Capítulo 5: Palabras que hieren

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4/05/21
Estos últimos meses habían sido perfectos. Pasamos las vacaciones de Navidad con los padres de Cande, que vinieron a visitarnos. Clara se mudó con nosotras y ahora tenemos un piso de tres, había aprobado todos los exámenes (con muy buena nota si me dejáis decirlo) y había empezado presencialmente la universidad. Por último, pero no menos importante, nos habíamos hecho amigas de Carlos, si, Carlos Sainz Jr el mismo que me había ayudado con el ataque de pánico en la cafetería y que luego nos había acompañado hasta nuestro portal porque era de noche, el piloto empezó a venir todos los días a la cafetería, donde entablábamos largas conversaciones sobre cualquier tema; se había convertido en una persona especial para nosotras, y no lo digo porque sea un piloto y seamos sus seguidoras, sino porque en estos meses se había preocupado por nosotras y se había esforzado en acercarse a nosotras y ganarse nuestra confianza. Por eso fue que un día salió el tema y acabamos hablando de de aquel quince de diciembre, le conté todo lo que estuvo pasando por mi cabeza en esos momentos: la inquietud de una nueva vida en Madrid, los exámenes al día siguiente y la llamada de mi padre, que hizo que todo explotase; Candela me incitó a contarle los problemas de mi infancia después de haberlo hablado un día las dos solas, y cuando lo hice me sentí liberada, además de comprendida porque Carlos me consoló, respetó mi tiempo y me hizo sentir cómoda en todo momento.

Ahora me encontraba corriendo como loca por el piso, llegué agotada de la uni y me eché a dormir un poco la siesta pero no puse alarma y ahora llegaba tarde al trabajo. Bajé las escleras a toda velocidad, y tuve que agarrarme con todas mis fuerzas a la barandilla para no derrapar y estamparme contra la pared; por suerte la cafetería estaba a dos calles de donde vivíamos, así que después de cinco minutos corriendo sin parar llegué al local, entré mientras intentaba recuperar el aliento y me dirigí a cambiarme de ropa, me disculpé con Carmen por la tardanza y me dispuse a servir cafés. Un rato más tarde llegó Clara, solía venir a la cafetería de vez en cuando para vernos, se había vuelto costumbre de cuando no vivíamos juntas; me saludó y se apoyó en la barra.

-Ponme un americano, porfa.

-Va- me giré hacia la máquina para preparárselo.

-¿Y esos pelos de loca?- me preguntó divertida.

-¿El qué?- me giré confundida.

-Tu pelo-repitió- parece que se posó una paloma a deshacerte la coleta.

Me miré en el reflejo de un cristal y me quise morir. Tenía razón, tenia un montón de pelos fuera de lo que al principio era una coleta, no me había acordado de volver a hacerla después de la siesta y lo peor es que llevaba media hora en la cafetería todas las personas a las que serví debieron quedarse flipando cuando me vieron. Me la volví a hacer, me lavé las manos y luego le serví el café a mi amiga. Estaba limpiando la barra cuando veo a Carlos entrar en la cafetería acompañado de otras tres personas, me fijo y los reconozco: Lando Norris, Charles Leclerc y... Oh dios mío, llévame porque siento que me muero: Fernando Alonso está cerrando la fila, mira a su alrededor observando la cafetería y yo sólo puedo sonreír tontamente, es mi mayor ídolo ya hora está a unos pocos metros de mí. Carlos guía a los pilotos a una mesa y se acerca a mí con una sonrisa pilla.

-¡Sorpresaa! - me dice mientras levanta sus manos en el aire.

Yo niego con la cabeza y sonrío- ¿y esto?

-Bueno, este finde es el GP de España y como buen amigo que soy dije "voy a darles una alegría a mis dos asturianas favoritas"- me contestó.

-¿Pero tu has visto las pintas que tengo yo?- le dije- ¿ cómo voy a conocer a Fernando Alonso así?

-Pues como me conociste a mí mujer- le miré mal- tu no te preocupes que estás fea igual.-le saqué el corte de manga y el se rio.-Bueno cuando dejes de ser una gallina te acercas y nos tomas nota.- me guiñó un ojo y se fue con sus acompañantes.

Tu refugio | Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora