La cita de ayer fue más de lo que pude soportar. Rompí en llanto y no dejé de derramar lágrimas hasta el final. Ayer tuve que regresar a aquel día que marcó mi punto de quiebre, y con ello tuve que retrotraerme a cuando solo tenía cuatro años de edad.
Derrumbaste la primera barrera que había establecido cuando decidiste entrar. Te pedí que te fueras, te dije que no quería verte con mi voz haciéndose trizas, y a ti no te importó. No era de sorprender.
Lo tuyo no eran las sorpresas.
Te abriste paso, acercándote a mí, queriendo recuperar tu lugar. Parecía que me reclamabas algo.
De hecho, venías a hacerlo.
Otra vez, todo recaía en mis manos, como si yo tuviera el poder de rejuntar nuestras piezas y volvernos a armar. En ese momento, ni siquiera tenía el poder de hablar.
¿Y qué esperabas?
Cuando terminamos no hubo señal de que te importara. Porque no lo hacía y yo era solo una más. En cualquier lado podrías encontrar a otra que me pudiera suplantar. Quizás más dócil, quizás más bonita. Quizás.
Pero volviste a mí y te empeñaste en entrar.
Dijiste que lo sentías.
Dijiste más cosas que no quiero repetir, pero que en algún lado tengo que volcar.
Dijiste que me necesitabas a tu lado. Que te negabas a que todo estuviera perdido.
Pero ya lo estaba, Chase. Y no lo supiste ver.
Todo había acabado mucho antes de que yo te dejara.
Pero te negabas a dar el brazo a torcer. Y yo no sabía qué hacer. Mis palabras se habían perdido en el camino.
Desearía que hubiera pasado lo mismo contigo.
Entonces me besaste y lo único que pude sentir fue espanto, arraigado en lo más profundo y extendiendo sus ramas por mis venas, calando mis brazos, envolviéndose en mis piernas, sujetando mis pies al suelo que me tenía como prisionera.
Me recordó a tanto, a todo, y me atrapó en un espiral sin control.
Tus manos tiraron de mí y yo quise huir. Y no pude, no pude, no pude.
No pude huir de él.
Estaba acorralada entre el pasado y el presente y los besos robados. Y dolía, dolía como nunca, porque todo sabía a pecado y a niñez arrebatada.
Lo único que había cambiado es que yo no era pequeña y que, esta vez, no estaba indefensa. A los cuatro no tenía oportunidad. ¿Dónde podía esconderme si el monstruo estaba en mi propia casa? Ahora tú estabas en ella, pero a ti sí te podía echar.
Si solo no hubiera estado tan aterrada.
Los años habían pasado pero el dolor era el mismo, y también lo eran mis miedos. Y tu toque no inspiraba cariño ni nada de lo que antes nos pudo llegar a unir.
Tu toque era infernal e indeseado.
Le conté todo esto y más a la doctora Liessen, pero no era suficiente para ella.
Para mí, había sido demasiado.
Sin embargo, continué.
Continué hasta sucumbir al llanto.
—¿Qué recuerdos te trajo, Emma? ¿Qué es lo que te hizo sentir así?
—Fue igual —respondí, sintiendo en mis labios el regusto salado de mis lágrimas—. Igual a cuando era chica. Él me besaba y me decía que me quería. Que era su Emma.
—Él... ¿Quién?
—Los dos... Los dos. Mi abuelo y Chase.
* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *
Quiero dar infinitas gracias a todos ustedes que están leyendo esta historia y apoyándola. ¡Juntos llegamos a las 5000 lecturas y pasamos los 800 votos! Millones de gracias por tanto y un especial agradecimiento a Cee. Una de sus historias sirvió para desbloquearme y para que terminara de escribir este capítulo, así que va dedicado sobre todo para ella ♥
ESTÁS LEYENDO
De tu ex, con amor (Emma & Chase #1)
General Fiction"El pasado no es pasado si lo llevas contigo. Es hora de dejarlo ir". Emma podría correr cuanto quisiera, podría huir, podría entregarse al silencio y pretender que nada había sucedido... Pero jamás podría acallar las voces que habitaban su cabeza...