqué salir. Porque Michael ya se lo informó: está oficialmente de licencia hasta que la tormenta pasara. Pero nunca pasaba.
¿Qué se supone que haga? ¿Con qué va a llenar sus horas? Ya se le hacen interminables. Por eso su madre decidió que sería bueno que se quedara en su casa por unos días. Le dijo que era para poder pasar más tiempo juntas, pero Emma sabe muy bien por qué Dominica quiere que vaya.
Es porque teme lo que pueda llegar a hacer si no tiene vigilancia.
